68. El substrato cristiano de
algunos pueblos –sobre todo occidentales– es una realidad viva. Allí encontramos,
especialmente en los más necesitados, una reserva moral que guarda valores de
auténtico humanismo cristiano. Una mirada de fe sobre la realidad no puede
dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo. Sería desconfiar de su
acción libre y generosa pensar que no hay auténticos valores cristianos donde
una gran parte de la población ha recibido el Bautismo y expresa su fe y su
solidaridad fraterna de múltiples maneras. Allí hay que reconocer mucho más que
unas «semillas del Verbo», ya que se trata de una auténtica fe católica con
modos propios de expresión y de pertenencia a la Iglesia. No conviene ignorar
la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe, porque esa
cultura evangelizada, más allá de sus límites, tiene muchos más recursos que
una mera suma de creyentes frente a los embates del secularismo actual. Una
cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden
provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una
sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida.
69. Es imperiosa la necesidad de
evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de
tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que
ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente
secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la
cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. No podemos, sin embargo,
desconocer que siempre hay un llamado al crecimiento. Toda cultura y todo grupo
social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas
populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que
todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la
violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias
fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es
precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y
liberarlas.
70. También es cierto que a veces
el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas
exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones
privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de
una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a
una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin
preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos
casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los
demás. Tampoco podemos ignorar que en las últimas décadas se ha producido una
ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo
católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de
identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan
a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras
comunidades de fe. Algunas causas de esta ruptura son: la falta de espacios de
diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo
relativista, el consumismo desenfrenado que alienta el mercado, la falta de
acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en
nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística
de la fe en un escenario religioso plural
Reflexión:
19 de Diciembre
(RV).- (audio) En el punto 68 y siguientes de la Evagelii Gaudium, el Papa Francisco habla de los Desafíos de la inculturación de la fe. No conviene ignorar -dice- la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe, afirma el Papa, porque esa cultura evangelizada, más allá de sus límites, tiene muchos más recursos que una mera suma de creyentes frente a los embates del secularismo actual. Una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida.
Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio, subraya Francisco. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.
También es cierto, señala el Papa que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás. Tampoco podemos ignorar, recuerda Francisco, que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe. La causas son: la falta de espacios de diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.
(RV).- (audio) En el punto 68 y siguientes de la Evagelii Gaudium, el Papa Francisco habla de los Desafíos de la inculturación de la fe. No conviene ignorar -dice- la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe, afirma el Papa, porque esa cultura evangelizada, más allá de sus límites, tiene muchos más recursos que una mera suma de creyentes frente a los embates del secularismo actual. Una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida.
Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio, subraya Francisco. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.
También es cierto, señala el Papa que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás. Tampoco podemos ignorar, recuerda Francisco, que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe. La causas son: la falta de espacios de diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.
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