El Estado Islámico, otra vuelta atrás
- ACEPRENSA
- 22.AGO.2014
Las atrocidades que está cometiendo el Estado Islámico (EI) contra los civiles y las minorías en Irak y Siria están llevando a musulmanes a preguntarse cuál ha sido el caldo de cultivo de ese fundamentalismo. El ex ministro de Información de Kuwait, Saad bin Tafla al Ajami, en un artículo publicado en el diario de Qatar Al Sharq (7-08-2014), recuerda que el EI, aunque ahora sea condenado por la mayoría de los musulmanes, es el producto de un discurso islámico que ha dominado la esfera pública. “No podemos negar que el EI ha estudiado en nuestras escuelas, ha rezado en nuestras mezquitas, ha escuchado nuestros medios de comunicación y las predicaciones de nuestros clérigos, ha leído nuestros libros y ha seguido las fatuas que hemos producido”.
Elham Manea, de nacionalidad yemení y suiza, politóloga y escritora, abunda en la misma idea en un artículo publicado en la web Global Minorities Alliance. Sería fácil, dice, insistir en que el EI no representa los preceptos del islam. Pero sus ideas son transmitidas ya desde hace tiempo “en las mezquitas que maldicen a los cristianos-cruzados, a los judíos, a los infieles, en cada predicación de los viernes. A través de los religiosos que desde sus programas televisivos predican un mensaje de odio y de intolerancia contra ‘el otro’, independiente de quien sea este ‘otro’. En las escuelas que enseñan que el castigo para el que abandona el islam por otra religión es la pena de muerte; que los cristianos y los judíos son ‘pueblos protegidos’, que deberían pagar un impuesto a cambio de que se les deje en paz, (…) En estas lecciones nunca se enseña que un ciudadano tiene el derecho a escoger la propia religión o que un ciudadano es igual ante la ley, cualquiera que sea su religión o credo”.
El EI, añade Elham Manea, es también el producto de la ideología del islam político, propagada a partir de 1973 gracias al dinero de las monarquías del Golfo y proseguido con la revolución iraní de 1979. Jefes de Estado se apoyan en algunos grupos islámicos para legitimar su poder a través de la religión y deslegitimar a sus oponentes. “A cambio del apoyo, los grupos islámicos son autorizados a monopolizar el discurso religioso con su ideología de odio, de exclusión e intolerancia”.
El fundamentalismo islámico es también consecuencia del fracaso político de los Estados, que no son capaces de garantizar a sus ciudadanos el mínimo de servicios sanitarios, educativos y sociales. “Los grupos islamistas, bien financiados, colman el vacío, con servicios empaquetados con su visión ideológica del mundo”.
Sería fácil sostener que el EI es fruto de una conspiración externa, termina Manea. “Pero si seguimos culpando a otros, si seguimos callando y sin actuar, somos nosotros, y nadie más, los que estamos dejando que nuestra religión sea literalmente secuestrada por esta interpretación fundamentalista del islam”.
Leyendo la proclama de al-Baghdadi, emergen sobre todo tres afirmaciones: “Queremos restaurar la grandeza del Islam”; “Occidente ha reducido el mundo islámico a la nada”; “retomemos nuestro liderazgo con la fuerza”.
“Este es el típico discurso mítico de los fundamentalistas”, comenta Samir Khalil: “Antes éramos magníficos; después nos han empobrecido; ahora retomemos el poder con la fuerza”.
Ante esta decadencia, nace el sueño de renacimiento. Se invoca la sharía, como si fuese algo “divino”, cuando en realidad es la sedimentación de las reglas tribales y beduinas de los siglos IX y X, que no pueden servir para el siglo XXI.
Para al-Baghdadi, se trata de restaurar el califato de Bagdad, considerado el periodo más brillante del islam., “pero la gran mayoría de los musulmanes no sueña con un califato, ni con un imperio sin fronteras”.
“En realidad, apunta Samir, la única vía para reconquistar nuestra dignidad y reconstruir culturalmente al hombre árabe y musulmán, es repensar las leyes, aplicar los derechos humanos, reforzándolos, dirigiéndonos en el sentido de una cultura abierta, que se solidariza con el resto del mundo. (…) El error del mundo islámico es ideológico. Es un error que lleva a guerras de tipo ideológico: cultural, religioso, histórico, que nunca tienen que ver con las verdaderas exigencias de la gente”.
Elham Manea, de nacionalidad yemení y suiza, politóloga y escritora, abunda en la misma idea en un artículo publicado en la web Global Minorities Alliance. Sería fácil, dice, insistir en que el EI no representa los preceptos del islam. Pero sus ideas son transmitidas ya desde hace tiempo “en las mezquitas que maldicen a los cristianos-cruzados, a los judíos, a los infieles, en cada predicación de los viernes. A través de los religiosos que desde sus programas televisivos predican un mensaje de odio y de intolerancia contra ‘el otro’, independiente de quien sea este ‘otro’. En las escuelas que enseñan que el castigo para el que abandona el islam por otra religión es la pena de muerte; que los cristianos y los judíos son ‘pueblos protegidos’, que deberían pagar un impuesto a cambio de que se les deje en paz, (…) En estas lecciones nunca se enseña que un ciudadano tiene el derecho a escoger la propia religión o que un ciudadano es igual ante la ley, cualquiera que sea su religión o credo”.
El EI, añade Elham Manea, es también el producto de la ideología del islam político, propagada a partir de 1973 gracias al dinero de las monarquías del Golfo y proseguido con la revolución iraní de 1979. Jefes de Estado se apoyan en algunos grupos islámicos para legitimar su poder a través de la religión y deslegitimar a sus oponentes. “A cambio del apoyo, los grupos islámicos son autorizados a monopolizar el discurso religioso con su ideología de odio, de exclusión e intolerancia”.
El fundamentalismo islámico es también consecuencia del fracaso político de los Estados, que no son capaces de garantizar a sus ciudadanos el mínimo de servicios sanitarios, educativos y sociales. “Los grupos islamistas, bien financiados, colman el vacío, con servicios empaquetados con su visión ideológica del mundo”.
Sería fácil sostener que el EI es fruto de una conspiración externa, termina Manea. “Pero si seguimos culpando a otros, si seguimos callando y sin actuar, somos nosotros, y nadie más, los que estamos dejando que nuestra religión sea literalmente secuestrada por esta interpretación fundamentalista del islam”.
El sueño desesperado del califato
Samil Khalil Samir, jesuita, árabe de origen egipcio, considera en Asia News que la proclamación del Califato islámico no es más que “un sueño desesperado”.Su “califa” Abu Bakr al-Baghdadi, es un iraquí que para llevar a cabo sus proyectos lo ha intentado primero con al Qaida, para luego romper con ellos. Quienes lo conocen dicen que no es capaz de entenderse con nadie. La única cosa que el EI posee es la fuerza. “Pero sus armas no pueden resistir frente a un verdadero ejército. El EI aparece como vencedor porque ha seguido la buena táctica de atacar en las regiones más débiles y más fáciles de someter, las debilitadas por los últimos tres años de guerras y terrorismo”.Leyendo la proclama de al-Baghdadi, emergen sobre todo tres afirmaciones: “Queremos restaurar la grandeza del Islam”; “Occidente ha reducido el mundo islámico a la nada”; “retomemos nuestro liderazgo con la fuerza”.
“Este es el típico discurso mítico de los fundamentalistas”, comenta Samir Khalil: “Antes éramos magníficos; después nos han empobrecido; ahora retomemos el poder con la fuerza”.
Ante esta decadencia, nace el sueño de renacimiento. Se invoca la sharía, como si fuese algo “divino”, cuando en realidad es la sedimentación de las reglas tribales y beduinas de los siglos IX y X, que no pueden servir para el siglo XXI.
Para al-Baghdadi, se trata de restaurar el califato de Bagdad, considerado el periodo más brillante del islam., “pero la gran mayoría de los musulmanes no sueña con un califato, ni con un imperio sin fronteras”.
“En realidad, apunta Samir, la única vía para reconquistar nuestra dignidad y reconstruir culturalmente al hombre árabe y musulmán, es repensar las leyes, aplicar los derechos humanos, reforzándolos, dirigiéndonos en el sentido de una cultura abierta, que se solidariza con el resto del mundo. (…) El error del mundo islámico es ideológico. Es un error que lleva a guerras de tipo ideológico: cultural, religioso, histórico, que nunca tienen que ver con las verdaderas exigencias de la gente”.
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