El Sufrimiento
Hay dos clases
de sufrimiento: el sufrimiento que lleva a más sufrimiento y el sufrimiento que
conduce al fin del sufrimiento. El primero es el dolor de aferrarse con
vehemencia a los placeres efímeros y la aversión por lo desagradable, esa lucha
constante de la mayoría de la gente, día tras día. El segundo es el sufrimiento
que proviene de permitirse apreciar, en su totalidad, el cambio permanente de
la experiencia – placer, dolor, alegría y enojo – sin temor ni represión. El
sufrimiento de nuestra propia experiencia nos conduce a la ausencia de temor en
nuestro interior y a la tranquilidad.
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Queremos tomar
por el camino fácil, pero si no hay sufrimiento, no hay sabiduría. Para estar
lo suficientemente desarrollado para la sabiduría, en realidad debe quebrarse y
llorar durante su práctica, al menos tres veces.
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No nos
convertimos en monjes o monjas para comer bien, dormir bien y estar muy cómodos,
sino para conocer al sufrimiento:
1.
cómo aceptarlo...
2.
cómo liberarnos de él...
3.
cómo no causarlo...
Por lo tanto, no
hagan aquello que causa sufrimiento, como dejarse tentar por la codicia, o éste
nunca los dejará.
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En realidad, la
felicidad es sufrimiento disfrazado, pero de una manera tan sutil que usted no
lo ve. Si usted se aferra a la felicidad es lo mismo que si se aferrase al
sufrimiento, pero no se da cuenta. Cuando se apega a la felicidad resulta
imposible deshacerse del sufrimiento intrínseco. Son así de inseparables. Es
así como el Buda nos enseñó a conocer al sufrimiento, a verlo como un daño
inherente a la felicidad, a verlos equivalentes. Por lo tanto, ¡cuídese! Cuando
aparezca la felicidad no se pongademasiado
contento ni se entusiasme. Cuando surja el sufrimiento no se desespere, no
pierda la cabeza. Observe que ambos tienen idéntico valor.
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