Una impostergable renovación
eclesial
31. El obispo siempre debe fomentar
la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las
primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y
una sola alma (cf. Hch 4,32). Para eso, a veces estará delante para
indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará
simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en
ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre
todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos. En
su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que
alentar y procurar la maduración de los mecanismos de participación que propone
el Código de Derecho Canónico[34]
y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no sólo
a algunos que le acaricien los oídos. Pero el objetivo de estos procesos
participativos no será principalmente la organización eclesial, sino el sueño
misionero de llegar a todos.
32. Dado que estoy llamado a vivir
lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me
corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se
orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que
Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización. El
Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar «una forma del ejercicio
del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se
abra a una situación nueva».[35]
Hemos avanzado poco en ese sentido. También el papado y las estructuras
centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una
conversión pastoral. El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las
antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden
«desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga
una aplicación concreta».[36]
Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha
explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las
conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna
auténtica autoridad doctrinal.[37]
Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y
su dinámica misionera.
33. La pastoral en clave de misión
pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así».
Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los
objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las
propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda
comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera
fantasía. Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las
orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es
no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía
de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.
Reflexión:
7 de diciembre
(RV).- (audio) El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium recuerda que el obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.
Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado, señala Francisco. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización. El Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar «una forma del ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva». Hemos avanzado poco en ese sentido. También el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral. El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden «desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta». Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera.
El Papa invita a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía. Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.
(RV).- (audio) El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium recuerda que el obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.
Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado, señala Francisco. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización. El Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar «una forma del ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva». Hemos avanzado poco en ese sentido. También el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral. El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden «desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta». Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera.
El Papa invita a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía. Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.
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