EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
EVANGELII GAUDIUM
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
ÍNDICE
27 de noviembre
(RV).- (audio) Empezamos hoy un nuevo espacio en el que pretendemos subrayar las ideas, los pensamientos y los puntos más sobresalientes e importantes de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que se puede considerar el primer documento de su pontificado.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Empieza así, con estas palabras de gozo, el documento con el que el Papa desarrolla el tema del anuncio del Evangelio en el mundo actual. Un documento que recoge las conclusiones de los trabajos del sínodo de los Obispos sobre la ‘Nueva Evangelización para la transmisión de la Fe’, celebrado en el Vaticano en octubre de 2012, pero que se completa con reflexiones del propio Papa Bergoglio.
EL Papa dice que con esta Exhortación quiere dirigirse a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses -escribe el Santo Padre- ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Es un riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios, dice el Papa.
Francisco invita a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar su encuentro personal con Jesucristo. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
(RV).- (audio) Empezamos hoy un nuevo espacio en el que pretendemos subrayar las ideas, los pensamientos y los puntos más sobresalientes e importantes de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que se puede considerar el primer documento de su pontificado.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Empieza así, con estas palabras de gozo, el documento con el que el Papa desarrolla el tema del anuncio del Evangelio en el mundo actual. Un documento que recoge las conclusiones de los trabajos del sínodo de los Obispos sobre la ‘Nueva Evangelización para la transmisión de la Fe’, celebrado en el Vaticano en octubre de 2012, pero que se completa con reflexiones del propio Papa Bergoglio.
EL Papa dice que con esta Exhortación quiere dirigirse a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses -escribe el Santo Padre- ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Es un riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios, dice el Papa.
Francisco invita a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar su encuentro personal con Jesucristo. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
28 de noviembre
(RV).- (audio) Escribe el Papa Francisco que los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. Y da algunos ejemplos. Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
También el Evangelio, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María. La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre. Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud». Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo». Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena». Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría». Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron».
El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría». Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría», y ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo»…
¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría? Se pregunta el papa que dice que “hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconoce que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprende a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias.
La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica –explica Francisco- ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría».
Puedo decir -escribe el Papa- que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.
No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
Sólo gracias a ese encuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora.
(RV).- (audio) Escribe el Papa Francisco que los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. Y da algunos ejemplos. Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana.
También el Evangelio, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María. La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre. Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud». Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo». Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena». Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría». Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron».
El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría». Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría», y ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo»…
¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría? Se pregunta el papa que dice que “hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconoce que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprende a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias.
La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica –explica Francisco- ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría».
Puedo decir -escribe el Papa- que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.
No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
Sólo gracias a ese encuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora.
29 de noviembre
(RV).- (audio) “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”. Así titula el Papa en el prefacio de su Exhortación, la misión y el anuncio de la Evangelización. “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás”. Así, comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.
De hecho, los que más disfrutan de la vida, explica Francisco, son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, explica el Pontífice, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá, el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
(audio) “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”. Así titula el Papa en el prefacio de su Exhortación, la misión y el anuncio de la Evangelización. “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás”. Así, comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.
De hecho, los que más disfrutan de la vida, explica Francisco, son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, explica el Pontífice, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá, el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
(RV).- (audio) “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”. Así titula el Papa en el prefacio de su Exhortación, la misión y el anuncio de la Evangelización. “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás”. Así, comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.
De hecho, los que más disfrutan de la vida, explica Francisco, son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, explica el Pontífice, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá, el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
(audio) “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”. Así titula el Papa en el prefacio de su Exhortación, la misión y el anuncio de la Evangelización. “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás”. Así, comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.
De hecho, los que más disfrutan de la vida, explica Francisco, son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, explica el Pontífice, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá, el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
30 de noviembre
(RV).- (audio) El anuncio renovado de la fe, escribe el Papa Francisco en su Exhortación, ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Cristo es la “eterna novedad”. Y Él hace a sus fieles siempre nuevos. Cristo es el «Evangelio eterno»: es «el mismo ayer, hoy y siempre», su riqueza y su hermosura son inagotables. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece.
Jesucristo, señala el Papa, también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva».
Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, advierte el Pontífice, ya que la obra es ante todo de Él. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador». En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios. Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, esta tarea -subraya Francisco- pero al mismo tiempo nos ofrece todo.
Y termina el parágrafo señalando que tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua. La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir.
1 de diciembre
(RV).- (audio) El Papa expone al final de su introducción que la Evangelii Gaudium nace de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que se celebró en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos. En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.
En segundo lugar, el Papa indica el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», que no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.
Finalmente, remarquemos, señala Francisco, que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».
(RV).- (audio) El anuncio renovado de la fe, escribe el Papa Francisco en su Exhortación, ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Cristo es la “eterna novedad”. Y Él hace a sus fieles siempre nuevos. Cristo es el «Evangelio eterno»: es «el mismo ayer, hoy y siempre», su riqueza y su hermosura son inagotables. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece.
Jesucristo, señala el Papa, también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva».
Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, advierte el Pontífice, ya que la obra es ante todo de Él. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador». En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios. Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, esta tarea -subraya Francisco- pero al mismo tiempo nos ofrece todo.
Y termina el parágrafo señalando que tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua. La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir.
1 de diciembre
(RV).- (audio) El Papa expone al final de su introducción que la Evangelii Gaudium nace de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que se celebró en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos. En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.
En segundo lugar, el Papa indica el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», que no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.
Finalmente, remarquemos, señala Francisco, que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».
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