90. Las formas propias de la
religiosidad popular son encarnadas, porque han brotado de la encarnación de la
fe cristiana en una cultura popular. Por eso mismo incluyen una relación
personal, no con energías armonizadoras sino con Dios, Jesucristo, María, un
santo. Tienen carne, tienen rostros. Son aptas para alimentar potencialidades
relacionales y no tanto fugas individualistas. En otros sectores de nuestras
sociedades crece el aprecio por diversas formas de «espiritualidad del
bienestar» sin comunidad, por una «teología de la prosperidad» sin compromisos
fraternos o por experiencias subjetivas sin rostros, que se reducen a una búsqueda
interior inmanentista.
91. Un desafío importante es
mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y
comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es
lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima
a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a
otra, quedándose sin vínculos profundos y estables: «Imaginatio locorum et
mutatio multos fefellit».[68]
Es un falso remedio que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta
ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con
los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como
compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de
aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos.
También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando
recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por
la fraternidad.[69]
92. Allí está la verdadera
sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana
en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que
sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada
ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al
amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad
de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y
también allí donde son un «pequeño rebaño» (Lc 12,32), los discípulos
del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz
del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una
pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva.[70] ¡No
nos dejemos robar la comunidad!
Reflexión:
14 de Enero
(RV).- (con audio)
El Santo Padre
Francisco escribe en la Evangelii Gaudium que “las formas propias de la
religiosidad popular son encarnadas, porque han brotado de la encarnación de la
fe cristiana en una cultura popular”. Por eso mismo incluyen una relación
personal con Dios, con Jesucristo, María, con un santo. Tienen carne, tienen
rostros. Son aptas para alimentar potencialidades relacionales y no tanto fugas
individualistas. En otros sectores de nuestras sociedades, en cambio, crece el
aprecio por diversas formas de «espiritualidad del bienestar» sin comunidad,
por una «teología de la prosperidad» sin compromisos fraternos o por
experiencias subjetivas sin rostros.
Por eso explica el Papa que “la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos profundos y estables. Es un falso remedio que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, explica Francisco, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás.
Allí está la verdadera sanación: relacionarnos con los demás nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un «pequeño rebaño» (Lc 12,32), los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!
(RV).- (con audio)


Por eso explica el Papa que “la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos profundos y estables. Es un falso remedio que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, explica Francisco, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás.
Allí está la verdadera sanación: relacionarnos con los demás nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un «pequeño rebaño» (Lc 12,32), los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!
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