San Juan de Réome, abad
fecha: 28 de enero
†: c. 539/554 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 539/554 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En
el monasterio de Réome, en el territorio de Langres, en Neustria, san Juan,
presbítero, varón totalmente entregado a Dios, que presidió una comunidad
monástica según la Regla de san Macario.
Poseemos
una buena biografía antigua de san Juan de Réomé. Su vida es muy sencilla: era
originario de la diócesis de Langrés, y tomó el hábito monacal en Lérins. Más
tarde, el obispo de su diócesis de origen le llamó para que fundase la abadía
de Réomé, posteriormente llamada Moutier-Saint-Jean. El abad la gobernó por
muchos años con gran fama de santidad y sus milagros le hicieron conocido.
Se
cuenta que San Juan se negó a conversar con su propia madre cuando ésta fue a
visitarle al monasterio. Sin embargo, para consolarla, permitió que ella le
viera a cierta distancia y le envió un mensaje, animándola en la virtud y
recordándole que sólo volverían a estar juntos en el cielo.
San
Juan murió a edad muy avanzada, quizás más de cien años, aunque el año no es
seguro, y según las distintas biografías se fija en 539, 544 o 554. Fue uno de
los primeros promotores del estado monástico en Francia.
B.
Krusch, en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. III, pp.
502-517, publicó la antigua biografía de san Juan de Réomé. Como lo demuestra
el mismo Krusch en su artículo «Zwei Heiligenleben des Jonas von Susa», en
Mittheilungen de la Sociedad de Historia de Austria, vol. XIV, pp. 385 ss., los
textos anteriormente publicados carecían de valor. El autor de la biografía es
Jonás de Susa (también llamado Jonás de Bobbio, siglo VII), y no un
contemporáneo.
fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?ids=346
San Jacobo de Palestina, eremita
fecha: 28 de enero
†: s. VI - país: Israel
otras formas del nombre: Jacobo de Haifa, Jacobo el asceta
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
†: s. VI - país: Israel
otras formas del nombre: Jacobo de Haifa, Jacobo el asceta
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
Conmemoración de san Jacobo, eremita en
Palestina, que se escondió largo tiempo en una tumba para llevar vida
penitente.
La vida de Jacobo el ermitaño, o Jacobo de
Palestina, está envuelta en la leyenda. Si hubiera vivido unos pocos kilómetros
al sudoeste, en la Tebaida, lo conoceríamos como uno de los Padres del
desierto, ya que pertenece a la misma época, hacia el siglo VI, y comparte con
ellos un mismo ideal ascético; sin embargo vivió en algún lugar de Palestina,
cercano al Monte Carmelo. Por este motivo en antiguos calendarios carmelitanos
aparecía como uno de los santos de la Orden, aunque ni su época ni su condición
lo hacen tal.
Su vida nos viene narrada por un autor anónimo, y fue
recogida en el siglo X por Simón Metafraste, el hagiógrafo de los santos de
Oriente, quien, al igual que un poco más tarde Jacobo de la Vorágine con su
«Leyenda Dorada» en Occidente, transmitió para los siglos venideros antiguas
gestas de santidad, si bien indisolublemente mezcladas con leyendas y
meditaciones piadosas con vistas a dar buen ejemplo y que en muchos casos
oculta -aun sin pretenderlo- la auténtica humanidad de los santos.
En el caso de Jacobo el ermitaño es evidente que su
relato viene envuelto en la enseñanza ejemplarizante, y un poco esquematizado
con el de otros ermitaños antiguos, sin embargo tiene un colorido propio, y es
seguro que tras esos rasgos comunes se nos ha transmitido algunos fragmentos de
historia auténtica. Efectivamente, se nos cuenta que Jacobo vivió unos 15 años
en una cueva cercana a la ciudad de Porfirion (posiblemente la actual Haifa),
practicando el ascetismo. Én ese tiempo realizó muchos milagros, y convirtió a
muchos "que seguían las supersticiones de los samaritanos" a la
verdadera fe, según nos informa el autor de la "Vita". Aunque era
conocido y apreciado por los pobladores del lugar, nunca un santo es del agrado
de todos, así que algunos que querían su caída le prepararon una trampa, vieja
como el mundo: le enviaron una prostituta que, con el pretexto de que la curara
de un mal en el pecho, lo provocó y solicitó. Pero el santo, comprendiendo el
engaño, no sólo pudo resistir la tentación sino que acabó consiguiendo la
conversión de la prostituta.
Muchos otros milagros y sobre todo curaciones obraba
el santo en su cueva, de tal manera que gente de toda condición le traía sus
enfermos para que los sanase. En una ocasión fue tentado en la codicia, cuando
se le ofreció una gran suma de dinero por las curación del hijo de un senador;
sin embargo el santo rechazó el regalo, aclarando que recibirlo sería como
comerciar con los dones de Dios.
Una vez le trajeron una joven poseída por el demonio.
El santo la curó, y quiso restituirla a la familia; sin embargo, le pidieron
que permaneciera con él unos días más, ya que no estaba aun del todo
restablecida. Y fue esa la ocasión que encontró el Maligno para conseguir la
caída del santo: en efecto, Jacobo, que en tantos años había resistido tantas
tentaciones, esta vez cayó "en ese mismo lugar, ante su celda", como
dramáticamente lo va desgranando la "Vita". Y no solo abusa de la
joven, sino que, cegado por la pasión y desesperado con su propia caída, la mata
y arroja su cuerpo a un río cercano. "En vez de reconducirse con la
penitencia, cae en un pecado aun mayor: tal es el fruto de la soberbia y la
arrogancia", reflexiona el anónimo narrador.
Jacobo está ya completamente desesperado, creyéndose
del todo fuera de una posible salvación, y dispuesto a volver al mundo como
irredimible. Sin embargo, no hay hombre, por muy bajo que haya caído, al que
Cristo no le tienda la mano, y en medio de su desesperación unos monjes
aconsejan a Jacobo que vuelva a una vida de penitencia y expiación. Así lo
hace: se esconde por años en un sepulcro, como muerto en vida, a llorar sus
pecados e implorar misericordia.
Muchos años más tarde una gran sequía asola la región;
se organizan ayunos y rogativas, pero nada surte efecto. Entonces le es revelado
al obispo del lugar, hombre santo y piadoso, que buscara a un hombre que se
halla escondido en una tumba, para que él ruegue por el fin de la calamidad.
Así lo hace y encuentra a Jacobo, a quien le piden que ore. En cuanto el santo
intercede, la lluvia cae a raudales: así salva Dios a su pueblo, pero además el
propio Jacobo recibe del cielo la señal de que su penitencia fue recibida y sus
pecados perdonados. Así puede ya, a los 75 años, morir en paz, y ser sepultado
en el mismo sepulcro que fue lugar de su penitencia y curación de su alma,
rodeado del obispo y del clero del lugar. En ese mismo lugar se construyó luego
una iglesia, donde se veneraron las preciadas reliquias del santo, fuente de
milagros y curación para muchos peregrinos "usque ad hodiernum diem"
-hasta el día de hoy- nos informa el anónimo autor del siglo X.
El relato completo se encuentra en Acta Sanctorum,
enero, II, 868-873 con las habituales introducciones y preciosas notas de los
Bolandistas, que me he limitado a resumir muy apretadamente, perdiendo,
lamentablemente, todo el color narrativo original, lleno de tensión y
dramatismo, y regado de citas de las Escrituras. El cuadro no es de un
San Jacobo de Palestina (del que no he conseguido iconografía), sino el San
Onofre de Caracciolo (1625), como modelo de penitente del desierto.
Abel
Della Costa
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