Santo Tomás Toán | |
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En la ciudad de Nam Dinh, en Tonkín, santo Tomás Toán, mártir, el cual, siendo catequista y responsable de la misión de Trung Linh, en tiempo del emperador Minh Mang sufrió, por su fe en Cristo, nuevos y terribles suplicios en la cárcel, hasta que falleció de hambre y sed.
Bienvenido, natural de Gubbio, en Umbría, era soldado de profesión y, como la mayoría de sus congéneres, un iletrado. En cuanto quedó bajo la influencia de los franciscanos, se dejó llevar por la paz y el bien y, en 1222, tomó el hábito de los frailes menores. Desde el momento en que entró a la orden, modeló su vida enteramente sobre la de san Francisco. Voluntariamente y por cuenta propia, se hizo cargo de los leprosos y los cuidó con una abnegación sin límites e incluso los lavaba de la cabeza a los pies. Más méritos tenía su entrega total, porque sus cuidados estaban inspirados en un afecto sincero por los que sufrían: los trataba con una delicadeza exquisita aun ante los casos más repugnantes y además, porque él mismo padecía diversas enfermedades que soportaba sin quejarse jamás. Pasaba gran parte de la noche en oración y a menudo, durante la misa, se le presentaba la visión de un Niño muy hermoso; en esas ocasiones, los frailes veían a Bienvenido que extendía los brazos como si quisiese alcanzar la aparición. Su comportamiento era tan ejemplar, que nadie le hizo jamás un reproche o una reconvención. Sin embargo, en la reclusión de la vida religiosa hubiese pasado inadvertida o ignorada por el mundo su santidad, de no ser porque el cielo le había dotado con gracias sobrenaturales rarísimas que extendieron su fama hasta muy lejos. Bienvenido murió en la localidad de Corneto, en la Apulia, en 1232. Cuatro años después su muerte, los obispos de Venecia y de Amalfi solicitaron a la Santa Sede que sancionase su culto y, para apoyar su propuesta, presentaron una lista de milagros. El Papa Gregorio IX aprobó ese culto en las dos diócesis, y el papa Inocencio XII confirmó, en 1697 el culto «ab immemoriale».
No hay o no se conoce alguna biografía particular del beato; véase el Acta Sanctorum, junio, vol. VII.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Beata Margarita Bays | |
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En el cantón de Friburgo, en Suiza, beata Margarita Bays, virgen, la cual, ejerciendo en familia el trabajo de modista, se esforzó en atender las múltiples necesidades del prójimo sin abandonar nunca la vida de oración.
Margarita Bays, laica de la Tercera Orden Seglar de San Francisco, nació en La Pierraz, parroquia de Siviriez (Friburgo de Suiza), el 8 de septiembre de 1815. Sus padres eran agricultores y buenos cristianos. A los 15 años aprendió el oficio de modista, que ejerció a domicilio y en las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu Santo un gran amor a la oración: dejaba a menudo los juegos y los amigos para retirarse a su habitación a orar. Pasó su vida en la familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando una atmósfera de buen humor y de paz entre sus tres hermanos y sus tres hermanas. Cuando se casó su hermano mayor, sufrió la hostilidad de su cuñada, que le reñía por el tiempo que pasaba en oración.
En la parroquia fue modelo de laica, llena de celo; dedicó su tiempo libre a un apostolado activo entre los niños, a los que enseñaba el catecismo de acuerdo con su edad, formándolos en la vida moral y religiosa personal. Preparaba con gran solicitud a las muchachas para su futura misión de esposas y madres; visitaba infatigablemente a los enfermos y moribundos. Los pobres hallaban en ella a una amiga fiel, llena de bondad. Introdujo en la parroquia las Obras misionales y contribuyó a difundir la prensa católica. Se hizo incansable apóstol de la oración, consciente de su importancia vital para todo cristiano. Amaba profundamente a Jesús eucaristía y a la Virgen. Vivía continuamente en la presencia de Dios.
A los 35 años le sobrevino un cáncer en el intestino, que los médicos no lograron detener. Margarita pidió a la Virgen le cambiase estos dolores por otros que le permitieran participar más directamente en la pasión de Cristo. El 8 de diciembre de 1854, en el momento en que el Papa Pío IX proclamaba en Roma el dogma de la Inmaculada Concepción, le sobrevino una enfermedad misteriosa que la inmovilizaba en éxtasis todos los viernes, mientras revivía en el espíritu y en el cuerpo los sufrimientos de Jesús, desde Getsemaní hasta el Calvario. Recibió al mismo tiempo los estigmas de la crucifixión, que disimulaba celosamente a los ojos de los curiosos.
En los últimos años de su vida el dolor se hizo más intenso, pero lo soportó sin un lamento, abandonándose totalmente a la voluntad del Señor. Murió, según su deseo, en la fiesta del Sagrado Corazón, el viernes 27 de junio de 1879, a las tres de la tarde. SS Juan Pablo II la beatificó el 29 de octubre de 1995.
Texto recogido a través de Franciscanos.org, que transcribe también, en español, parte de la homilía en la misa de beatificación (en el sitio del Vaticano sólo está en italiano).
fuente: «L`Osservatore Romano»
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Beata Luisa Teresa Montaignac
Beata Luisa Teresa Montaignac de Chauvance, virgen y fundadora
En Moulins, en Francia, beata Luisa Teresa Montaignac de Chauvance, virgen, que fundó la Congregación de Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús.
En el siglo XIX, una época de crisis, cambios y búsqueda, nace y crece Luisa Teresa de Montaignac, en el Havre de Grace, Puerto de Francia, el 14 de mayo de 1820.
Luisa Teresa de Montaignac, francesa (1820 - 1885), fundó el Instituto de las Oblatas del Corazón de Jesús, para responder a las necesidades de su pueblo, que sufría las consecuencias de la Revolución Francesa, que, a pesar de sus beneficios, sumió al pueblo en la indiferencia religiosa, fruto de un racionalismo y ciencia concebidos como absoluto. Ella se unió a cristianos audaces que se esforzaban por impregnar de valores evangélicos a ese mundo en plena evolución. Todas las obras que realizó y la diversidad de servicios, fueron planificados en su lecho de enferma, ya que tempranamente sufrió una afección ósea.
Su auténtica devoción al Corazón de Jesús fue la fuente de la fortaleza que le permitió convivir con el dolor, aceptar y superar sus limitaciones, y contribuir a la construcción del Reino de Dios en la tierra. Su vida fue un testimonio claro de la ternura de Dios. Luisa Teresa dejó en herencia al mundo una gran familia que proyecta su acción apostólica a partir de la Oblación al Corazón de Jesús.
La fundadora murió en 1885 y fue beatificada por SS Juan Pablo II el 4 de noviembre de 1990.
fuente: Congregación
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