Beato Eugenio III, papa
fecha: 8 de julio
†: 1153 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 28 dic 1872
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 1153 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 28 dic 1872
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Tívoli, en el Lacio, tránsito del
beato Eugenio III, papa, discípulo amado de san Bernardo, que, elegido
pontífice después de haber sido abad del monasterio de los santos Vicente y
Anastasio ad Acquas Salvias, defendió con tesón al pueblo cristiano de Roma de
las insidias de los herejes y renovó también la disciplina eclesiástica.
Eugenio III, a quien san Antonino de
Florencia señala como a «uno de los Pontífices más grandes y que más
sufrieron», nació en Montemagno, entre Pisa y Lucca, probablemente entre los
miembros de la familia Paganelli. Recibió en el bautismo el nombre de Pedro.
Después de ocupar un cargo en la curia episcopal de Pisa, ingresó en 1135 al
monasterio cisterciense de Claraval. En religión tomó el nombre de Bernardo, y san Bernardo fue
su superior en aquel monasterio. Cuando el papa Inocencio II pidió que algunos
cistercienses fuesen a Roma, san Bernardo envió a su homónimo como jefe de la
expedición. Los cistercienses se establecieron en el convento de San Anastasio
(Tre Fontane), donde el abad Bernardo se ganó la admiración y el cariño de
todos. Una de las principales dificultades de la comunidad era que el
monasterio estaba situado en una región malsana. En una de sus cartas, san
Bernardo compadecía a sus hermanos, pero al mismo tiempo les aconsejaba que se
guardasen de abusar de las medicinas, diciéndoles que ello sería contrario a su
vocación y nocivo a su salud.
A la muerte del papa Lucio II, en 1145,
los cardenales eligieron para sucederle a Bernardo, el abad de San Anastasio.
La elección fue una sorpresa para Bernardo y sus monjes. En realidad, no
sabemos qué fue lo que movió a los cardenales a elegir a Bernardo; tal vez fue
simplemente su santidad. San Bernardo de Claraval, que tampoco se esperaba la
noticia, escribió a los electores: «Dios os perdone lo que habéis hecho [...]
Habéis enredado en los asuntos públicos y arrojado a la vorágine de las
multitudes a quien había huido de ambas cosas [...] ¿Acaso no había entre
vosotros hombres sabios y experimentados, capaces de ejercer el pontificado? A
decir verdad, parece absurdo que hayáis elegido a un hombre humilde y de
fuerzas insuficientes para vigilar a los reyes, gobernar a los obispos y
disponer de reinos e imperios. No sé si hay que considerar este hecho como
ridículo o como milagroso». San Bernardo escribió también al nuevo Papa en
términos muy francos: «Si es Cristo el que os envía, tened en cuenta que estáis
llamado, no a ser servido sino a servir. Espero que el Señor me conceda ver
retornar la Iglesia a la época en que los Apóstoles echaban las redes para
pescar almas y no plata y oro».
El nuevo pontífice tomó el nombre de
Eugenio. Pero el senado romano se opuso a su consagración, si no reconocía
antes los derechos soberanos que el senado había usurpado. Como no pudo
oponerles resistencia, Eugenio III huyó a la abadía de Faría, donde fue
consagrado. Después se trasladó a Viterbo, donde hizo frente a Arnoldo de
Brescia, el enemigo de san Bernardo y del alto clero, que había sido condenado
junto con Pedro Abelardo, para tratar de devolverle al camino recto. Lo
consiguió tan cabalmente, que Arnoldo abjuró de sus errores y prometió
obediencia. El Pontífice le absolvió, pero tuvo la mala ocurrencia de enviarle
a Roma en una peregrinación de penitencia. Aquel viaje fue una desgracia,
porque el ambiente romano acabó bien pronto con los buenos propósitos de
Arnoldo, quien se convirtió en el jefe de los enemigos del Papa. Eugenio III
tuvo que abandonar la Ciudad Eterna por segunda vez y, en enero de 1147 aceptó
con gusto la invitación que le hizo Luis VII de que fuese a predicar la cruzada
en Francia. La segunda Cruzada empezó en el verano del mismo año, bajo el mando
del rey de Francia, y resultó un completo fracaso. Eugenio III, intimidado por
el desastre y por las vidas humanas que había costado, se negó a seguir el
consejo de san Bernardo y del abad Sugerio, regente de Francia, quienes le
proponían que predicase de nuevo la cruzada para conseguir refuerzos. El Papa
permaneció en Francia hasta que el clamor popular por el fracaso de la cruzada
le hizo imposible la vida. Durante su estancia en aquel pais, presidió los
sínodos de París, Tréveris y Reims, que se ocuparon principalmente de promover
la vida cristiana; también hizo cuanto pudo por reorganizar las escuelas de
filosofía y teología. De acuerdo con el consejo de san Bernardo, Eugenio III
alentó a santa Hildegarda,
autora de varias obras místicas. En una carta que le escribió, le decía: «Nos
felicitamos y os felicitamos por las gracias y revelaciones que Dios os ha
concedido. Pero aprovechamos la ocasión para recordaros que Dios resiste a los
orgullosos y favorece a los humildes. Guardaos de malgastar la gracia que hay
en vos y corresponded a vuestra vocación espiritual siendo muy cauta en lo que
escribís».
En mayo de 1148, el Pontífice volvió a
Italia. Como todas las negociaciones resultasen inútiles, excomulgó a Arnoldo
de Brescia (quien en sus peores momentos presagiaba a les demagogos
doctrinarios de épocas posteriores) y se preparó a emplear la violencia contra
los romanos. Pero éstos, temerosos de los horrores de la guerra, se apresuraron
a aceptar las condiciones de Eugenio III, quien volvió a esta establecerse en
Roma a fines de 1149.
Por esa misma época, san Bernardo dedicó
al Sumo Pontífice su tratado ascético «De Consideratione», que es una de sus
obras más famosas. El santo afirmaba que el Papa tenía por principal deber
atender a las cosas espirituales y que no debía dejarse distraer demasiado por
los «asuntos malditos» de los que, necesariamente, tenía que ocuparse, como por
ejemplo, los litigios con «hombres ambiciosos, avaros, simoníacos, sacrilegos,
venales, incestuosos y, en fin, toda clase de monstruos humanos». El Papa es el
«pastor universal», la «cabeza del clero», el jefe «de la Iglesia Universal,
extendida por todo el mundo». Por otra parte, «no es más que un hombre y debe
mantenerse en la humildad, sin caer en la acepción de personas; debe trabajar
incansablemente, sin complacerse en el éxito de su trabajo. Jamás ha de
recurrir al uso de la espada cuando fracasan las armas espirituales, porque eso
toca al emperador. En la corte papal debe reinar la justicia, y la virtud debe
florecer en su casa. Por encima de todo ha de buscar a Dios, más en la oración
que en el estudio». Era imposible que un pontífice, si se esforzaba por seguir
tales consejos, no alcanzase la santidad. Tal vez bajo la influencia del
escrito de san Bernardo, Eugenio III partió de Roma en el verano de 1150 y
permaneció dos años y medio en la Campania, procurando obtener el apoyo del
emperador Conrado III y de su sucesor, Federico Barbarroja.
Eugenio III hubo de ocuparse de algunos
asuntos de la Iglesia de Inglaterra. El rey Esteban había prohibido que los
obispos ingleses asistieran al sínodo de Reims, realizado en 1148 y desterró a
Teobaldo de Canterbury por haber desobedecido sus órdenes. Eugenio III estuvo a
punto de excomulgar al rey. En el sínodo de Reims el Papa depuso al arzobispo
de York, Guillermo,
a causa de algunas irregularidades de su elección y del celo indiscreto de sus
partidarios. Guillermo soportó la pena con tal mansedumbre, que fue canonizado
más tarde. Eugenio III aprobó la regla de la orden fundada en Norfolk por san Gilberto de
Sempringham. En 1152 envió como legado a Escandinavia al
cardenal Nicolás Breakspear, «el Apóstol del norte», quien llegaría a ser, con
el tiempo, el único papa inglés, con el nombre de Adriano IV.
Eugenio III murió en Roma, siete meses
después de su regreso a la Ciudad Eterna, el 8 de julio de 1153. Su culto fue
aprobado en 1872. Rogelio de Hoveden, un cronista inglés de la época, dice de
él que «fue digno de la altísima dignidad pontificia. Era de natural muy
bondadoso, de una discreción extraordinaria y su rostro no sólo manifestaba
alegría, sino júbilo». Esta última característica es muy de admirar, dado lo
que Eugenio III tuvo que sufrir. El santo conservó siempre un corazón de monje,
y jamás depuso el hábito ni las austeridades de los cistercienses. Al hablar de
él, Pedro de Cluny escribía a aan Bernardo: «Jamás he tenido un amigo más fiel,
un hermano más digno de confianza, un padre más amable. Siempre está dispuesto
a escuchar y habla con maestría. Por otra parte, no trata a los que se acercan
como superior, sino como si fuese su igual o aun inferior a ellos. No hay en él
el menor rastro de arrogancia o de espíritu de dominación; todo él respira
justicia, humildad y equilibrio».
El Cardenal Boso, contemporáneo de Eugenio
III, escribió una breve biografía (Liber Pontificalis, ed. Duchesne, u, 236).
En las crónicas de la época, particularmente en las que se refieren a Arnoldo
de Brescia, hay numerosos materiales. Ver Mann, The Lives of the Popes, vol.
IX, pp. 127-220; ver H. Gleber, Papst Eugen III (1936), acerca de la política
de este Pontífice.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 1500 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2297
Beato Pedro Vigne, presbítero y fundador
fecha: 8 de julio
n.: 1670 - †: 1740 - país: Francia
canonización: B: Juan Pablo II 3 oct 2004
hagiografía: Vaticano
n.: 1670 - †: 1740 - país: Francia
canonización: B: Juan Pablo II 3 oct 2004
hagiografía: Vaticano
En Rencurel, Francia, beato Pedro Vigne,
presbítero, fundador de la congregación de las «Hermanas del Santísimo
Sacramento».
Pedro Vigne nació el 20 de Agosto de 1670
en Privas (Francia), pequeña ciudad muy marcada aún por las consecuencias de
las guerras de religión del siglo anterior, entre católicos y protestantes. Su
padre Pedro Vigne, honrado comerciante en textil, y su madre, Francisca
Gautier, casados en la Iglesia Católica, han hecho bautizar a sus cinco hijos
en la parroquia católica de Santo Tomás de Privas. Dos hijas murieron muy
temprano. Pedro y sus dos hermanos mayores, Juan Francisco y Eleonora, viven
con sus padres en una relativa comodidad.
Después de haber recibido una educación e
instrucción de buen nivel (a los 11 años, Pedro es llamado por el cura de la
parroquia para firmar como testigo las actas parroquiales de Bautismo,
matrimonio y defunción), al final de su adolescencia, de repente su vida queda
transformada por la toma de conciencia de la presencia de Jesucristo en la
Eucaristía. Esta experiencia le orienta definitivamente hacia Jesús que entrega
su vida en la Cruz por nuestro amor y que, por la Eucaristía, no cesa de darse
a todos. En 1690 entra en el seminario sulpiciano de Viviers. Ordenado
sacerdote, el 18 de Septiembre de 1694, en Bourg Saint Andéol, por el obispo de
Viviers, es destinado como coadjutor a Saint Agrève. Durante seis años ejerce
allí su ministerio sacerdotal en amistad con su párroco y en cercanía con los
fieles.
Siempre atento para discernir a través de
los acontecimientos la voluntad del Señor sobre su vida, se siente llamado a
vivir otra cosa. Al principio su itinerario espiritual parece ser un poco
vacilante, pero se hará cada vez más firme y seguro. Su deseo de ser misionero
entre la gente sencilla le decide a entrar en la Congregación de los
Lazaristas, en Lyon, en 1700. Allí recibe una sólida formación para la pobreza
y las «misiones populares», y empieza a recorrer pueblos y ciudades con sus
compañeros para evangelizar al pueblo cristiano. En 1706 deja voluntariamente a
los Lazaristas. Más que nunca le mueve la pasión de las almas, sobre todo la
gente de los pueblos y caseríos. Después de un breve tiempo de búsqueda, su
vocación se delinea con firmeza y adquiere un rumbo firme. Pedro será «misionero
itinerante», aplicando su propio método pastoral a la vez que somete siempre su
ministerio a la autorización de sus superiores jerárquicos.
Incansablemente, y durante más de treinta
años, recorre, andando o a caballo, los caminos del Vivarais, del Dauphiné y
más aún. Para hacer conocer, amar y servir a Jesucristo se enfrenta con el
cansancio de los viajes y el rigor del clima. Predica, visita a los enfermos,
catequiza a los niños, administra los sacramentos y va hasta llevar a hombros
«su» confesionario para estar siempre dispuesto a ofrecer la misericordia de
Dios. Celebra la Misa, expone al Santísimo, enseña a los fieles a adorar.
María, «Hermoso sagrario de Dios entre los hombres», tiene también un lugar de
predilección en su oración y enseñanza.
En el transcurso de una de sus misiones,
en 1712, llega a Boucieu le Roi, cuya topografía le permite levantar un Vía
Crucis. Con la ayuda de los feligreses de la zona construye 39 estaciones que,
a través del pueblo, el campo y la montaña, enseñan a los cristianos a seguir a
Jesús desde la Cena hasta Pascua y Pentecostés. Boucieu va a ser su residencia,
fuera de las misiones. Allí reúne a algunas mujeres que encarga de «acompañar a
los peregrinos» del Vía Crucis para ayudarles a meditar y a orar. Es allí que
funda la Congregación de las «Hermanas del Santísimo Sacramento». El 30 de
Noviembre de 1715, en la iglesia, les entrega la cruz y el hábito religioso.
Les invita a hacer turnos para adorar a Jesús presente en la Eucaristía, y a
vivir juntas fraternalmente. Les confía la tarea de enseñar a la juventud.
Atento a la necesidad de instruir a los niños para darles la oportunidad de
acceder a la fe y adoptar comportamientos cristianos, Pedro Vigne abre escuelas
y crea un seminario de «Regentas», modo de llamar entonces a las maestras de
escuela.
Una vida tan intensa necesita apoyos.
Cuando el Padre Pedro va a Lyon para comprar, nunca deja de ir a casa de sus
antiguos maestros de San Sulpicio para encontrar a su confesor y a su director
espiritual. Atraído pronto por la espiritualidad eucarística de los Sacerdotes
del Santísimo Sacramento, fundados por Monseñor d'Authier de Sisgaud, el 25 de
Enero de 1724, en Valence, le admiten como cofrade en esta sociedad sacerdotal
y se beneficia de su ayuda espiritual y temporal.
A la vez que asume el acompañamiento de su
joven Congregación, Pedro Vigne continúa sus viajes apostólicos y, para
prolongar los frutos de sus misiones también escribe libros: reglamentos de
vida, obras de espiritualidad y sobre todo las «Meditaciones sobre el libro más
hermoso que es Jesucristo sufriendo y muriendo en la Cruz».
A los 70 años acusa los efectos del
cansancio. En el transcurso de una misión en Rencurel, en las montañas del
Vercors, un fuerte malestar le obliga a interrumpir su predicación. A pesar de
todos sus esfuerzos para celebrar aún la Eucaristía y exhortar a los fieles a
vivir el amor a Jesús, se da cuenta que su fin se acerca, expresa todavía su
inmenso ardor misionero y entra en profunda oración. Un sacerdote y dos
hermanas llegadas rápidamente acompañan sus últimos momentos. El 8 de Julio de
1740 se reúne con Aquel que tanto amó, adoró y sirvió. Su cuerpo fue
transportado a Boucieu, donde descansa aún en la pequeña iglesia. Fue
beatificado el 3 de octubre de 2004.
Nota de ETF: Esta es la versión «oficial»
de su vida, sin firma, pero posiblemente escrita por algún miembro de su
congregación. Antonio Borrelli, en Santi e beati, explica
de otro modo el caso de su bautismo católico, ya que la familia del beato en
realidad era calvinista, pero como muchas otras -que no podían exponerse a un
exilio forzoso-, bautizaron a su hijo en el catolicismo para evitar las
sanciones de los edictos reales. La paradoja es que este miembro de su familia
resulte canonizado precisamente en relación a la Presencia Real, uno de los
puntos más importantes de las grandes divergencias doctrinales entre el
catolicismo y el protestantismo. En el decreto de beatificación (AAS 96[2004]
pág 122) sólo se afirma que fue bautizado en el catolicismo, no que haya
pertenecido -como se sugiere en el inicio de este escrito- a un ambiente
familiar católico, lo que, dadas las circunstancias que se vivían, no es
evidente.
fuente: Vaticano
accedida 500 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4703
No hay comentarios:
Publicar un comentario