71. La nueva Jerusalén, la Ciudad
santa (cf. Ap 21,2-4), es el destino hacia donde peregrina toda la
humanidad. Es llamativo que la revelación nos diga que la plenitud de la
humanidad y de la historia se realiza en una ciudad. Necesitamos reconocer la
ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra
al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia
de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para
encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo
la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa
presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a
aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de
manera imprecisa y difusa.
72. En la ciudad, lo religioso está
mediado por diferentes estilos de vida, por costumbres asociadas a un sentido
de lo temporal, de lo territorial y de las relaciones, que difiere del estilo
de los habitantes rurales. En sus vidas cotidianas los ciudadanos muchas veces
luchan por sobrevivir, y en esas luchas se esconde un sentido profundo de la
existencia que suele entrañar también un hondo sentido religioso. Necesitamos
contemplarlo para lograr un diálogo como el que el Señor desarrolló con la
samaritana, junto al pozo, donde ella buscaba saciar su sed (cf. Jn
4,7-26).
73. Nuevas culturas continúan
gestándose en estas enormes geografías humanas en las que el cristiano ya no
suele ser promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros
lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de
vida, frecuentemente en contraste con el Evangelio de Jesús. Una cultura
inédita late y se elabora en la ciudad. El Sínodo ha constatado que hoy las
transformaciones de esas grandes áreas y la cultura que expresan son un lugar
privilegiado de la nueva evangelización.[61] Esto
requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas,
más atractivas y significativas para los habitantes urbanos. Los ambientes
rurales, por la influencia de los medios de comunicación de masas, no están
ajenos a estas transformaciones culturales que también operan cambios
significativos en sus modos de vida.
Reflexión:
20 de Diciembre
(RV).- (audio) La nueva Jerusalén, la Ciudad santa (cf. Ap 21,2-4), es el destino hacia donde peregrina toda la humanidad, escribe el Papa en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Es llamativo que la revelación nos diga que la plenitud de la humanidad y de la historia se realiza en una ciudad. Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas, afirma el Obispo de Roma. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa.
En sus vidas cotidianas los ciudadanos muchas veces luchan por sobrevivir, y en esas luchas se esconde un sentido profundo de la existencia que suele entrañar también un hondo sentido religioso. Necesitamos contemplarlo para lograr un diálogo como el que el Señor desarrolló con la samaritana, junto al pozo, donde ella buscaba saciar su sed (cf. Jn 4,7-26).
Nuevas culturas continúan gestándose en estas enormes geografías humanas en las que el cristiano ya no suele ser promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida, frecuentemente en contraste con el Evangelio de Jesús. Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad, escribe el Papa. El Sínodo ha constatado que hoy las transformaciones de esas grandes áreas y la cultura que expresan son un lugar privilegiado de la nueva evangelización. Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos. Los ambientes rurales, por la influencia de los medios de comunicación de masas, no están ajenos a estas transformaciones culturales que también operan cambios significativos en sus modos de vida.
(RV).- (audio) La nueva Jerusalén, la Ciudad santa (cf. Ap 21,2-4), es el destino hacia donde peregrina toda la humanidad, escribe el Papa en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Es llamativo que la revelación nos diga que la plenitud de la humanidad y de la historia se realiza en una ciudad. Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas, afirma el Obispo de Roma. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa.
En sus vidas cotidianas los ciudadanos muchas veces luchan por sobrevivir, y en esas luchas se esconde un sentido profundo de la existencia que suele entrañar también un hondo sentido religioso. Necesitamos contemplarlo para lograr un diálogo como el que el Señor desarrolló con la samaritana, junto al pozo, donde ella buscaba saciar su sed (cf. Jn 4,7-26).
Nuevas culturas continúan gestándose en estas enormes geografías humanas en las que el cristiano ya no suele ser promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida, frecuentemente en contraste con el Evangelio de Jesús. Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad, escribe el Papa. El Sínodo ha constatado que hoy las transformaciones de esas grandes áreas y la cultura que expresan son un lugar privilegiado de la nueva evangelización. Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos. Los ambientes rurales, por la influencia de los medios de comunicación de masas, no están ajenos a estas transformaciones culturales que también operan cambios significativos en sus modos de vida.
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