martes, 30 de junio de 2015

Santa Erentrudis - San Teobaldo de Provins - San Ladislao 30062015


Santa Erentrudis

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En Salzburgo, en la región de Baviera, santa Erentrudis, primera abadesa del monasterio de Nonnberg y sobrina de san Ruperto, la predicación del cual sostuvo con oraciones y obras.
Nacida probablemente en la Francia occidental, fue llamada a Salzburgo por el obispo san Ruperto, tío suyo, que la hizo abadesa del monasterio de monjas fundado por él en la parte oriental del Monchsberg. Colaboró en las labores apostólicas del obispo con la oración, y haciéndose cargo de la educación de la juventud femenina. Murió poco después de san Ruperto, el 30 de junio del 718, aproximadamente.

El culto a la santa es muy antiguo en Salzburgo, pero no tuvo una gran difusión territorial; tuvieron lugar traslaciones de las reliquias en 1023 y en 1624; partes de la cabeza se conservan en un precioso relicario del 1316; las otras reliquias se encuentran najo el altar del coro del monasterio; el sarcófago de piedra, vacío, se encuentra aun en la Cripta de Santa Erentrudis. En 1624 se examinaron las reliquias y, entre ellas, se encontró un mechón de cabello rubio que, al decir de la perita Dra. Hella Poch, de Viena, no podían pertenecer a una persona del sud o centro de Alemania; los huesos revelaron una estatura pequeña, y la edad se vino a estimar, en base a un diente conservado, en no más de cincuenta y cinco años.

Su memoria se celebra en Salzburgo en dos fechas, 30 de junio y 4 de septiembre. En cuanto a su iconografía, no es muy numerosa, y se limita al área de culto. En la decoración de la catedral (siglo XV) y del arcón de plata (1676) del convento de Nonnberg, así como en los dibujos de R. Sadeler (Baviera Santa, siglo XVIII), aparece en vestidos de abadesa, con el báculo abacial. En ocasiones tiene en sus manos el modelo del monasterio de Nonnberg, puesto bajo su patronato (estatua del siglo XV en el portar de la iglesia de Nonnberg, Salzburgo.

Traducido para ETF de los artículos de Alfons o M. Zimmermann y Francisco Negri Arnoldi en Enciclopedia dei Santi.
fuente: Santi e Beati



San Teobaldo de Provins

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En Salánica, en el territorio de Vicenza, san Teobaldo, presbítero y eremita, que habiendo nacido en la familia de los condes de Champagne, nobles de Francia, junto con su amigo Gualterio renunció a las riquezas y a los honores, y por Cristo abrazó la soledad y la pobreza

Este Teobaldo era de la familia de los condes de Champagne, hijo del conde Arnoul, nacido en Provins, en la región de Brie, en 1017. En su temprana juventud, leyó obras sobre la vida que llevaban los padres del desierto y quedó muy impresionado por los ejemplos de abnegación, renunciamiento, contemplación y perfección cristiana que se le presentaban; la existencia de san Juan Bautista, san Pablo el Ermitaño, san Antonio y san Arsenio en las yermas soledades, le apasionaban y no deseaba otra cosa que imitarlos. Cuando su padre le mandó que se pusiese a la cabeza de un cuerpo de la tropa para emprender una campaña, el muchacho le contestó, con mucho respeto, que estaría dispuesto a obedecerle si no fuera porque había hecho el voto de apartarse del mundo. A regañadientes, el conde Arnoul acabó por dar su consentimiento.

Junto con otro joven de la nobleza, llamado Walter, se refugió en la abadía de Saint Remi, en Reims. Los dos, vestidos como mendigos, salieron a poco del monasterio; se dirigieron, primero hacia Suxy, en las Arderías y luego, a los bosques de Pettingen, en Luxenburgo, donde encontraron la absoluta soledad que buscaban. Ahí construyeron dos pequeñas celdas para vivir en ellas. Como el trabajo manual es un deber necesario en la vida de ascetismo o de penitencia, y ellos no sabían tejer esteras ni cestos, iban diariamente a la población más próxima para ofrecerse, por jornadas, como peones de los albañiles, ayudantes de los labradores, o para acarrear piedras, recoger cosechas, cargar y descargar carretas, limpiar los establos o mover los fuelles para los hornos de los herreros. Gastaban sus jornales en comprar un poco de pan de centeno, que era todo lo que comían, y daban el resto a los pobres. Mientras trabajaban con sus manos, tenían el corazón puesto en la plegaria; por las noches, se mantenían en vela para cantar juntos los salmos. La fama de su santidad les molestaba hasta el extremo de que decidieron partir de aquel lugar en que ya no podían vivir ignorados. Emprendieron una peregrinación a Santiago de Compostela y de ahí se fueron a Roma. Luego de visitar todos los lugares de veneración en Italia, eligieron, para retirarse, un bosquecillo llamado Salanigo, cerca de Vicenza. Dos años después, Dios llamó a su seno a Walter. Teobaldo tomó la pérdida de su amigo como una advertencia de que a él mismo le quedaba poco por vivir y, entonces, multiplicó sus penitencias, austeridades y oraciones. Numerosos discípulos se reunían en torno a él y el obispo de Vicenza le elevó a las órdenes sacerdotales para que pudiera atenderlos con mayor provecho.



Su fama se extendió tanto que no tardaron en descubrirse sus antecedentes, su dignidad y su linaje; los padres de Teobaldo recibieron la noticia de que el hijo a quien creían muerto estaba vivo, y que era nada menos que aquel ermitaño de Salanigo, de quien habían oído tantas historias de santidad, milagros y profecías. Tanto el conde como su mujer eran ya muy ancianos, pero inmediatamente emprendieron el viaje a Italia para ver a su hijo. Gisele, la condesa, obtuvo el permiso de su marido para quedarse junto al ermitaño hasta el fin de sus días y Teobaldo construyó para ella una choza a corta distancia de la suya. Poco tiempo después, san Teobaldo cayó enfermo, pero no fue para morir: le sobrevino un mal doloroso y repulsivo que él soportó con infinita paciencia. Poco antes de morir, mandó llamar a un abad de los ermitaños camaldulenses, de cuyas manos había recibido los hábitos. A él le hizo su profesión, le confió a su madre y a sus discípulos y, tras de recibir el viático, murió en paz, el último día de junio de 1066. Menos de siete años después, le canonizó el Papa Alejandro II.



Una muy completa biografía contemporánea, escrita por Pedro, abad de Vangadizza, fue impresa por Mabillon y por los bolandistas en el Acta Sanctorum, junio, vol. VII. Por una confusión muy curiosa, Teobaldo fue honrado durante tiempo, erróneamente, como el fundador de la iglesia y la ciudad de Thann, en Alsacia. Ver Analecta Bollandiana, vol. XXIV (1905), p. 150. El santo es el patrón de los carboneros y, a veces, se le llama "le Charbonnier".

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Ladislao

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En Nitra, en los montes Cárpatos, muerte de san Ladislao, rey de Hungría, que restableció en su reino las leyes cristianas dictadas por san Esteban, reformando las costumbres y dando él mismo ejemplo de virtud. Propagó fervientemente la fe cristiana en Croacia, que había sido incorporada al reino húngaro, estableciendo la sede episcopal de Zagreb. Murió cuando se disponía a una guerra con Bohemia y fue enterrado en Varadino, en Transilvania.
Si bien es verdad que Hungría debe a san Esteban el establecimiento de su monarquía y la organización de su Iglesia, no es menos cierto que tiene una deuda igual con otro santo rey de la misma casa real de Arpad. Porque Ladislao extendió las fronteras del reino, mantuvo a raya a sus enemigos y, desde el punto de vista político, lo convirtió en un gran Estado. Pero no se canoniza a los hombres por semejantes actividades (si es que alguna vez se canonizó formalmente a Ladislao, lo que parece dudoso), sino que se rinde la debida veneración a su memoria por su vida privada y su trabajo por la cristiandad.

Pasó la niñez y la juventud en un ambiente cargado de intrigas políticas y dinásticas y, sin modificaciones en el estado de cosas, Ladislao ocupó el trono de Hungría en el año 1077. Inmediatamente fueron negados sus derechos reales por su hermanastro Salomón, quien tomó las armas contra él; pero a fin de cuentas, el rey lo derrotó en el campo de batalla. Se afirma que el joven monarca era un dechado de gracias y que, desde temprana edad, dio muestras de poseer todas las virtudes que deben adornar a un hidalgo y noble caballero. A una estatura descomunal, que le permitía sacar la cabeza y hasta los hombros por encima de cualquier muchedumbre, unía la fuerza de un toro y el valor de un león, pero todos estos atributos estaban en él atenuados por una cortés afabilidad, y una gentileza que conquistaba a todos inmediatamente. Su piedad, tan fervorosa como bien equilibrada, se expresaba en su celo por la fe, en el escrupuloso cumplimiento de sus deberes religiosos, en su estricta moral y en la austeridad de su vida. Se había despojado de toda ambición personal y, sólo por su sentido de la obligación, aceptada la dignidad que le habían echado sobre las espaldas. En persecución de una política dictada por sus sentimientos religiosos y patrióticos, Ladislao se vinculó estrechamente al Papa Gregorio VII y a los otros oponentes del emperador Enrique IV de Alemania. Abrazó la causa del rival de Enrique, Ruperto de Suabia, y se casó ron Adelaida, la hija del duque Welfo de Baviera, el más poderoso de los aliados de Ruperto. Dentro del propio territorio de Hungría el rey tuvo que soportar numerosas invasiones por parte de los «kuman» y otras tribus, pero a todas las rechazó triunfalmente e hizo lo más que pudo para atraer a los bárbaros a la civilización y al cristianismo; al mismo tiempo, en su reino otorgó la libertad religiosa a los judíos y los ismaelitas (mahometanos). A solicitud suya, la Santa Sede reconoció como dignos de veneración al rey Esteban I, a su hijo Emeric, así como a Gerardo, el obispo mártir.

Ladislao gobernó con mano firme, tanto en los asuntos civiles como en los eclesiásticos; así se puso de manifiesto en el curso de la dieta de Szabolcs, y en el año 1091, cuando su hermana Elena, la reina de los croatas, le pidió ayuda en contra de los asesinos de su esposo, Ladislao en persona acudió a socorrerla, restableció el orden en Croacia y estableció la sede de Zagreb. Cuando Elena murió sin haber tenido hijos, Ladislao anexó Croacia a Hungría y Dalmacia a la República de Venecia, no obstante las promesas y las amenazas del emperador de Constantinopla. Sin embargo, el Papa Urbano II recurrió al Emperador en busca de apoyo para organizar la primera Cruzada y, los reyes de Francia, España e Inglaterra, eligieron a Ladislao como el comandante en jefe de la expedición. Pero no tuvo ocasión de partir con los cruzados, porque la muerte le sorprendió repentinamente en la ciudad de Nitra, en Bohemia, a principios del año 1095. Sólo tenía cincuenta y cinco años de edad.

El cuerpo de San Ladislao se llevó a Nagy Varad (Oradea Mare, en Transilvania) para sepultarlo en la ciudad que había fundado y en la catedral que construyó. Desde el momento de su muerte, se le honró como a un santo y a un héroe nacional. Sus proezas dieron el tema para innumerables baladas, trovas y leyendas populares entre los magiares. Sus reliquias fueron solemnemente guardadas en un santuario, en el año 1192. En ese mismo año se afirma que fue canonizado por el papa Celestino III (aunque no parece que se haya conservado la bula correspondiente).

En el Acta Sanctorum, junio, vol. VII, los bolandistas imprimieron una serie de leyendas litúrgicas, acompañadas de las acostumbradas disertaciones históricas. Probablemente sea una fuente de información más digna de confianza, la biografía editada por S. L. Edlicher, de su Rerum Hungaricarum Monumento Aspadiana (1849), pp. 235-244 y 324- 338.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




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