San Juan Bueno de Milán
San Juan Bueno, obispo
En Milán, ciudad de Lombardía, san Juan Bueno, obispo, que restituyó a esta población la sede episcopal, anteriormente trasladada por causa de los lombardos a la ciudad de Génova. Por su fe y sus buenas costumbres fue grato a Dios y a los hombres.
La archidiócesis de Milán, universalmente conocida como «Iglesia Ambrosiana», por el nombre de su más grande obispo y doctor de la Iglesia, san Ambrosio, tuvo una pléyade de hasta 143 obispos, 38 de los cuales fueron santos y 2 beatos. Durante sus diecisiete siglos de la historia, hubo un momento en que la sede episcopal de la antigua «Mediolanum» se tuvo que trasladar temporalmente a la Liguria, con la invasión de los lombardos, que aún eran paganos. Justo al final de este triste período fue el obispado de san Juan Bueno.
El santo nació en Camogli, cerca de Génova, o de acuerdo con una antigua tradición, en Recco, una localidad de la ribera ligura de Levante. Las vicisitudes de su historia están indisolublemente entretejidas con la leyenda. Algunos datos biográficos nos llegan a través de un poema muy probablemente compuesto entre los siglos XI y XIII. El anónimo autor afirma que Juan nació en Camogli, de una familia noble del valle de Recco, y esto podría ser una explicación de la antigua rivalidad acerca de su ciudad natal. Ya de niño Juan fue llevado a Milán, donde emprendió los estudios eclesiásticos y fue incardinado en la Iglesia de Milán. Mientras tanto, después de casi ochenta años de exilio forzoso, Rotario, el famoso rey lombardo, que había invadido incluso la Riviera italiana, acuerda con el clero ambrosiano el regreso del obispo a su lugar natural. Así fue que Juan, apreciado por todos por su calidad humana y por su inteligencia, en el 641 fue aclamado trigésimo sexto obispo de Milán, primero en gobernar nuevamente en la restaurada sede episcopal de Lombardía.
Su humildad y su generosidad se convirtieron casi en proverbiales entre la grey confiada a sus cuidados pastorales, que pronto comenzó a llamarlo cariñosa y afectuosamente Juan «el bueno». El poema mencionado lo recuerda así: «Solícito en confortar y consolar a los pobres, alimentar al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento, visitar a los enfermos y los presos, ofrecer hospitalidad a los viajeros. Lleno de gracia, fe y buenas costumbres, agradable a Dios y a los hombres, brilló en sus acciones. Juan se mostraba tan humilde ante todos que, por esa humildad, era difícil discernir si realmente era el obispo». El único episodio históricamente bien señalado en la vida de este santo obispo fue un viaje a Roma que hizo a finales del 649, para asistir a un sínodo convocado por el papa Martín I, que se celebró en la basílica lateranense.
San Juan Bueno murió en Milán después de al menos diez años de episcopado y sus restos mortales fueron sepultados en la actual iglesia de «San Miguel in Duomo», llamada así porque estaba al lado de la «Domus Sancti Ambrosii», el antiguo nombre de la sede episcopal. Cuatro siglos después el obispo Ariberto reavivó el culto en toda la diócesis, tras el descubrimiento del cuerpo que se creía perdido. Pero fue san carlos Borromeo quien trasladó las reliquias a la catedral, el 24 de mayo de 1582, y erigió un altar en su honor, entre los más ricos y más magníficos del sagrado edificio. En 1951, el beato cardenal Ildefonso Schuster ordenó un nuevo reconocimiento de los restos del santo, que resultó medir cumplidos 190 centímetros de altura, y los hizo colocar en una nueva urna metálica.
fuente: Santi e Beati
San Vincenciano de Tulle | |
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San Vincenciano, eremita
En la región de Tulle, en Aquitania, san Vincenciano, eremita.
La única fuente de información que poseemos sobre este santo es muy poco de fiar. Se trata de una biografía cuyo autor, un diácono llamado Hermemberto, intenta hacerse pasar por tutor de Vicenciano, aunque vivió lo suficiente para escribir esta vida después de muerto su pupilo. Según dicha «biografía», Vicenciano perdió a sus padres cuando era todavía muy niño, y fue educado por un tal Heraldo, duque de Aquitania. De acuerdo con san Didier, obispo de Cahors, Heraldo decidió que un talento tan brillante como el de Vicenciano no podía encontrar mejor empleo que sirviendo a Dios en el sacerdocio. Pero Beraldo murió poco después y su hijo y heredero obligó al obispo a enviar a Vicenciano a servir en los establos del nuevo duque. Para entonces Vicenciano había adquirido ya una ferviente piedad; repartió, pues, sus vestidos entre los pobres, se negó a casarse con la mujer que su señor quería imponerle y, por último, ante la fuerza de los golpes y de las amenazas, huyó al bosque, donde vivió como ermitaño.
Inútil hablar de los extravagantes milagros que caracterizan cada una de las etapas de esta vida. Vicenciano murió, como le había sido revelado en una visión, el 2 de enero del año 672. Un carro tirado por dos bueyes transportó las reliquias del santo al sitio que éstas iban a hacer famoso. En el camino, un oso mató a uno de los bueyes, pero un discípulo del santo mandó al oso que ocupara el sitio del buey que había matado, y la fiera obedeció dócilmente y se puso a tirar el carro.
Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. v, pp. 112-128; Bruno Krusch en Neues Archiv, vol. XXVIII, p. 561. No existe ninguna prueba concluyente de la existencia de san Vicenciano, pero incluso la última edición del Martirologio ha decidido mantener la inscripción, sólo para el culto local.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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San Mainquino de Luimneach | |
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En Luimneach, ciudad de Hibernia, san Mainquino, celebrado como obispo.
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SOY VICTOR Y SOY GAY
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