El Patrono de los obispos Latinoamericanos pastoreó una diócesis inmensa
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
A fines de abril celebramos a santo Toribio Mogrovejo. Es el obispo Patrono del Episcopado Latinoamericano.
Toribio es oriundo de España. Pero ya en su tiempo salió de sí y de sus muros para ir al encuentro de Jesús en las llagas del prójimo que sufre, como pide Papa Francisco, no como un príncipe sino como un servidor de los pobres y humildes.
Como misionero en América Latina fue obispo de una "súper" diócesis, que abarcaba desde Panamá hasta el Río de la Plata, la Arquidiócesis de Lima, desde 1589 hasta su muerte en 1606. Pastor incansable, lleno de amor y compasión, recorría a pie y a caballo su jurisdicción, atendiendo a la gente. Inflexible con los que explotaban y maltrataban a los indios, se enfrentó a los encomenderos. Aprendió las lenguas de tantos pueblos originarios diversos, para compartir con ellos la alegría del Evangelio. Imagínense cómo trabajó por Jesús y la gente que, ya en aquel tiempo, convocó sínodos y concilios para organizar la evangelización en una región tan grande, publicó catecismos y textos para homilías y de ayuda para los confesores. Entre otras cosas, fundó también el primer seminario de formación para sacerdotes de América Latina.
¡Viva santo Toribio milagroso!
Roguemos a Dios, por intercesión de Santo Toribio y Jesús Buen Pastor, por todos los pastores del Pueblo de Dios peregrino en Latinoamérica para que, siguiendo su ejemplo, den testimonio de la alegría del Evangelio como discípulos misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos tengan la Vida plena que el Resucitado nos ofrece.
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