jueves, 30 de abril de 2015

San José Benito de Cottolengo - San Pío V - Santos Amador presbítero, Pedro monje, y Luis, mártires - Santa Guyart 30042015

San José Benito de Cottolengo

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Como San Juan Bosco, San Luis Orione y San Leonardo Murialdo, San José Benito Cottolengo vino al mundo en el Piamonte, una región marcada por los avatares trágicos de la Revolución Francesa, donde en el siglo XIX llevó a cabo una heroica labor en pro del desamparado y el necesitado


El 3 de mayo de 1786 vino al mundo en la pequeña población de Bra, provincia de Cuneo, José Benito Cottolengo, el primero de los doce hijos de un comerciante de lanas y de una devota y piadosa dama piamontesa de quien aprendió los principios de la Fe cristiana.

La infancia y adolescencia del muchacho estuvieron marcadas por los avatares trágicos de la Revolución Francesa, que estremeció al Piamonte casi tanto como a la misma Francia, y por la posterior invasión napoleónica que sujetó toda Europa a su dominio.

Encontrándose su tierra sometida al imperio francés, José Benito debió cursar sus estudios sacerdotales en la clandestinidad y como no le resultaron fáciles se encomendó a Santo Tomás de Aquino. ¡Su intercesión ante Dios fue tan eficaz que aprobó con éxito todos los exámenes!

El 8 de junio de 1811 fue ordenado sacerdote en la capilla del seminario de Turín y al poco tiempo se lo designó vicepárroco de Corneliano d’Alba. Doctorado en Teología en 1816, fue convocado a integrar la Congregación de los Canónicos de la iglesia de Corpus Domini en Torino (Turín), pero rápidamente comenzó a sentir una profunda insatisfacción por lo que suponía era una suerte de inacción de su parte. En esas circunstancias comenzó a profundizar y meditar sobre las grandezasde la vida y las enseñanzas de San Vicente de Paul, actitud que, según sus biógrafos lo condujo a una madurez espiritual sin precedentes.

Fue entonces que ocurrió un hecho que habría de marcarlo para toda la vida. El 2 de septiembre de 1827, una humilde mujer de origen francés que viajaba desde Milán a Lyon con su esposo y sus tres hijos, llamó a las puertas de su parroquia en busca de auxilio. La mujer, gravemente enferma, se hallaba en el sexto mes de embarazo y necesitaba urgente atención. Benito al verla en ese estado la condujo en su carruaje hasta el cercano hospital de tuberculosos con la intención de que la atendiesen lo más rápidamente posible pero, grande fue su sorpresa cuando sus autoridades le manifestaron que no estaban en condiciones de hacerlo por tratarse de una extranjera que no reunía los requisitos legales para ser internada. Además, dada su extrema pobreza, no podía costearse ningún tratamiento. De inmediato, partió Benito rumbo a otro nosocomio, el Hospicio de Maternidad, donde obtuvo los mismos resultados. Afligido, hizo nuevos intentos en otras instituciones sanitarias pero todo fue en vano: la pobre mujer expiró en sus brazos tras una larga agonía y mucho sufrimiento.

Grande fue su desconsuelo, tremendo su dolor; dolor que se tornó insoportable al ver los rostros desolados del marido y los tres niños, ahora huérfanos. «Esto no  puede volver a ocurrir. Debo hacer algo para que la gente desamparada tenga un  sitio al que acudir», pensó Benito, atormentado por el recuerdo de la mujer  muerta en sus brazos.
El 17 de enero de 1828 José Benito Cottolengo alquiló a un particular una sencilla habitación frente a la iglesia parroquialy en ella instaló cuatro camas, abriendo de esa manera un pequeño hospital llamado la «Valle Rossa». Lo asistían el médico Lorenzo Granetti y el farmacéutico Pablo Anglesio, bajo la atentadirección de doña Mariana Nasi Pullini, rica viuda de la región que efectuó los primeros aportes a la naciente obra, llamada en un primer momento Damas  de la Caridad. La institución fue creciendo y al cabo de tres años contaba  con 210 internados y 170 asistentes.
Necesitado de más colaboración, el P. Benito fundó una congregación dedicada exclusivamente a prestar asistencia al nosocomio recientemente fundado y designó superiora a Mariana Nasi.

En 1831 estalló una epidemia de cólera que azotó ferozmente a Turín. Las autoridades, temerosas de que el hospital se convirtiese en un centro de propagación del temible flagelo, ordenaron clausurarlo y dejaron una vez más a los pobres enfermos totalmente desamparados.

Lejos de amilanarse, Cottolengo se encaminó al barrio de Valdocco, por entonces en las afueras de la ciudad, y allí fundó la Pequeña Casa de la Divina Providencia«La caridad de Cristo nos anima». que, andando el tiempo, habría de convertirse en un magnífico hospital con capacidad para 10.000 pacientes. Y sobre sus puertas mandó esculpir las palabras de San Pablo:

Su fuerza de espíritu y la ayuda de almas caritativas le permitieron inaugurar nuevos pabellones que engrandecieron considerablemente el establecimiento. Así vieron la luz la Casa de la  Esperanza, la Casa de la Fe, la Casa de Nuestra Señora y el Arca  de Noé, donde fueron internados pacientes de extrema pobreza. El pabellón  denominado Amigos Queridos fue destinado a los enfermos mentales,  siguiéndole el de los huérfanos, los inválidos, los desamparados y los  sordomudos.

Tal fue la grandeza y amplitud de la obra que un escritor francés de visita en Turín en aquellos días manifestó asombrado: «Esto es la universidad de la caridad cristiana».










San Benito José Cottolengo

Los restos del   santo se encuentran en una imagen de cera dentro de un relicario de    cristal en la Piccola Casa della Divina Providenza, en la via Cottolengo de Turín


Hechos prodigiosos
El Padre Cottolengo jamás llevó cuentas ni hizo inversiones. Solía gastar todo en su obra sin guardar nada para el día siguiente. En cierta oportunidad uno de sus asistentes le dijo que no había alimento para los enfermos y que la situación era apremiante. El padre Benito reu-nió a la comunidad y preguntó si alguno de los presentes tenía dinero. Cuando alguien le dio un par de billetes los alzó a la vista de todos y los arrojó por la ventana. Poco después llegó desde la ciudad todo lo necesario para los internados.

Otro día, a la misma hora, ocurrió un hecho similar. No había nada para los pacientes. En vista de ello el santo se retiró con sus religiosas y algunos enfermos a rezar. Y enfrascado se hallaba en sus oraciones cuando cerca del medio día se detuvieron frente al hospicio ¡varios carros del ejército con el almuerzo que los regimientos no iban a utilizar por encontrarse en maniobras a mucha distancia!  
Rumbo a los altares

Tanto trabajo y tanta vocación, minaron la salud de Cottolengo. Intuyendo que su fin estaba cerca, escribió al conde Castegnetto manifestándole, entre otras cosas, que temía llegar a la siguiente Pascua sin ver extendida la mano de Dios sobre laPequeña  Casa. Hacía alusión a un importante crédito que se debíacubrir y que lo tenía sumamente angustiado. Y una vez más el Señor respondió a su pedido ya que a los pocos días el rey Víctor Manuel le envió sorpresivamente 5.000 liras, seguidas de otras 36.000 que le dejaba en herencia el canónico Valletti. Para la Pascua, ¡el crédito estaba cubierto!.

En 1842 la peste de tifus se abatió sobre Turín. San José Benito enfermó y el 30 de abril falleció, a los 56 años de edad, después de recibir la Unción de los Enfermos en Chieri, el día anterior. Esa misma tarde se casaba el rey Víctor Manuel y para no amargar tan fastuoso acontecimiento, su cuerpo fue trasladado en el más absoluto silencio a la capilla de la Pequeña Casa donde fue velado sin  pompa y con sencillez.
El 29 de abril de 1917 el Papa Benedicto XIV lo declaró beato y el 19 de marzo de 1934 Pío XI lo proclamó santo.

San José Benito Cottolengo conoció y trabó amistad con otro hombre de Dios, San Juan Bosco, a través del cual un discípulo de este último, el joven estudiante Luis Orione, supo de sus obras, su grandeza y su fortaleza espiritual. Y tanto fue lo que Cottolengo influenció en el futuro seminarista, que cuando varios años después él mismo inició su camino de santidad, bautizó a su naciente congregación con el nombre de Pequeña Obra de la Divina Providencia, en recuerdo de la  fundada por el gran apóstol de Valdocco.

Hoy se denomina a  las instituciones que cobijan a huérfanos y desvalidos con el nombre de «cottolengos»,  prueba evidente de la grandeza de su mentor.
El Piamonte es tierra de grandes santos que hicieron de la piedad y la ayuda al necesitado, su cruzada y evangelio. San José Benito Cottolengo fue quizás el precursor de todos ellos.







Oremos

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San José Benito de Cottolengo para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.







Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora del África, Argel (1876)



San Pío V

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Papa (1504-1572)   Nació cerca de Alejandría (Italia) el año 1504. Se hizo dominico y fue profesor de Teología. Obispo, cardenal y finalmente Papa en el 1566.    Su principal empeño consistió en poner en práctica las disposiciones del Concilio de Trento que hacían referencia a la fe, a la disciplina y a la liturgia.   Dio a la Iglesia un impulso misionero y propagó el rezo del Santo Rosario con motivo del triunfo de la cristiandad en Lepanto.







Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que San Pío V, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia y a sus rebaños y hazlos progresar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Amador España

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Santos Amador presbítero, Pedro monje, y Luis, mártires
Cristianos que vivieron en tierra de musulmanes en España (711-1492) manteniendo su fe. En general, se puede decir que llevaron una vida muy difícil, y los que aquí enumeramos pagaron su fidelidad a Cristo con el martirio. También hoy son un modelo para el que quiera vivir al Evangelio fielmente.
El elenco de los santos mozárabes, que recoge el "Martyrologium Romanum" (Roma 2001), está compuesto en su mayoría por mártires, y por unos pocos confesores. Tenemos relatos de los martirios de la mayoría de ellos, escritos por contemporáneos, que los conocieron personalmente, y, que incluso compartieron la cárcel con ellos, y, posteriormente, padecieron el martirio2
.
Estos hombres y mujeres son mártires en el verdadero sentido de la palabra, es decir, que padecieron la muerte violenta por no renegar de su fe, y por practicar libremente el cristianismo, dando así un "testimonio" inapelable de la Resurrección de Jesucristo. Llevaron una vida santa, de oración, amor a Dios y al prójimo, sin usar la violencia, detestable para un cristiano, y recibieron la muerte que ni deseaban, ni buscaban, con una inexplicable entereza y paz del alma, haciendo el bien, y no causando el mal. Fueron, en definitiva, buenos imitadores de Jesucristo, el Dios único, que se hizo Hombre y bajó a la tierra para salvarnos.
(1) Cf.CONGREGATIO DE CULTU DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM "Martyrologium Romanum" (Roma 2001).
(2) SAN EULOGIO, "Memorial de los santos"; "Documento martirial"; "Apologético de los mártires"; ÁLVARO DE CÓRDOBA, "Vida de Eulogio".
(3) No es un error, así se llamaba el diácono san Emilia (Cf. 
CONGREGATIO DE CULTU DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM "Martyrologium Romanum", Roma 2001).







Dios todopoderoso y eterno, que diste a los santos mártires Amador, Pedro y Luis la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por ti, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuesras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


Santa Guyart

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Santa María de la Encarnación Guyart
Viuda, Ursulina (1599-1672)
Nacida en Tours, Francia, María Guyart se casó con  Claudio Martin.  Esté se murió después de seis años de matrimonio.  Para  contestar al llamamiento del Señor, la joven viuda se despidó de su  hijo Claudio, quien no tuvo ya doce años, para entrar con las Ursulinas.   A la edad de cuarenta años, ella cruzó el Atlántico para fundar el  Monasterio de las Ursulinas en Quebec para la educación de las niñas de  la Nueva Francia y de las Amerindias.  Murió en Quebec a los 72 años. Nació en 1599 María Guyart, de familia humilde, en Tours, y a pesar de sentir muy pronto la vocación religiosa, fue en 1617 dada en matrimonio al comerciante Claudio Martin, que murió a los dos años, dejándole un hijo, también llamado Claudio. Y aunque todavía hubo de trabajar un tiempo como administradora de una empresa de su cuñado, ya en 1621 hizo voto de virginidad perpetua.

En esos mismos años, de trabajos y ajetreos, tuvo notables visiones de la Trinidad y del Verbo encarnado, recibiendo en 1627 la gracia mística del matrimonio espiritual. En 1631 ingresó, por fin, en las Ursulinas de Tours, en donde su vida mística alcanzó más altos vuelos. Tomó el nombre de María de la Encarnación.

En 1639, con la joven María de San José, pasó a América para fundar en Quebec (Canadá). Guardando allí clausura conventual, fue desde entonces el alma de las misiones en la Nueva Francia. Son años de altísima vida mística, reflejada en admirables escritos y en miles de cartas. María de la Encarnación, en medio de guerras y revueltas, incertidumbres y martirios, avances misionales y retrocesos, fue como el corazón de la Iglesia naciente, ayudando a unos, aconsejando a otros, y animando a todos.

Para entrar mejor en la vida misional, aprendió pronto las lenguas nativas, el iroqués, el montañés, el algonquino y el hurón, hasta el punto de que compuso diccionarios y catecismos. Uniendo a la oración y a la penitencia su palabra encendida, convertía con la gracia de Dios a las personas, llamándolas a perfección. Su mismo hijo Claudio llegó a ser un excelente benedictino, y escribió más tarde la biografía de su madre (París 1677).

En una ocasión confesaba la Beata: «Gracias a la bondad de Dios, nuestra vocación y nuestro amor por los indígenas jamás han disminuido. Yo los llevo en mi corazón e intento, muy dulcemente, mediante mis oraciones, ganarlos para el cielo. Existe siempre en mi alma un deseo constante de dar mi vida por su salvación» (Herencia 528).

María de la Encarnación murió en 1672 con gran fama de santidad. Declarada venerable en 1911, fue beatificada el 22 de junio 1980, como «Madre de la Iglesia católica en el Canadá», por S.S. Juan Pablo II 







Un amor casto y puro

calladamente:

más grande que la vida

y que la muerte.

Dulce su casa,

y su marido en ella

se contemplaba.

Era su amor de madre

como una rosa:

pétalos de fragancia

y espinas rojas.

Y era su seno

un arrullo de lirios

y de silencios.

Olor a roja viña

y a tierra hogaza:

y su mano prudente

acariciaba.

Sus dedos limpios

iban tejiendo lana

para sus hijos.

Y Dios desde su cielo

se sonreía,

por la casta frescura

de fuente limpia.

Amor callado

que vestía al Cordero

de rojo y blanco. Amén

Oremos

Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor infinito a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa María de la Encarnación Guyart, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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