San Román de Rouen, obispo
fecha: 23 de octubre
†: c. 644 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 644 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Rouen, de Neustria, san Román, obispo, que abatió los símbolos de
los paganos que eran aún venerados en su ciudad, convenció a los buenos a
mejorar y a los malos a abandonar su conducta.
Patronazgos: patrono de los comerciantes,
protector contra la locura, el envenenamiento y el ahogamiento.
Poseemos muy pocos datos seguros acerca de
este obispo. Su padre, quien, según se dice, había sido convertido por san
Remigio, pertenecía a una familia franca. Román fue enviado muy joven a la
corte de Clotario II. A la muerte de Hidulfo (c. 530), fue elegido obispo de
Rouen. Las reliquias de la idolatría no hicieron más que azuzar el celo del
santo, quien convirtió a muchos infieles y destruyó los restos de un templo de
Venus. Entre otros muchos milagros se cuenta que, durante una inundación del
Sena, el santo se arrodilló a la orilla del agua, con un crucifijo en la mano y
que las aguas se retiraron inmediatamente. San Román es particularmente famoso
en Francia, debido al privilegio de la arquidiócesis de Rouen (que duró hasta
la época de la Revolución) de poner en libertad a un condenado a muerte, en
honor del santo, el día de la fiesta de la Ascensión. El capítulo solía enviar
al parlamento de Rouen una orden de no proceder a las ejecuciones, dos meses
antes de la fiesta; el día señalado, se condenaba a muerte al prisionero y en
seguida se le ponía en libertad para que trasportase el relicario de san Román
en la procesión solemne. El prisionero escuchaba dos exhortaciones y después se
le comunicaba que había sido perdonado en honor de san Román. Según la leyenda,
el hecho que originó tal privilegio, fue que san Román dio muerte a una enorme
serpiente con la ayuda de un asesino, pero en ningún escrito ni biografía del
santo, anteriores al siglo XIV, se menciona ese hecho. Lo más probable es que
se haya introducido el privilegio de la liberación de un asesino como un
símbolo de la Redención. Dicha costumbre recibía los nombres de «Privilége de
la Fierté» y «Châsse de St. Romain». El santo murió alrededor del año 640.
Existen varias biografías cortas de san
Román; pero todas son de época posterior, de suerte que su valor histórico es
muy discutible. Los textos, completos o resumidos, pueden verse en Acta
Sanctorum, oct., vol. X. En Vacandard, Vie de St Ouen (1902), pp. 356-358, hay
notas muy interesantes sobre esas biografías y sus respectivos autores. Véase
también Duchesne, Fastes Épiscopaux, vol. V, p. 207; y L. Pillon, en Gazette
des Beaux-Arts, vol. XXX (1903), pp. 441-454.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 799 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3869
San Ignacio de Constantinopla, obispo y confesor
fecha: 23 de octubre
†: 877 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 877 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Constantinopla, san Ignacio, obispo, que, por haber reprendido al
césar Bardas por el repudio de su legítima esposa, fue objeto de injurias y
desterrado. Restituido a su sede por intervención del papa san Nicolás I,
descansó en la paz del Señor.
refieren a este santo: San Antonio
«Cauleas», San Nicolás I
San Ignacio era de ilustre cuna: su madre
era hija del emperador Nicéforo y su padre, Miguel Rangabe, llegó a ser
emperador. El reinado de Miguel fue de corta duración. En efecto, el año 813,
fue depuesto en favor de Miguel el Armenio, y sus dos hijos fueron mutilados y
encerrados en un monasterio. El más joven de los dos, Nicetas, tomó el nombre
de Ignacio y se hizo monje. El abad de su monasterio le hizo sufrir mucho.
Después de su ordenación de sacerdote fue elegido abad, a la muerte de su
predecesor. El año 846, fue nombrado patriarca de Constantinopla. Sus virtudes
brillaron espléndidamente en ese cargo; pero la libertad con que se opuso al
vicio y reprendió a los pecadores públicos le atrajo una violenta persecución.
El césar Bardas, tío del emperador Miguel III, fue acusado de incesto: en la
Epifanía del año 857, Ignacio le rehusó la comunión públicamente. Bardas
persuadió entonces al emperador Miguel el Ebrio (tal apodo, aunque muy
significativo, no es del todo justo) de que se deshiciese del patriarca. El
emperador y su tío, ayudados por el obispo Gregorio de Siracusa, inventaron
diversas acusaciones, depusieron a Ignacio y le enviaron al destierro.
En realidad, no se trataba solamente de
una venganza individual, sino de una lucha sorda entre dos partidos: por una
parte, los miembros de la casa imperial y el clero de la corte, apoyados por la
mayoría de los elementos moderados. Por otra parte, un grupo de rigoristas
extremosos, que defendían «la independencia del poder religioso», encabezados
por los monjes del monasterio de Studium. San Ignacio apoyaba a estos últimos,
y por ello fue desterrado a la isla de Terebintos. A pesar de lo que se dijo más
tarde, el santo parece haber renunciado en ese momento al gobierno de su
diócesis, aunque tal vez en forma condicional. Bardas nombró patriarca a un
hombre de ciencia y talento excepcionales, llamado Focio. En la semana anterior
a la Navidad del año 858, Focio, que era laico, tomó el hábito de monje y
recibió sucesivamente las órdenes de lector, subdiácono, diácono, sacerdote y
obispo. Cuando escribió al papa Nicolás I para anunciarle su elección, éste
envió a unos legados a Constantinopla para investigar el asunto.
Las consecuencias de la encuesta, que
fueron muy importantes, pertenecen más bien a la historia general de la
Iglesia. Hagamos notar solamente que las investigaciones de los últimos
cincuenta años han revelado la complejidad del asunto y han modificado, para
bien o para mal, las conclusiones que se habían aceptado durante muchos siglos.
Antiguamente se creía que se trataba de un intento de Constantinopla de
mantener tenazmente su independencia completa de Roma, encabezada por el
archicismático Focio; actualmente, sabemos que fue en realidad un aspecto de
una lucha de partidos político-eclesiásticos, en la que los partidarios de san
Ignacio se mostraron tan rebeldes a la Santa Sede como Focio en sus peores
momentos.
Nueve años más tarde, en 867, el emperador
Miguel III, quien había tomado parte el año anterior en el asesinato de Bardas,
fue asesinado por Basilio el Macedonio, que se apoderó del trono. Basilio
procedió a deponer a Focio de la sede patriarcal (que había de volver a ocupar
diez años después) y llamó a san Ignacio del destierro para ganarse el apoyo de
sus partidarios. Entonces, san Ignacio incitó a Adriano II, quien había
sucedido a Nicolás I en el trono pontificio, a convocar un concilio ecuménico.
La reducida asamblea que se reunió en Constantinopla el año 869 fue el octavo
Concilio Ecuménico y el cuarto de Constantinopla. Los Padres conciliares
excomulgaron a Focio y condenaron a sus partidarios, pero los trataron con
bondad.
En los años que le quedaban de vida, san
Ignacio desempeñó los deberes de su oficio con celo y energía, aunque
desgraciadamente no con la misma prudencia. En efecto, por irónico que parezca,
el santo continuó la política de Focio respecto de la Santa Sede en la cuestión
de la jurisdicción patriarcal sobre los búlgaros y llegó incluso a incitar al
príncipe búlgaro, Boris, a expulsar a los sacerdotes y obispos latinos, y a
acoger a los que él le había enviado. Naturalmente, eso indignó al papa Juan
VIII, quien envió a unos legados para que amenazaran a Ignacio con la
excomunión; pero san Ignacio murió el 23 de octubre del año 877, antes de que
llegase la embajada a Constantinopla. La santidad personal de Ignacio, la
valentía con que atacó los vicios de los más altos personajes y la paciencia
con que soportó los sufrimientos que se le impusieron injustamente, le han
merecido figurar en el Martirologio Romano. Los católicos latinos de
Constantinopla, así como los bizantinos, tanto católicos como disidentes,
celebran esta fiesta.
En Acta Sanctorum, oct. vol. x, hay una traducción
latina de la biografía griega de san Ignacio, escrita por Nicetas de
Paflagonia. El historiador Dvornik dice que es «apenas mejor que un panfleto
político, de veracidad muy discutible». En Mansi y en Hefele-Leclercq, Conciles
vol., IV, se encontrarán la correspondencia diplomática y otros documentos de
la época. La opinión sobre Focio empezó a cambiar desde que A. Lapótre publicó
su obra Le Pape Jean VIII (1895) y E. Amann sus artículos sobre Juan VIII, Juan
IX, Nicolás I y Focio, en Dictionnaire de Théologie Catholique. Naturalmente,
no debe confundirse este san Ignacio, obispo de Constantinopla, con el más
famoso Ignacio de Antioquía, uno de los más importantes Padres de la Iglesia,
cuyo martirio celebramos apenas unos días antes, el 17 de octubre.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3871
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