Santos Aretas y trescientos cuarenta compañeros, mártires
fecha: 24 de octubre
†: 523 - país: Yemen
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 523 - país: Yemen
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Nagrán, en Arabia, martirio de los santos Aretas, príncipe de la
ciudad, y trescientos cuarenta compañeros, que en tiempo del emperador Justino
fueron asesinados por Du Nuwas o Dun'an, rey de los himyaritas.
refieren a este santo: San Caleb o
Elesbaán
A principios del siglo VI, los etíopes
aksumitas cruzaron el Mar Rojo y extendieron su dominio sobre los árabes y
judíos de Himyar (actual Yemén), a quienes impusieron un virrey. Dunaán, un
miembro de la familia himyarita que había sido arrojada del trono, se levantó
en armas y tomó Zafar. Como se había convertido al judaísmo, asesinó a los
miembros del clero y convirtió la iglesia en sinagoga. En seguida puso sitio a
Najrán, que era uno de los grandes centros cristianos. La ciudad se defendió
tan valientemente que Dunaán, sintiéndose incapaz de conquistarla, le ofreció
la amnistía si se rendía. Los defensores aceptaron la oferta; pero Dunaán, en
vez de cumplir su palabra, permitió a los soldados que saqueasen la plaza y
condenó a muerte a todos los cristianos que no apostatasen. El organizador de
la defensa fue el jefe de la tribu de Banu Horith (que desde entonces se llamó
de san Aretas) con muchos de sus hombres, y todos fueron decapitados. Los
sacerdotes, los diáconos y las vírgenes consagradas fueron arrojados en fosos
llenos de fuego. Como la esposa de Aretas se negase a acceder a las
proposiciones amorosas de Dunaán, éste mandó ejecutar a sus hijas delante de
ella y la obligó a beber su sangre; en seguida ordenó que la degollasen.
El obispo Simeón de Beth-Arsam, legado del
emperador Justino I, se hallaba en la frontera persa con una tribu árabe.
Cuando se enteró de lo sucedido, transmitió la noticia al abad de Gabula, que
se llamaba también Simeón. Al mismo tiempo, los refugiados de Najrán
difundieron la noticia por todo Egipto y Siria. La impresión que el hecho
produjo no se borró en varias generaciones; Mahoma alude a esa matanza en el
Corán y condena al infierno a los asesinos (sura LXXXV). El patriarca de
Alejandría escribió a los obispos de Oriente con la recomendación de que
conmemorasen a los mártires, que orasen por los supervivientes y señalando como
culpables del crimen a los antiguos judíos de Tiberíades que, en realidad, eran
inocentes. Tanto el emperador como el patriarca escribieron al rey aksumita
Elesbaán (a quien los sirios llaman David y los etíopes Caleb), para clamar
venganza por la sangre de los mártires. El monarca no necesitaba que le
incitasen a la venganza y partió al punto, con su ejército, a reconquistar su
poder en Himyar. Elesbaán tuvo éxito en la campaña. Dunaán murió en el campo de
batalla y su capital fue ocupada por el enemigo. Alban Butler afirma que
Elesbaán, «convencido de que había derrotado al tirano con la ayuda divina, se
mostró muy clemente y moderado con los vencidos». Tal afirmación es falsa.
Cierto que Elesbaán reconstruyó Najrán e instaló a un obispo alejandrino, pero
tanto en el campo de batalla como en el trato a los judíos que habían incitado
a Dunaán a la matanza, se condujo con crueldad y codicia propias de la barbarie
de una nación semipagana. Sin embargo, se cuenta que al fin de su vida renunció
al trono en favor de su hijo, regaló su corona a la iglesia del Santo Sepulcro
de Jerusalén y se retiró al desierto como anacoreta. El Martirologio Romano
celebra a san Elesbaán el
15 de mayo. Baronio introdujo en el Martirologio Romano tanto el nombre de san
Elesbaán como el de san Aretas y los mártires de Najrán, sin tener en cuenta
que, al menos en el sentido material de la palabra (ya que quizás no conocían
otra forma de cristianismo), todos ellos eran monofisitas.
En el elogio del Martirologio actual se
habla de 341 mártires, mientras que en el anterior se establecían más de 4000.
El número y tipo de martirios, acorde con las fuentes, está detallado en Acta
Sanctorum, donde el número de 340 (incluyendo a Aretas) se reserva para los
cabeza de clan (lit.: «demum proceres 340, inter quos S. Arethas», AS oct. X,
pág. 708). En la nueva redacción del elogio parece haberse descuidado ese
detalle, dando por resultado que no se celebran miles de mártirs que, sin
embargo, deberían estar en el Martirologio a igual título que el grupo que
quedó inscripto.
El texto griego del relato del martirio
puede verse en Acta Sanctorum, oct., vol. X. Se conserva también el texto sirio
escrito por Simeón. Véase Guidi, en Atti della Accad. dei Lincei, vol. VII
(1881), pp. 471 ss; Deramey, en Revue de l'histoire des religions, vol. XXVIII,
pp. 14-42; la Revue des études juives, vols. XVIII, XX y XXI, donde hay un
ensayo de Halévy y la respuesta de Duchesne. Artículo del Butler con
modificaciones.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3886
San Martín de Vertou, diácono y abad
fecha: 24 de octubre
†: s. VI - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. VI - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En el monasterio de Vertou, en el
territorio de Armórica, en la Galia, san Martín, diácono y abad, al que san
Félix, obispo de Nantes, envió para convertir a los paganos de la región.
Prácticamente no sabemos nada cierto sobre
el santo, ya que las dos biografías que se conservan fueron escritas varios
siglos después de su muerte y narran principalmente sus milagros; por otra
parte, se ha confundido a san Martín de
Braga, que fue obispo de Dumium en Portugal, con san Martin de
Vertou, el cual vivió como ermitaño en el bosque de Dumen, de Bretaña. Nuestro
santo nació en Nantes, en el seno de una familia franca. San Félix le
confirió el diaconado y le envió a predicar en el Poitou. Según la leyenda, a
pesar de todos sus esfuerzos, Martín sólo consiguió convertir a los dueños de
la casa en que habitaba. A éstos les aconsejó que huyesen de la catástrofe que
se avecinaba y él mismo abandonó la ciudad en la que había trabajado en vano.
Inmediatamente después de su salida. un terremoto la destruyó y quedó cubierta
por las aguas. El sitio se llama actualmente Lago de Grandlieu y la población
de Herbauges, a la orilla del lago, sustituye a la que quedó sumergida. Además,
hay en las cercanías un menhir o columna de piedra, ya que la esposa del dueño
de la casa en que habitaba san Martín volvió los ojos hacia la ciudad y quedó
convertida en estatua, leyenda que no hace sino repetir el símbolo de la mujer
de Lot.
Después de su fracaso misional, san Martín
se retiró a un bosque de la ribera izquierda del Sèvre, donde fundó una ermita
que se transformó con el tiempo, en la abadía de Vertou. El santo evangelizó la
región. Se le atribuyen varias otras fundaciones, como la del convento de las
religiosas de Durieu, en el que murió. Según se dice, los monjes de Vertou
robaron el cuerpo de su maestro mientras las religiosas de Durieu cantaban el
oficio nocturno de los muertos, la víspera del entierro. Entre otras leyendas
que se cuentan sobre san Martín de Vertou (a quien se confunde en este caso con
su homónimo de Braga), se dice que un príncipe inglés tenía una hija poseída
por los malos espíritus. Uno de los demonios declaró, por boca de la joven, que
sólo podía ser vencido por las oraciones de un santo varón llamado Martín.
Inmediatamente el príncipe envió mensajeros en todas las direcciones en busca
del hombre de Dios. Finalmente, los mensajeros llegaron a Vertou y convencieron
a san Martín para que les acompañase. Apenas puso el santo los pies en
Inglaterra, el demonio sintió que se aproximaba y, como no quería hacerle
frente, atormentó por última vez a su víctima y huyó. Naturalmente, la joven
tomó el velo de manos de su salvador.
En Acta Sanctorum, oct., vol. x, los
bolandistas parecen haber reunido todos los textos que existen sobre la vida y
milagros de este oscuro santo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3888
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