Beata María Beltrame Quattrocchi, madre de familia
En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, madre de familia, vivió ejemplarmente su vida matrimonial, mostrando su comunión de fe y de caridad hacia el prójimo e iluminando con la luz de Cristo la familia y la sociedad.
Aunque quedan inscriptos en el Martirologio, como es práctica, cada uno en su fecha de «nacimiento a la vida eterna» correspondiente, verdaderamente la beatificación de Luis y y su viuda María fue ocasión -al igual que con los padres de Santa Teresa de Lisieux, los beatos Beatos Celia Guérin y Luis Martin-, para que SS Juan Pablo II no sólo exaltara las virtudes del matrimonio cristiano, sino que además mostrara que en el caso de estos beatos, fue el matrimonio como tal el camino privilegiado de su santificación. No sólo han sido beatificados juntos marido y mujer, sino que deben evocarse juntos. Reproducimos un fragmento de la homilía de SS Juan Pablo II en la misa de beatificación de este matrimonio, el Domingo 21 de octubre de 2001.
No podía haber ocasión más feliz y más significativa que ésta [es decir: la beatificación del matrimonio Beltrame-Corsini] para celebrar el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica "Familiaris consortio". Este documento, que sigue siendo de gran actualidad, además de ilustrar el valor del matrimonio y las tareas de la familia, impulsa a un compromiso particular en el camino de santidad al que los esposos están llamados en virtud de la gracia sacramental, que "no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda su existencia" (Familiaris consortio, 56). La belleza de este camino resplandece en el testimonio de los beatos Luis y María, expresión ejemplar del pueblo italiano, que tanto debe al matrimonio y a la familia fundada en él.
Estos esposos vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida. Cumplieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, entregándose generosamente a sus hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos al descubrimiento de su designio de amor. En este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que demuestran cómo el matrimonio y la virginidad, a partir de sus raíces comunes en el amor esponsal del Señor, están íntimamente unidos y se iluminan recíprocamente.
Los beatos esposos, inspirándose en la palabra de Dios y en el testimonio de los santos, vivieron una vida ordinaria de modo extraordinario. En medio de las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron llevar una existencia extraordinariamente rica en espiritualidad. En el centro, la Eucaristía diaria, a la que se añadían la devoción filial a la Virgen María, invocada con el rosario que rezaban todos los días por la tarde, y la referencia a sabios consejeros espirituales. Así supieron acompañar a sus hijos en el discernimiento vocacional, entrenándolos para valorarlo todo "de tejas para arriba", como simpáticamente solían decir.
La riqueza de fe y amor de los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi es una demostración viva de lo que el concilio Vaticano II afirmó acerca de la llamada de todos los fieles a la santidad, especificando que los cónyuges persiguen este objetivo "propriam viam sequentes", "siguiendo su propio camino" (Lumen gentium, 41). Esta precisa indicación del Concilio se realiza plenamente hoy con la primera beatificación de una pareja de esposos: practicaron la fidelidad al Evangelio y el heroísmo de las virtudes a partir de su vivencia como esposos y padres.
En su vida, como en la de tantos otros matrimonios que cumplen cada día sus obligaciones de padres, se puede contemplar la manifestación sacramental del amor de Cristo a la Iglesia. En efecto, los esposos, "cumpliendo en virtud de este sacramento especial su deber matrimonial y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, con el que toda su vida está impregnada por la fe, la esperanza y la caridad, se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua y, por tanto, a la glorificación de Dios en común" (Gaudium et spes, 48).
Queridas familias, hoy tenemos una singular confirmación de que el camino de santidad recorrido juntos, como matrimonio, es posible, hermoso y extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad.
Esto impulsa a invocar al Señor, para que sean cada vez más numerosos los matrimonios capaces de reflejar, con la santidad de su vida, el "misterio grande" del amor conyugal, que tiene su origen en la creación y se realiza en la unión de Cristo con la Iglesia (cf. Ef 5, 22-33).
fuente: Vaticano
Santa Teresa de Jesús Jornet
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Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen y fundadora
Memoria de santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen, que para la asistencia a los ancianos fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y falleció en Liria, en España.
Santa Teresa nació el 9 de enero de 1843, en Lérida, Cataluña. Deseaba ingresar en la vida religiosa y solicitó su admisión con las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar a causa de la legislación en vigor.
Se dedicó entonces a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, destinada a recoger ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. El 27 de enero de 1873, tomó el hábito y fue nombrada superiora. Para poder recibir a más ancianos, compró el antiguo convento de los agustinos.
Esta casa se convirtió más tarde, en la casa madre de la Congregación de Hermanitas de Ancianos Desamparados. Fue aprobada por la Santa Sede en 1887, y hasta ese año contaba ya con 58 filiales. Santa Teresa aprendió con las terciarias carmelitas la devoción a la Santísima Virgen y con las clarisas el amor a los pobres; en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de indentificar constantemente sus sentimientos a la voluntad divina.
La santa solía decir: "No hay nada pequeño cuando se trata de la gloria de Dios". Murió el 26 de agosto de 1897. Pío XII la beatificó el 27 de abril de 1958.
«Cuiden con interés y esmero a los ancianos; ténganse mucha caridad y observen fielmente las Constituciones: en esto está nuestra santificación».
Eran palabras testamentarias de la fundadora a punto de exhalar su último suspiro, dejando que manase de sus labios lo que de forma tan abundante pervivía en su corazón: su amor a Cristo, y en Él a los se hallan en el ocaso de la vida faltos tantas veces de la gratitud y del cariño de aquellos por los que desvivieron, o tal vez despojados de sus bienes y maltratados como un objeto inservible.
Teresa tuvo la fortuna de nacer en una familia profundamente arraigada en la fe, que dio, antes de nacer ella y proporcionaría después, nuevos miembros consagrados a la Iglesia. Creció con una sensibilidad particular hacia los desamparados.
Oremos
Tú, Señor, que concediste a Santa Teresa de Jesús Jornet un conocimiento profundo de la sabiduría divina, concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles a tu palabra y llevarla a la práctica en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Oh Dios, que has guiado a la virgen santa Teresa a la perfecta caridad en el cuidado de los ancianos, concédenos, a ejemplo suyo, servir a Cristo en el prójimo, para ser testimonios de su amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Víctor de Cerezo
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San Víctor, mártir llamado vulgarmente en España San Vítores. Nació en Cerezo de la Bureva. según la tradición. Ordenado de sacerdote, se retiró a hacer vida anacorética en las inmediaciones de Oña, Burgos.
En su soledad le sorprendieron los moros; pero, él huyó, juntó un ejército y luchó valientemente por la defensa de su comarca; predicó después a los mahometanos la fe.
Sanó al general de los muslimes de la gota, pero, instándole los muslimes a abandonar la fe, y rehusándolo, le encarcelaron en las caballerizas del ejército y le molieron a palos; al llegar a Quintanilla de las Dueñas, le cortaron la cabeza, en 830, según unos; en 950, según las historias más autorizadas.
La verdadera historia de este mártir es que fue un africano que padeció en Cesarea de Mauritania, en la persecución de Maximiano, s. IV, y algunas de sus reliquias llegaron siglos más tarde a las montañas de Burgos. |
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