Albania; Francisco en la periferia que quiso cancelar a Dios
Entrevista de la Fundación Internacional Oasis con Albert Nikolla, director de la Cáritas de Albania
Maria Laura Conte* RomaEl Papa visitará Tirana el próximo domingo. El Director de la Cáritas de Albania describe las expectativas ante esta visita inesperada y también las heridas profundas que siguen abiertas en un país en el que la recuperación económica y cultural todavía debe resolver cuestiones abiertas con su pasado comunista.
«Si el pecado es alejarse de Dios, entonces Albania era el país en el que el pecado estaba marcado en la Constitución. Y la vida de los creyentes se había convertido en algo imposible aquí, en esta periferia del mundo. Una periferia que hoy siente la mirada de Francisco». Albert Nikolla, de 45 años, casado, padre de dos hijos y director de la Cáritas de Albania (además de coordinador de la visita papal del próximo domingo 21 de septiembre), presenta de esta manera su país. Después de haber cursado estudios de teología y de haber obtenido un doctorado en antropología en Italia, pudo pasar (como indicó él mismo) de la ética de los libros (era profesor en la Universidad católica de Tirana) a la ética concreta. Dirige en la actualidad una estructura que cuenta con doscientos empleados, mil voluntarios y apoya, de diferentes maneras, a más de 80 mil personas cada año.
Albania es un país de mayoría musulmana (el 60% de la población). ¿Quiénes están esperando la visita de Papa Francisco?
Toda Albania espera a Francisco: no solo la comunidad católica, sino el país en su conjunto, porque cuando Papa Bergoglio anunció que habría venido aquí indicó dos motivos principales. El primero, para reforzar y confirmar la Iglesia en la fe; el segundo, para animar y expresar toda su cercanía a este pueblo que ha sufrido enormemente. Todo el pueblo albanés, pues, se sintió abrazado por un Papa que es percibido como un amigo vecino, que suscita simpatía inmediata, un pastor que se mezcla entre sus ovejas y que camina a su lado. Cuando en una importante entrevista a la revista “La Civiltà Cattolica” el Papa se presentó como “un pecador”, nosotros, que somos un pueblo de pecadores, nos sentimos inmediatamente acogidos por él.
A 25 años de la caída del comunismo, ¿Albania ha resuelto las cuestiones abiertas de su pasado?
No, no han sido suficientes estos 25 años para sanar las heridas abiertas en el país. En particular, Albania sufre por la injusticia social extendida: la corrupción, el mercado de la droga, la miseria… Decía antes que somos “pecadores”. Pero, como dice San Pablo, “en donde abunda el pecado, abunda la gracia”. Si el mismo Papa Francisco se define un pecador hacia el cual el Señor ha dirigido su mirada, también Albania se puede definir, por analogía, como un país hacia el que el Señor está dirigiendo su mirada, ahora mediante el Papa. Y esta mirada puede ser buena para todos.
Como director de la Cáritas, ¿Cuáles son las cuestiones que más le atañen?
Vivo cotidianamente la provocación de la falta de justicia social. El país tiene problemas más fuertes en algunas zonas con respecto a otras, pero, en general, sufre por la consistente migración interna. Cada vez más personas se mudan de las aldeas más pobres a las ciudades, en las que esperan encontrar una vida mejor, aunque a menudo no lo logren. Es más, los gobiernos post-comunistas se han visto sorprendidos frente a éxodos bíblicos. Faltan estructuras capaces de ayudar a enteras familias que migran. Demasiados niños se quedan sin poder acceder a la escuela, demasiados discapacitados no encuentran ninguna ayuda y se ven obligados a peramecer encerrados en sus casas. Hay una enorme necesidad de cuidados y curas para enfermos terminales. La Cáritas es hoy el único ente en todo el país que se ocupa, gracias a algunos hospicios, de suministrar curas paliativas a los enfermos que se preparan a morir.
Frente a heridas tan profundas, ¿Qué puede significar una visita de un solo día?
Mi esposa dice que esta visita será un electro-shock espiritual para el país. Un gran catalizador. Una ocasión para revisar qué es lo que necesita el país verdaderamente, después del comunismo y después de una oleada de capitalismo que tiene costos altísimos. La sociedad albanesa no podrá permanecer indiferente ante un Papa que vivió la experiencia directa de ser y vivir en la periferia. Él ha tocado con sus manos la pobreza. También Albania es una periferia, pero, como dice el Evangelio, ha sido “elegida”.
Sin embargo, Albania ha dado pasos muy importantes: las embarcaciones cargadas con miles de albaneses en fuga de los años noventa son un recuerdo del pasado. Hay incluso señales positivas de crecimiento…
Hoy hay un gran deseo de apertura hacia Europa, hacia la prosperidad económica y cultural. Hemos dado pasos notables. El país salió de la desgracia del comunismo y del periodo caótico que vino después de la caída del régimen. La economía da señales de esperanza. Pero, además de la economía, hay que recuperar a los hombres y a las mujeres. El comunismo aquí ejerció una violencia radical cuando estableció el ateísmo de estado, cerró los lugares de culto de todas las religiones y debilitó a las instituciones religiosas, cuando entró a la esfera más íntima de la persona, como la esfera de la consciencia. Pero el comunismo cometió un grave error de valoración cuando consideró que podía arrancar a Dios del corazón de los hombres. Este es un error antropológico. Dios habita en el corazón del hombre y allí permaneció durante los años del ateísmo de estado. Apenas hubo una posibilidad, esta prohibición fue cancelada de nuevo. La vida religiosa renació. La política del miedo y de la violencia no pudo aniquilar la vida religiosa de los cristianos, de los musulmanes, de los bektashíes. Por ello, el Papa ha insistido en la importancia del diálogo religioso como una condición intrínseca de la fe misma.
¿Recuerda algún aspecto particular de aquel intento por eliminar la fe del corazón de los hombres?
Muchos, pero cito uno particular. Mis padres y abuelos eran personas de fe, pero no podían reunirse para celebrar la Eucaristía; estaba prohibido. Podían encontrarse, como máximo, para decir un Rosario. Pero esta religiosidad era simple y resistente. En 1989 yo era un estudiante en la Universidad de Tirana. Volví a casa un fin de semana con la tarea de escribir un breve ensayo sobre la tesis marxista de la falsedad de la fe cristiana. Cuando se lo dije a mi mamá, ella se persignó y me respondió con un tono que todavía recuerdo, como si hubiera sido ayer: “Que Dios te perdone”. Jesús en el Evangelio dice: “Te agradezco, Dios, que ocultas las cosas a los grandes y las revelas a los pequeños”. La fe de mi madre era así, una fe de los pequeños. Sólida y tenaz.
Una herencia importante, incluso para los hijos de la época comunista…
Esta fe de mis padres es una gran riqueza, que no debe morir con ellos. Las generaciones que nacieron en los años 80 no tienen la mínima idea de lo que signifique vivir una experiencia religiosa, pertenecer a una comunidad religiosa; no tuvieron ninguna educación a los fundamentos de la fe. Mientras, por el contrario, fueron arrolladas inmediatamente con la propuesta invadente del consumismo occidental, de impacto extraordinario. Desde cero. Hoy, la Iglesia católica debe comenzar desde cero con los jóvenes. Y, en este aspecto, camina junto a la comunidad islámica en cierto sentido. En este florecimiento de la fe nos ecnontramos juntos cristianos y musulmanes, nuestras relaciones son muy buenas. Tal vez por este motivo la comunidad musulmana espera con alegría la llegada de Papa Francisco.
*Fondazione Internazionale Oasis
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