domingo, 3 de enero de 2016

San Gordio de Cesarea - San Luciano de Lentini - Santos Teopempo y Teonas de Nicomedia 03012016

San Gordio de Cesarea

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San Gordio, mártir
En Cesarea de Capadocia, san Gordio, mártir, al que san Basilio consideró émulo, como centurión que era, del que estuvo junto a la Cruz, por cuanto confesó a Jesús, Hijo de Dios, durante la persecución desencadenada bajo Diocleciano.
Gordio (en latín Gordius) nació en Cesarea, en Capadocia. Entró al servicio de las armas del Imperio Romano y llegó al grado de centurión. Estaba en su villa natal, cuando el impío Diocleciano volvió a encender el fuego de la persecución. Indignado al ver los crueles tratos infligidos a los cristianos, abandonó voluntariamente el servicio de las armas y se retiró al desierto. Aprendió a conocer los divinos misterios del cristianismo; bajo la influencia de la gracia y el ejercicio de la contemplación, comprendió la vanidad de los bienes de la presente vida y se entregó a las prácticas del ayuno y de la oración.

Un día en que los paganos habían organizado juegos en honor del dios Marte, Gordio se mostró de nuevo en la ciudad y, presentándose en medio de los espectadores, pronunció en alta voz estas palabras del profeta: «Los que no me buscan me han encontrado; yo me presento en el gran día a los que no me pedían» (Isaías 65,1 y Romanos 10,20). Con esto quiso hacer comprender a todos que venía por sí mismo a declararse cristiano. Entonces se apoderaron de su persona y lo condujeron delante del gobernador. Gordio dio a conocer su nombre, su país, su categoría de centurión, el motivo de su retiro y el de su regreso a la ciudad: «No me preocupo de todos vuestros edictos, creo en Jesucristo, mi esperanza y mi sostén; sé que sobrepasáis en crueldad a los otros representantes del Emperador; he aprovechado la ocasión de obtener lo que es el objeto de mis deseos». El gobernador le hizo comprender que se exponía a los tormentos más horribles, si perseveraba en esta actitud, pero Gordio levantó sus ojos al cielo y cantó estos versículos del salmo: «El Señor es mi apoyo, no temo lo que los hombres me pueden hacer; ¡Señor, yo no temo ningún mal porque Tú estás conmigo!» (Salmos 117 y 22). Y repitió estas expresiones de confianza, muy a propósito para fortificar su alma.

Entonces se abatieron sobre él los tormentos. Sus parientes y sus amigos se le acercaron compadecidos por su suerte: «Guardad vuestras lágrimas y vuestros lamentos para los enemigos del verdadero Dios -les dijo-, porque yo estoy preparado para dar mil veces mi vida, si fuera posible, para glorificar el nombre del Señor. Tengo presente en mi memoria al primer centurión que asistió sobre el Calvario a la muerte de mi Salvador y que proclamó su divinidad en presencia de los judíos, cuya cólera aún no se había calmado». Esas fueron sus últimas palabras. Protegido con la señal de la cruz, marchó intrépidamente al suplicio, como si las alas de los ángeles le llevaran. Fue decapitado.

San Basilio, que pronunció el panegírico de Gordio, asegura que muchos de sus oyentes habían sido testigos del suplicio de este centurión. Se encuentra el elogio en las obras del santo doctor. Patrología Griega, vol. XXXI, col. 489. Dom Ruinart la reprodujo en Acta sincera de los mártires, París 1689, p. 567. También en Acta Sanctorum, enero, I, pp. 130ss.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Luciano de Lentini

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San Luciano de Lentini, obispo

En Lentini, lugar de Sicilia, san Luciano, obispo.


San Teopempto 

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Santos Teopempo y Teonas, mártires
En Nicomedia, de la provincia romana de Bitinia, santos Teopempo y Teonas, que sufrieron el martirio en la persecución llevada a cabo bajo Diocleciano.
La «Vita» de estos dos santos se recoge en los sinaxarios (santorales) orientales, y es legendaria. La fuente oriental cuenta que Teopompo era obispo de Nicomedia, la capital de Bitinia en el Mar de Mármara y el Mar Negro (actualmente Izmit, en Turquía), un antiguo reino, pero que en la época del emperador Diocleciano (243-313) -que es cuando se desenvuelve esta historia-, era una provincia romana.

Teopompo, por su cargo de obispo, durante la persecución desatada por Diocleciano fue detenido y llevado ante los tribunales, en el 304; fue sometido a muchos suplicios, como el fuego, envenenamiento, cegamiento, permaneciendo -como en la hagiografía de muchos mártires-, completamente ileso. Entonces el juez, queriendo mostrar que estos milagros podían ser realizados también por no cristianos, convocó el famoso mago Teonas, célebre por sus obras portentosas. Pero Teonas resultó derrotado, y después de declararse vencido pidió adherir al cristianismo. El obispo Teopompo le confirió inmediatamente el bautismo, imponiéndole el nombre de Synesius. Pero su suerte estaba sellada: fueron condenados a muerte los dos. Teopompo fue muerto por decapitación y Synesius (Teonas) fue enterrado vivo.

El culto de los dos mártires se hizo popular en el Oriente, tanto como en Occidente. La antigua abadía de Nonantola (Módena), se jacta de la custodia de sus reliquias, que fueron trasladadas en el 911 desde el monasterio de Santa Maria di Treviso por el Abad Pedro, para evitar la profanación de los invasores húngaros. Cómo habían llegado desde el Oriente a Treviso, no se sabe; pero en tanto se conserva un culto a estos mártires en la ciudad alemana de Radolfzell, se puede suponer que algunas reliquias fueron requisadas por los invasores alemanes y llevadas allí en siglos posteriores, o recibidas en regalo, como era costumbre en la Edad Media, entre dos iglesias que hoy llamaríamos «gemelas».

 Acta Sanctorum, enero, I, pág. 117, que sitúa el martirio hacia el 284.
fuente: Santi e Beati

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