viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Cuál es el milagro de beatificación de Álvaro del Portillo? 26092014

¿Cuál es el milagro de beatificación de Álvaro del Portillo?

beatificación¿Conoces el milagro de beatificación de Álvaro del Portillo? Descubre este impresionante testimonio de curación milagrosa y conversión.
  
Para que una persona sea beatificada se requiere que la Santa Sede apruebe un milagro concedido por intercesión de esa persona. El proceso es muy complicado, hace falta que no quepa duda alguna que el acontecimiento se deba a una razón que no sea lógica o natural. Al final, éso es lo que determina un proceso de beatificación, y lo que viene a confirmar la “autenticidad” de las virtudes de la persona beatificada.
 
En el caso de Monseñor Álvaro del Portillo, las virtudes estaban ya documentadas en extensos folios llenos de testimonios, informes y legajos probando las diversas iniciativas que tuvo en beneficio de la Evangelización y de los más necesitados. Sin embargo, la confirmación por parte del Cielo de la beatitud de Don Álvaro estaba aún a la espera.
 
En el año 2003, un matrimonio chileno aseguró que su hijo estaba vivo por intercesión de Don Álvaro. Todas las miradas se volvieron hacia ellos, incluyendo las de los promotores de la causa de beatificación del antiguo prelado del Opus Dei. Se pidió testimonio a los padres, y después a los médicos que atendieron al niño. Todos se mostraban bastante convencidos de que la curación de José Ignacio Ureta Wilson era milagrosa, y que el milagro había sido solicitado a nadie más que a Monseñor Álvaro del Portillo.
 
En una entrevista concedida por Susana Wilson Holzapfel, madre de José Ignacio, se atestiguaba que los problemas de su hijo se manifestaron antes de su nacimiento, cuando ella estaba embarazada. En marzo del 2003, los médicos le confirmaron a Susana que su hijo nacería con una hernia intestinal provocada por una malformación en el desarrollo de su sistema digestivo. José Ignacio nació el 10 de julio, pesando poco menos de dos kilos, lo que levantó el ánimo de la familia.
 
Nomas nacer, los médicos de José Ignacio se percataron que el bebé sufría también de una malformación cardíaca que impedía la correcta circulación de la sangre. El 12 de julio, el niño de dos días fue operado de la hernia, sufriendo una grave crisis durante la operación que culminó en un paro cardíaco, provocando el cese urgente de la cirugía.
 
La inestabilidad de José Ignacio era tal que sufrió graves daños cerebrales debido a la falta de irrigación, ocasionando profundas lesiones en ambos hemisferios.
 
Durante toda la crisis, los padres de José Ignacio rezaban constantemente, habiendo pegado una estampita de Don Álvaro en la cama del niño en la clínica. Esos días rezaron con especial urgencia, pidiendo la intercesión de Don Álvaro por recomendación de Susana Holzapfel, madre de Susana.
 
Las esperanzas de vida para José Ignacio eran muy inciertas, el médico sabía que solamente había un camino para el recién nacido, y ese era la muerte. Un día, mientras rezaba en silencio, Susana Wilson se percató que los índices de saturación de oxígeno reflejados en la pantalla de José Ignacio comenzaban a estabilizarse. Llamó a su marido y a la enfermera de turno. La enfermera fue disminuyendo el respirador, pues parecía que el niño estaba respirando por sí solo.
 
Los progresos comenzaron, por lo que Susana insistió en pedirle a todos sus amigos que rezasen a Don Álvaro, quien les estaba ayudando a que José Ignacio se recuperara. A la vista de los progresos inesperados, los médicos decidieron cambiar de planes y operar al bebé del corazón el 30 de julio. Los resultados de la cirugía parecían positivos, pero dos días después, Susana y Javier fueron llamados a la unidad de cuidados intensivos pues el niño había vuelto a caer en una grave crisis.
 
La familia Ureta Wilson se encontraba en ese momento con los padres de Javier, por lo que al enterarse fueron conduciendo hasta la clínica, mientras rezaban por el camino. Al llegar, les dijeron que a José Ignacio le estaban reanimando, uno de sus médicos confesó más tarde que el niño había muerto. Susana no lo sabía, y con su marido y sus suegros no dejaban de pedir la intercesión de Don Álvaro para que su hijo viviera y se recuperara.
 
Después de media hora de paro cardíaco, el corazón de José Ignacio comenzó a latir. Fue el doctor Felipe Heusser quien les comunicó a los padres que su hijo vivía, pero que había sufrido un fuerte derrame en el pericardio y en torno a un riñón. La familia no cesó de rezar en ningún momento.
Al día siguiente, el doctor Heusser apareció preguntando la hora de la muerte del niño, para encontrarse con que no solo vivía sino que parecía estar recuperándose. El progreso desde entonces fue radical, un camino de una sola dirección. Absolutamente inexplicable. No había ninguna señal que indicara a los médicos que el niño se recuperaría, y menos que con tanta rapidez y estabilidad.
 
Al día de hoy, José Ignacio Ureta Wilson tiene once años y es un niño totalmente sano. Dice su madre que solo toma un medicamento que le ayuda a concentrarse, pero es el único. José Ignacio es un futbolista apasionado, un tenista excepcional para su edad, así como un gran aficionado a la música, el baile y el canto.
 
La historia de José Ignacio supuso una conversión más profunda de sus padres, así como la de algunos médicos y personal de la clínica de la Universidad Católica de Chile, donde estuvo ingresado. Cada paso de su recuperación es un testimonio de la misericordia de Dios y de su Divina Voluntad de aceptar la intercesión de Monseñor Álvaro del Portillo en beneficio de quienes así lo piden.
 

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