Caminamos y
nos cuidamos
Caminamos ya por el mes de
abril. Nos gustaría caminar con aquella serena seguridad natural con la que lo
hacíamos antes de la llegada de la pandemia. No sé muy bien en qué situación se
encuentra cada uno de quienes leen estas páginas. En cada tierra, país o
continente de este mundo las cosas son distintas. Después de la presencia del
virus de la corona, recuerdo para que no se me olvide, nos llegó el
confinamiento radical. Todos en casa, por el miedo o/y por la protección. Luego
llegó el asunto de las mascarillas o cubrebocas o como se le quiera nombrar y
al poco tiempo se le añadió el tema de los test. Mascarillas y test son más
seguridad, más y mejor protección y... también, ¡una nueva economía para unos
pocos avispados del planeta tierra! Y estamos en la ola tercera, la de las
vacunas. Y con ella surge una realidad nueva: los nuevos brotes del virus de la
corona. ¿Más fuentes de ingresos?
La pandemia continúa, lo
queramos o no. Y con su presencia se nos están yendo realidades humanas muy
esenciales como, por ejemplo, la confianza en la cercanía de las personas.
Afortunadamente no llegamos aún a aquello del 'homo homini lupus', pero
hacia ello parece con frecuencia que caminamos.
Unos a otros no nos ofrecemos
la confianza de la seguridad. Nos debemos distancia y protección.
¿Evolucionamos? Esto, creo, ya nos lo dirán los expertos analistas dentro de un
buen puñado de años. Ahora, a lo nuestro como lo solemos decir en multitud de
contextos:
Nos cuidamos, decimos, al
despedirnos en un buenas noches de guasap.
Nos cuidamos, decimos, al
concluir un encuentro de trabajo telemático.
Nos cuidamos, decimos, al
acabar un momento de café compartido en la terraza.
Nos cuidamos, decimos, al
final de un email antes de pulsar la tecla 'Enviar'.
Nos cuidamos, decimos, donde
antes se estrechaban dos manos con plena confianza.
Nos cuidamos, nos cuidamos,
nos cuidamos..., pero se nos hace largo el camino. Necesitamos urgentemente,
tocar, tocarnos. A veces pienso que aún seguimos en aquellos tiempos de la
moral antigua en la que todo tocamiento era pecado...
Pero si se piensa despacio y
se analiza se llega a la conclusión de que 'tocar humaniza y empecata a la
vez'. No puede ser. El asunto no es tocar o no tocar, sino cuidar y cuidarse.
Tan complicado y tan sencillo. ¿No nos sucede como a aquel Tomás del relato del
Evangelio que nos leeremos en este domingo del día once de abril?
A continuación se encuentran
los dos comentarios del Evangelio.
Domingo 2º de Pascua Ciclo B (11.04.2021): Juan 20,19-31
Aquel galileo vive en ti y en mí. Me lo digo y escribo CONTIGO,
Repito la cita del relato evangélico que se nos leerá al
pueblo en la liturgia del próximo domingo día once de abril: Juan 20,19-31.
Espero que antes de esta lectura cada uno nos hayamos acercado, al menos, a
Juan 20,11-18. Y para mayor simplificación, ojalá nos volvamos a leer despacio
y por séptima vez en estas fechas de abril Juan 20,1-31.
Este Juan 20,1-31 podría considerarse en su conjunto como el
relato de las apariciones del Jesús de Nazaret resucitado en la ciudad de
Jerusalén según las interpretaciones de este cuarto Evangelio, llamado de Juan.
Un relato como éste no lo encontramos en ninguno de los otras tres Evangelios
Sinópticos. Y viceversa: poquitas cosas de las narradas por los Sinópticos
sobre la resurrección y apariciones de Jesús se encuentran en este relato de
Juan.
Por muchas vueltas que se les dé a estos relatos resulta
imposible hilvanar una secuencia de los hechos acontecidos en Jerusalén después
de la muerte y del sepultamiento de Jesús de Nazaret. Y los problemas aumentan
si nos leemos también las informaciones del narrador Saulo de Tarso o Pablo de
Damasco que nos dejó escritas en su primera carta a los Corintios 15,1-11.
Sinceramente, con todas estas piezas del puzle sobre la mesa
es material o científicamente imposible reconstruir lo que me atrevería a
llamar ‘Relato de la resurrección de Jesús de Nazaret’. A este hombre, laico y
galileo, muerto y sepultado, no lo volvió a ver nadie de los vivos de este
mundo y todos cuantos hablaron de él, hablamos de él y seguirán hablando de él
lo hacemos al modo y manera de cada uno de los que vamos hablando. ¿Parece
increíble? Creo que es cierto.
Por ello, pues, a su manera nos lo contó este cuarto
Evangelio, igual que a su manera ya lo habían contado las mujeres, María
Magdalena, Pablo y los Sinópticos y luego lo hicieron otros tantos más y a
algunos se les comenzó pronto a llamar ‘apócrifos’. Y esta historia de las
narraciones de ‘la resurrección y apariciones de aquel Jesús de Nazaret’ sigue
por la, tal vez, única razón: aquel judío, galileo y laico de Nazaret
llamado Jesús respira y vive en las entretelas y neuronas de muchos vivientes
en la casa de este mundo.
Esto que acabo de escribir no me lo invento porque me parezca
oportuno, lo asumo, acepto y lo comparto porque así lo comprendo cuando leo a
este Evangelista Juan en las palabras finales del relato de este domingo (Jn
20,30-31): “Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas
señales que no están escritas en este libro”.
Parece ser que después de este final de este Evangelio vino o
vinieron otros lectores que se atrevieron a completar el relato que acababan de
comprender. Les pareció oportuno añadir lo que se llama Juan 21,1-25. La
historia de los hechos de la resurrección de Jesús de Nazaret no debiera
acabarse en lo acontecido en Jerusalén, sino que se continúa y alarga en lo
sucedido en Galilea y entorno al mar de ahí donde tuvo lugar lo mejor y más
humano y humanizador del nacimiento, juventud, madurez, anuncios y denuncias de
Jesús en todo lo extenso e intenso de su vida. De todo esto tan vital, nada nos
cuenta Pablo, porque nada supo de ello y eso que vivió y respiró como
contemporáneo de ‘El Galileo de Nazaret’. ¿Anduvieron en ondas diferentes? CBH
CINCO MINUTOS con la Biblia
entre las manos.
Domingo 20º: 11.04.2021. Después de comentar los cuatro
Evangelios y Hechos ¡completos!...
EL ROSARIO DE MARCOS
La práctica devocional llamada
rosario tiene sus raíces en los años finales del siglo XII y su
iniciador fue una santa persona española llamada Domingo de Guzmán. Desde
aquellos años, esta devoción se ha practicado tanto que se ha hecho popular.
La intencionalidad de estas líneas es llamar la atención, iluminados por el
evangelio de Marcos, sobre algunos "silencios" que se observan en el
ejercicio del rezo del rosario. En primer lugar prestaremos oído atento al silencio
y, luego, dejaremos hablar a la palabra evangélica, para que el futuro
orante del rosario se deje acompañar por el mismo Jesús tal y como nos lo
presentaron las primeras comunidades cristianas.
Hablemos
del silencio. ¿No le parece curioso, al
practicante del rosario, que sólo se mediten misterios y acontecimientos de la
infancia, la pasión y resurrección de Jesús? ¿No es, al menos, sospechoso que
nada se medite de la vida adulta de Jesús? ¿Nada de sus mensajes? ¿Nada de sus
gestos y signos milagrosos? ¿Nada de sus amigos los leprosos, las mujeres,
prostitutas, publicanos, romanos, extranjeros, enceguecidos, endemoniados,
encojados, enmudecidos, paralizados, hambrientos, empobrecidos, manchados...?
¿Nunca, en la práctica popular del rosario, habrá que meditar en sus palabras
sobre Dios, que es Padre y no juez? ¿Nunca habrá que detenerse en su mensaje
sobre la persona? ¿Nunca habrá que recordar su palabra sobre la alegría de
vivir, compartir, servir y perdonar? ¿Siempre, en todo rosario, habrá que
guardar silencio y borrar toda imagen del Jesús enfrentado con aquel templo,
aquellas tradiciones, fiestas y solemnidades... y sus fieles servidores? ¿Habrá
que silenciar siempre las causas de su Pasión y Muerte? ¿Después de quince
misterios de rosario ni tan siquiera uno dedicado a su vida de adulto?
¿Acaso el rosario no es de adultos?
Miren, el evangelio de Marcos,
por ejemplo, nada cuenta de los cinco misterios de la infancia o gozosos. De
los cinco gloriosos, sólo menciona uno. Fíjense bien, Marcos sólo ofrece los
cinco dolorosos y uno glorioso. Seis de quince. Suspenso. Sin embargo, este
evangelio dedica trece capítulos a la vida pública (popular) de Jesús y tres
capítulos a la Pasión, Muerte y Resurrección. ¿Los trece capítulos no merecen
la atención o meditación de ninguno de los "misterios del rosario"?
Este es el silencio, que como tal no dice nada, pero que a cada lector o
practicante del rosario le dan pie a una multitud de sospechas... Por ejemplo,
¿tan insignificante ha sido la vida pública (dichos y hechos) de Jesús como
para no ser materia de meditación en una práctica tan popular como el rosario?
Así las cosas, dejemos
hablar a la palabra evangélica según se cuenta en Marcos. ¿Se podrían
proponer otros cinco misterios? Además de los gozosos-dolorosos-gloriosos, los
misterios graciosos, porque en ellos los humanos hemos encontrado
gracia a los ojos de Dios, que se ha manifestado, novedosa y
maravillosamente, en el hablar y hacer de Jesús de Nazaret. Primer misterio,
Jesús se elige una comunidad de laicos como signo de la presencia del Reino de
Dios (Mc 1,14-20); segundo misterio: Jesús abraza al leproso marginado, lo
limpia y le devuelve su dignidad de persona (Mc 1,40-45); tercer misterio:
Jesús se sienta a comer con publicanos y pecadores y celebra con ellos la
alegría de la salvación de Dios (Mc 2,15-17); cuarto misterio: Jesús anuncia
que el Reino de Dios es como la más pequeña de las semillas que una vez
sembrada crece para que todas las aves pongan en ella sus nidos (Mc 4,30-32);
quinto misterio: Jesús comparte su pan con los hambrientos porque así es como
se proclama la acción de gracias que Dios espera (Mc 6,32-44). Por fin, se
sugiere vivamente que durante una larga temporada se rece el rosario sólo
con estos cinco misterios graciosos hasta que todos los practicantes de
esta oración lleguen a aprendérselos de memoria como los demás misterios. Carmelo
Bueno Heras, Educar hoy 52 (marzo-abril.1996)
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