Santo Tomás de Aquino, presbítero
y doctor de la Iglesia
fecha: 28 de enero
n.: c. 1225 - †: 1274 - país: Italia
canonización: C: Juan XXII 18 jul 1323
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1225 - †: 1274 - país: Italia
canonización: C: Juan XXII 18 jul 1323
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Memoria
de santo Tomás de Aquino, presbítero de la Orden de Predicadores y doctor de la
Iglesia, que, dotado de gran inteligencia, con sus discursos y escritos
comunicó a los demás una extraordinaria sabiduría. Llamado a participar en el
II Concilio Ecuménico de Lyon por el papa beato Gregorio X, falleció durante el
viaje en el monasterio de Fossanova, en el Lacio, el día siete de marzo, fecha
en la que, años después, se trasladaron sus restos a la ciudad de Toulouse, en
Francia.
patronazgo: patrono de los
intelectuales católicos, de las escuelas y universidades católicas, de los
teólogos, filósofos, estudiantes, libreros y los fabricantes de lápices,
protector contra los rayos, el tiempo severo y las tormentas, para pedir por la
castidad y la pureza.
refieren a este santo: San Alberto
Magno, Beato Ambrosio
Sansedoni, Beato Inocencio
V, Beato Juan de
Vercelli, San Romano
«Mélodos»
oración:
Creador inefable, que de los tesoros de tu sabiduría
formaste tres jerarquías de ángeles y con maravilloso orden las colocaste sobre
el cielo empíreo, y distribuiste las partes del universo con suma elengancia.
Tú que eres la verdadera fuente de luz y sabiduría, y
el soberano principio, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento
un rayo de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido: el
pecado y la ignorancia.
Tú, que haces elocuentes las lenguas de los niños,
instruye mi lengua e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.
Dame agudeza para entender, capacidad para retener,
método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar, y gracia copiosa
para hablar.
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y
perfección al acabar.
Amén.
(Oración DE santo Tomás para antes de estudiar)
La
familia de los condes de Aquino descendía en línea directa de los lombardos.
Landulfo, el padre de Tomás, era caballero; su madre, Teodora, era de
ascendencia normanda. Por su físico, Tomás era más nórdico que meridional:
estatura imponente, anchas espaldas y tez clara. No conocemos con exactitud el
año de su nacimiento (debió ser hacia 1225), en el castillo de Rocca Secca,
cuyas ruinas dominan todavía, desde un alto acantilado, la llanura de Campania
Felice y el pueblecito de Aquino. Tomás era el más joven de los cuatro hijos.
Tenía también algunas hermanas, la más joven de las cuales murió fulminada por
un rayo en la misma habitación que ocupaba el santo; éste escapó ileso. Se dice
que tuvo durante toda su vida mucho miedo a las lempestades y que acostumbraba
refugiarse en alguna iglesia cuando caían rayos. De ahí nació la costumbre
popular de venerar a santo Tomás como abogado contra las tempestades y la
muerte repentina.
A
unos cuantos kilómetros al sur de Rocca Secca, se yergue sobre una llanura, la
abadía de Monte Cassino, cuna de la vida monástica y uno de los sitios más venerables
de Europa. Allí estuvo santo Tomás como oblato, desde los cinco hasta los doce
años (cf. cap. LIX de la Regla de San Benito), cuando era abad un pariente
suyo, Landulfo Sinbaldo, y allí recibió la primera instrucción. Sus padres le
sacaron de la abadía, probablemente debido a la turbulencia del momento, y le
enviaron a la Universidad de Nápoles, donde estudió durante cinco años e hizo
sus primeros discípulos. En Nápoles se sintió atraído por la Orden de
Predicadores, a cuya iglesia iba con frecuencia. Sus amigos, los frailes, le
vieron con frecuencia absorto en oración, con el rostro resplandeciente; uno de
ellos, el P. de San Julián, exclamó en cierta ocasión: «El Señor te tiene
reservado para nuestra orden». Santo Tomás confió al prior que tenía ardientes
deseos de ingresar en el convento. Teniendo en cuenta la oposición de su
familia, el prior le aconsejó que cultivase su vocación y esperase tres años.
El tiempo no hizo más que confirmar la vocación de Tomás, quien tomó el hábito
de Santo Domingo hacia los diecinueve años de edad.
La
noticia causó gran indignación en Rocca Secca. Su madre no se habría opuesto a
que entrase en la Orden de San Benito, pues probablemente le imaginaba ya abad
de Monte Cassino, pero no podía aceptar que hubiese abrazado una orden de
mendicantes. Así pues, partió hacia Nápoles con la intención de disuadir a su
hijo, pero los frailes enviaron rápidamente a Tomás al convento de Santa Sabina
de Roma y, cuando Teodora llegó, ya no encontró allí a su hijo. El superior
general de la orden decidió que Tomás le acompañase a Bolonia junto con otros
religiosos, pero Teodora no estaba dispuesta a verse burlada de ese modo y
avisó a sus hijos mayores, que servían en el ejército del emperador en Toscana,
para que impidieran la partida de Tomás. Cuando el joven religioso se hallaba
descansando a la vera del camino de Aquapendente, cerca de Siena, sus hermanos
se presentaron con un pelotón de soldados. En vano intentaron arrancarle el
hábito, pero sí lo llevaron prisionero a Rocca Secca y después al castillo de
Monte San Giovanni, a cuatro kilómetros de distancia, donde le encerraron, sin
permitir más visitas que las de su hermana Marotta, que no era precisamente
devota. Al principio, trataron de hacerle cambiar de ideas por todos los medios
de convicción posibles; después, empezaron a mitigar poco a poco la severidad
de la prisión. Santo Tomás aprovechó el cautiverio para estudiar las
«Sentencias» de Pedro Lombardo y aprender de memoria gran parte de la Sagrada
Escritura. Se dice que fue entonces cuando escribió un tratado sobre los
sofismas de Aristóteles. Al ver fracasados todos sus intentos, los hermanos de
Tomás concibieron el infame proyecto de introducir en su habitación a una mujer
de mala vida. Pero el santo tomó una tea ardiente para echarla fuera. Se dice
que inmediatamente después, se durmió y tuvo un sueño en el que vio a dos
ángeles que le ciñeron el pecho con una cuerda que simbolizaba la castidad.
El
cautiverio duró dos años, hasta 1245, cuando pudo volver al convento. Sus superiores
determinaron enviarle a estudiar bajo la dirección de san Alberto
Magno. Tomás partió con el superior general, Juan el Teutón, que
iba a París y de ahí prosiguió el viaje a Colonia. Las universidades estaban
entonces llenas de clérigos jóvenes, ansiosos de aprender y discutir. Ni los
profesores, ni los otros estudiantes apreciaron al principio, en su justo
valor, al humilde y tímido religioso. Su silencio en las discusiones y su
gigantesca estatura, le valieron el apodo de «el buey silencioso». Un compañero
bien intencionado, compadecido de la aparente estulticia de Tomás, le ofreció
preparar con él las lecciones de cada día, lo que el santo aceptó con humildad
y agradecimiento; pero, cuando se toparon con un pasaje difícil que el
condiscípulo de Tomás no entendía, éste se lo explicó con una claridad que lo
dejó atónito. Poco después, otro condiscípulo de Tomás mostró al maestro una
hoja de los apuntes del santo y aquél no pudo menos de admirar su profundidad.
Al día siguiente, San Alberto examinó públicamente a Santo Tomás y al fin
exclamó: «Hasta ahora hemos llamado al hermano Tomás 'el buey silencioso'; pues
bien, yo os aseguro que sus mugidos se oirán en todo el mundo». Pero todavía
más grande que su ciencia era su piedad. La ordenación sacerdotal no hizo sino
aumentar su unión con Dios. Su discípulo y biógrafo, Guillermo de Tocco, nos
dice que pasaba horas enteras en oración, de día y de noche. «Al llegar en la
misa al momento de la consagración, observó que Tomás, absorto en los divinos
misterios y alimentado con sus frutos, se deshacía en lágrimas».
Es
bastante incierta la cronología de la vida de santo Tomás en esta época. Sólo
se sabe positivamente que en 1252, cuando no era todavía más que bachiller,
enseñaba en la Universidad de París, a instancias de san Alberto y del cardenal
Hugo de Saintcher. Se hace notar que el sistema de los grados académicos no era
entonces el mismo que ahora; generalmente se conferían según los méritos
alcanzados en la enseñanza. Santo Tomás comentó en París la Sagrada Escritura y
el Líber Sententiarum de Pedro Lombardo. A este propósito escribió sus
comentarios sobre el «Libro de las Sentencias», sobre Isaías y sobre el
Evangelio de San Mateo. Cuatro años más tarde, se le confió la cátedra de
doctor, encargado de enseñar, discutir y predicar. Hacia el fin de este
período, empezó a escribir la Summa contra Gentiles. De 1259 a 1268, el santo,
que era ya el profesor más popular de París, estuvo en Italia, donde se le
nombró predicador general y profesor de la escuela de la corte pontifical para
alumnos selectos. Santo Tomás recorrió toda Italia y tuvo ocasión de enseñar y
predicar en muchas ciudades. Hacia 1266, empezó a escribir la más famosa de sus
obras: la «Summa Theologiae» (Suma Teológica).
En
1269 volvió a París. San Luis de
Francia le profesaba tanta estima, que le consultaba todos
los asuntos de importancia. Pero nada puede darnos una idea más precisa de la
fama del santo, que la decisión de la Universidad de atenerse a su opinión,
sobre una cuestión muy debatida hasta entonces: si en el Santísimo Sacramento los
accidentes permanecían realmente o sólo en apariencia. Santo Tomás, tras una
ferviente oración, escribió su respuesta en forma de tratado y lo depositó
sobre el altar, antes de darlo a la luz pública. La Universidad aceptó su
decisión, que la Iglesia adoptó más tarde, y el tratado se conserva todavía. A
lo que sabemos, ésta fue la primera ocasión en que el Señor manifestó
sensiblemente a santo Tomás su aprobación por lo que había escrito, diciéndole
en una aparición: «Has hablado bien del Sacramento de mi Cuerpo». Al oír esto,
el santo entró en un éxtasis tan largo, que los frailes tuvieron tiempo de
reunirse para verlo elevado sobre el suelo. Entonces se oyó una voz que venía
del crucifijo y repetía: «Has hablado bien de mí, Tomás. ¿Qué quieres en premio
de ello?» El santo respondió: «No quiero ningún otro premio fuera de Ti,
Señor». Se cuenta también una historia muy diferente acaecida un día en que el
santo fue invitado a comer con el rey san Luis. Durante la comida tuvo una
inspiración repentina acerca de una cuestión sobre la que estaba escribiendo y,
dando un puñetazo sobre la mesa, exclamó en voz alta: «¡Este es el fin de la
herejía maniquea!» Al ver al santo absorto, el prior le tiró de la capa y le
recordó que estaba comiendo con el rey; Tomás volvió en sí de su distracción y
pidió perdón al monarca.
Durante
los dos períodos de su enseñanza en París, la Universidad estuvo sacudida por
diversas agitaciones. En 1272, estalló una especie de «huelga general» en las
facultades. Justamente en ese momento, santo Tomás fue llamado a Italia y
nombrado rector de la casa de estudios de Nápoles. Ese fue el último cargo que
ocupó. Al año siguiente, cuando celebraba la misa de la fiesta de san Nicolás,
tuvo una visión que le afectó tan profundamente, que cesó de escribir y
enseñar, sin acabar siquiera la Summa Theologiae. A los ruegos del hermano
Reginaldo, replicó el santo: «Ya no es tiempo de escribir. Todo lo que he
escrito me parece que no es sino paja, en comparación de lo que se me ha
revelado». Se hallaba ya enfermo cuando el papa Gregorio X le pidió que
asistiese al Concilio ecuménico de Lyon para la reunión de las Iglesias griega
y latina y que llevase consigo su tratado «Contra los errores de los griegos».
Su enfermedad se agravó tanto durante el viaje, que sus acompañantes le
transladaron a la abadía cisterciense de Fossa Nuova, cerca de Terracina, donde
el abad le cedió su propia celda y los monjes se pusieron a su servicio.
Cediendo a los ruegos de los religiosos, el santo empezó a explicarles el
«Cantar de los Cantares», pero la muerte le sorprendió antes de terminar. Hizo
la última confesión con el P. Reginaldo de Priverno y, al recibir de manos del
abad el Santo Viático, pronunció las famosas palabras: «Ahora voy a recibirte a
Ti, que eres el precio de la redención de mi alma. Todos mis estudios, vigilias
y trabajos han sido por tu amor. He enseñado y escrito mucho sobre el Sagrado
Cuerpo de Jesucristo. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en
Jesucristo y en la Santa Iglesia Católica, a cuyo juicio las ofrezco y someto
todas». Dos días después entregó el alma a Dios, en la madrugada del 7 de marzo
de 1274, cuando no tenía más de cincuenta y cinco años de edad. A san Alberto,
que se hallaba en Colonia en ese momento, se le saltaron las lágrimas ante toda
la comunidad y dijo: «El hermano Tomás de Aquino, mi hijo en Cristo, la
lumbrera de la Iglesia, ha muerto. Dios me lo ha revelado».
Santo
Tomás fue canonizado en 1323, pero su cuerpo no volvió a poder de los frailes
de Santo Domingo, sino hasta 1368. Fue trasladado con gran pompa a la catedral
de Toulouse, donde descansa hasta hoy, aunque hubo un nuevo traslado de
reliquias, dentro mismo de Toulouse, el 22 de octubre de 1974. San Pío V
confirió a santo Tomás el título de Doctor de la Iglesia en 1567, y en 1880
León XIII le declaró patrono de las universidades, colegios y escuelas. No
podemos hablar aquí, en detalle, de los escritos filosóficos y teológicos del
santo, que comprenden veinte gruesos volúmenes. Gran parte de su obra está
formada por los comentarios de Aristóteles, de cuyos escritos se valió para
construir una síntesis cristiana de la filosofía. Se ha dicho que su método
consistía en aplicar la geometría a la teología, ya que primero expone el
problema o teorema y después las dificultades. Abundan en sus escritos las
citas de pasajes de la Sagrada Escritura, de la Tradición de la Iglesia, de las
principales obras teológicas y la conclusión consiste siempre en una respuesta
categórica a cada una de las objeciones enunciadas al principio. Santo Tomás
escribió también disertaciones sobre el Padrenuestro, el Ave María y el Símbolo
de los Apóstoles, además de los comentarios sobre numerosos libros de la
Sagrada Escritura y de los tratados sobre las cuestiones que se le consultaban.
La más importante de sus obras es la Summa Theologiae, que es una exposición
muy completa de la doctrina teológica de su tiempo. Se trata indudablemente de
uno de los monumentos teológicos más grandes de su época. De las tres obras que
había sobre la mesa en el Concilio de Trento, una era la «Summa» de santo Tomás
y las otras dos, la Biblia y los Decretos de los Papas. El tiempo que ha pasado
hace muy difícil comprender la influencia que santo Tomás ejerció sobre la
mentalidad teológica de sus contemporáneos y sus sucesores inmediatos. Por lo
demás, los trabajos del santo no se limitaron solamente al dogma, la
apologética y la filosofía. Cuando el papa Urbano IV decidió establecer la
fiesta de Corpus Christi, movido por las visiones de la beata Juliana de Lieja,
pidió a Santo Tomás que compusiera el oficio litúrgico y la misa del día. En
ellos muestra el santo su extraordinario dominio de la lengua, no menos que su
exactitud doctrinal y su ternura de sentimientos. Casi todos los católicos
conocen los himnos «Verbum Supernum» y «Pange lingua» con sus estrofas finales,
«0 Salutaris» y «Tantum ergo», que se cantan durante la bendición con el
Santísimo Sacramento. También otros himnos del santo, particularmente el «Lauda
Sion» y el «Adoro te devote», son muy conocidos.
Entre
las cualidades sobresalientes de santo Tomás hay que mencionar el espíritu de
oración y la humildad. Como él lo afirmaba constantemente, había aprendido más
al pie del crucifijo que estudiando en los libros. El hermano Reginaldo
escribe: «Su maravillosa ciencia provenía menos de su genio que de la eficacia
de sus oraciones. Tomás oraba con muchas lágrimas para obtener de Dios la luz
sobre Sus misterios y el Señor se la daba a raudales». La modestia con que
santo Tomás consideraba su genio era extraordinaria. En cierta ocasión en que
le preguntaron si tenía tentaciones de orgullo y vanagloria, replicó: «no». En
seguida añadió que, las raras veces en que le venían tales pensamientos, el
sentido común le demostraba inmediatamente cuán vanos eran. Por lo demás, tenía
tendencia a considerar que los otros eran mejores que él. Exponía sus opiniones
con increíble modestia; jamás se dejó llevar por la cólera en las discusiones,
por mucho que le provocasen y nunca se le oyó decir alguna cosa que hubiese
podido herir a un tercero.
No
poseemos sobre la vida de santo Tomás una información tan completa como seria
de desear, sobre todo acerca de sus primeros años. Sin embargo, existe una
buena cantidad de documentos contemporáneos. Guillermo da Tocco, el autor de la
biografía que se halla en Acta Sanctorum, fue discípulo suyo; también lo fue
Ptolomeo de Lucca, quien le consagró muchas páginas de su Historia
Eclesiástica. Se conservan y han sido publicados por los bolandistas, muchos de
los testimonios recogidos con miras a la canonización. En las cartas y crónicas
de la época, así como en la gran obra de Denifle, Chartularium Universitatis
Parisiensis, se encuentran muchas informaciones complementarias. Ver G. K. Chesterton, Saint
Thomas Aquinas (1933); A. Sertillanges, St. Thomas Aquinas and his Work (1933).
La obra más equilibrada, en la que la unción se une
con la erudición crítica, es la de Angelo Walz, St. Thomas Aquinas (1945). Otro
relato de la vida del santo, junto con artículos a él referidos, y algunas de
sus obras, en Mercabá.
También la Catholic
Encyclopedia tiene un extenso e interesante artículo (aquí la versión castellana,
pero no parece completa). En la Biblioteca de ETF hay también material de y
sobre el Aquinate, basta poner «Aquino» en
el buscador interno. Una breve pero excelente introducción a su obra está
incluida en «La Filosofía en la Edad Media», de E. Gilson (en la Biblioteca de
ETF hay versión en portugués, en la cual ocupa las páginas 652 a 671). Hay
muchas ediciones en línea de la obra de santo Tomás, la que parece mejor de la
Suma Teológica en castellano es la de el sitio de
Hernán.
Cuadros:
-Stefano di Giovanni Sassetta: Tomás ante la cruz, 1423, Museos Vaticanos, Roma.
-Vittore Carpaccio: Santo Tomás en el cielo, entre san Marcos y Luis de Toulouse, 1507, Galería Estatal, Stuttgart, Alemania.
Cuadros:
-Stefano di Giovanni Sassetta: Tomás ante la cruz, 1423, Museos Vaticanos, Roma.
-Vittore Carpaccio: Santo Tomás en el cielo, entre san Marcos y Luis de Toulouse, 1507, Galería Estatal, Stuttgart, Alemania.
fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 13937 veces
ingreso
o última modificación relevante: ant 2012
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=345
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