Un resucitado, ¿es un
mendigo?
En el norte estamos ya en
camino hacia el verano. En el sur se camina hacia el invierno. Y no estamos
enfrentados. Estamos en una casa que es redonda, más o menos. Lo sabemos y nos
complementamos. O nos conquistamos. O...
El pasado martes día 6 de
abril se murió una persona conocida mundialmente, en el norte y en el sur. Era
teólogo, como todos en este mundo somos teólogos. Cada cual sabe, habla,
ignora, confiesa... un poquito de eso que se dice Dios. Hans Küng, además de
ser teólogo escribía y enseñaba y debatía y... Y vivió en la circunstancia de
haber participado en un Concilio como lo fue el Vaticano II. Esta circunstancia
cimentó su dedicación a la teología. Esto mismo les pasó a mucha gente más.
Muchísima. Incontables. En ese Concilio estuvo también otro teólogo, que llegó
a ser papa y se llamó Benedicto XVI. Y hubo otros, como Gustavo Gutiérrez.
Todos teólogos en el tal Concilio. Todos sacerdotes. Y acabado el Concilio cada
cual regresó a sus tareas y a sus pensamientos por caminos más bien distintos y
distantes... Y todos con sus razones, con sus verdades, con sus talentos, con
sus lindezas y bajezas, con sus humanidades.
He nombrado a tres (JR, abril
de 1927; HK, marzo de 1928; GG, junio de 1928). Uno de ellos acaba de 'conocer
la realidad de ese más allá de la línea del horizonte', ¿se atreverá a volver a
traspasar esa línea en el sentido contrario y proclamar todo cuanto ha visto y
sentido y conocido? Todos nos sabemos muy bien la respuesta. No. Ni el
mismísimo Jesús de Nazaret lo ha hecho y eso que ya transcurrieron más de
veinte siglos. ¡Cuánto nos dejó escrito el Küng sobre la Vida eterna! Que
regrese y nos lo cuente ya. Que se lo cuente a su eterno interlocutor el
ex-papa y al peruano Gustavo. No será posible. Al final del recorrido aquí,
todos los caminos coinciden en la línea del horizonte. Uno ya se ha ido y nos
queda, como tesoro y regalo, su palabra escrita. Y sus mil y una valoraciones
de todos cuantos le han tratado y nos hablan de él.
Dicho esto de la rabiosa
actualidad, añado que el Evangelista Lucas nos recuerda en su Evangelio una
cuestión ciertamente sorprendente: El resucitado Jesús de Nazaret viene a ser
un mendigo, tiene hambre y pide que le regalen la comida. Increíble. No es
fácil caer en la cuenta de ello. Asombroso. Un resucitado, como Jesús,
¿pertenece también a las gentes 'sin techo'?
Domingo 3º de
Pascua Ciclo B (18.04.2021): Lucas 24,35-48
El Nazareno
resucitado come y bebe. Me lo escribo
CONTIGO,
Cuando el celebrante ordenado comience la
proclamación del Evangelio en la liturgia de este domingo dirá estas palabras: “En
aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y
cómo había reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas
cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: ‘Paz a vosotros’.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma” (Lucas 24,35-37).
¿Desde
cuándo no se nos ha leído al pueblo en domingo un texto del Evangelista Lucas?
Exactamente desde el 27 de diciembre del año de la pandemia 2020. Hace casi
cuatro meses ¿Cómo va a ser posible que los audientes de la palabra del
Evangelio sitúen el relato de este domingo en su verdadero contexto literario y
teológico? Despropósitos como éste se acabarán.
Me
recomiendo que antes de participar en ninguna eucaristía en este domingo me
leeré despacio todo el capítulo vigésimo cuarto de este Evangelio del Lucas.
Espero así situar en su verdadero lugar esta ‘aparición de Jesús resucitado’ en
el interior de la persona de Lucas, el Evangelista bien informado. Una
aparición semejante a ésta no la encontramos en ningún otro de los tres
Evangelistas.
En
realidad, casi todos los datos concretos de este capítulo son propios del
narrador Lucas y de nadie más. Por eso, llego a convencerme que se trata de la
propia experiencia de fe del narrador. Un narrador que no contempló hecho
alguno ni en el primero ni en el tercero o séptimo día después del
sepultamiento de Jesús de Nazaret en Jerusalén. De este asunto podríamos estar
hablando y escribiendo toda la semana y todo un libro publicable. Imposible
concentrar tantas sugerencias de este relato en una sola página de siete
párrafos no bien organizados.
Tendré
que escoger algún pormenor para mi reflexión de ahora y de aquí. Me sorprende
la constatación de Lucas que habla de un Jesús de carne y hueso que sigue con
carne y hueso estando resucitado (24,39). Y por esta misma razón, este Jesús
resucitado debe alimentarse y comer. Y esto es lo que pide a quienes le
contemplan. ¿El resucitado pide comer, necesita comer?
Este
dato me hace recordar muy vivamente el motivo por el que Lucas pone en boca de
su Jesús de Nazaret las tres parábolas del capítulo decimoquinto de su
Evangelio. Recuerdo que los entendidos de la Ley de Moisés y de sus tradiciones
estaban escandalizados por ver cómo este judío laico y galileo comía con
frecuencia con gentes publicanas y pecadoras. Con ‘todos’ los publicanos y
pecadores, dice textual y exageradamente Lucas. Comer y beber fue su signo.
Contemplar
y desentrañar la realidad humanizadora de este signo tan significativo en Lucas
es lo que me hace interrogarme por nuestra llamada eclesiásticamente misa o
eucaristía. No deseo comparación alguna para no llenar de enojamiento las
entretelas de mis adentros. Al contrario, deseo ser consciente de la hondura
humanizadora del signo de compartir mesa y mantel, comida y bebida de aquel
Jesús, tanto del Nazareno como del Resucitado. Comensalidad, dicen muchos.
Comer
y beber en compañía, a gusto y sin prisas es ser Jesús de Nazaret
Resucitado. Carmelo Bueno Heras.
CINCO
MINUTOS con la Biblia entre las manos.
Domingo 21º: 18.04.2021. Después de comentar
los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
Sábado o, tal
vez, ¿Domingo?
El sábado aquel, probablemente, quedó marcado en rojo en la
secreta agenda de alguna gente piadosa llamada farisea. Aquel sábado “se
confabularon... para ver cómo acabar con él”. Lástima, pensará el
investigador, que el cronista no nos haya precisado día, mes y año. Pero antes
de seguir con este ejercicio, conviene leerse el texto de Marcos 3,1-6. Estos
días de la Cuaresma y estas semanas de cruz y gloria son tiempos propicios para
la predicación: Recuérdese la vieja tradición de las misiones populares. Con
este motivo de la “predicación”, o más ampliamente de la “evangelización”, se
trae a estos minutos de la Bibliua la memoria del “hacer” de Jesús en un día de
sábado y en un espacio sagrado como la sinagoga. Estar un sábado en la sinagoga
es entrar en el corazón mismo de la teoría y práctica de la espiritualidad
judía: Enseñanza y celebración de la fe.
Con Jesús, según el texto, sólo se hallan unos “espías” y un hombre que tiene
la mano atrofiada. Este hombre no está ni de pie ni en el centro, que es una
manera de decir que se encuentra marginado en la sinagoga. Los “espías” están a
lo suyo, al acecho, en silencio y en la sombra, evidentemente. ¿No es día de
sábado? ¿Dónde está la asamblea? ¿Acaso los “espías” son tantos que llenan toda
la sinagoga? Hay lectores que apuntan que la asamblea está simbolizada (metida
dentro, encarnada) en el hombre de la mano atrofiada. ¿Tenía, entonces, la
asamblea su mano atrofiada? ¿Estaba la asamblea incapacitada para “hacer”...?
¿Qué tenía prohibido “hacer” la asamblea un sábado en la sinagoga? ¿Quién había
establecido tal incapacidad o prohibición?
Estas preguntas, que se le ocurren a cualquier inquieto lector que dialoga con
el texto para comprenderlo, surgen al escuchar en sus oídos la pregunta de
Jesús (¿Es lícito...?) y al meditar en su corazón el gesto de Jesús (mirándolos
con ira...). ¿No es, también, sorprendente que Jesús “mire con ira”? Esto sólo
lo dice Marcos. Mateo y Lucas, que cuentan este mismo acontecimiento
“milagroso” lo han suprimido. Esta “ira” de Jesús tiene su origen en la dureza
del corazón de los “espías”. Corazón de piedra que, tal vez, esté evocando
aquella vieja y dura ley escrita en piedra. Ley que tiene su asiento en la
institución sinagogal y sabatina.
La palabra de denuncia y el gesto de Jesús son la consecuencia de su brevísima
predicación anterior. Predicación que ha sido también palabra y gesto con el hombre-asamblea
de mano atrofiada: Levántate y ponte ahí en medio. Sé persona y actúa. ¿Será
éste el milagro de Jesús? ¿Qué simpatiza mejor con la voluntad de Dios,
devolver la movilidad a una mano atrofiada o restablecer en un marginado su
dignidad y categoría de persona? ¿Qué simpatiza mejor con la voluntad del Dios
en quien cree Jesús: la curación fisiológica o la liberación de una creencia y
práctica religiosa (teológica) que margina, impide, incapacita o prohíbe a
ciertos vivientes ser personas en plenitud? Hacia esto parecía tender
peligrosamente toda actividad realizada el sábado en la sinagoga. ¿No se ha
caído en la cuenta de lo que afirma el evangelista en el verso que precede a
este texto (2,28): “El Hijo del Hombre también es señor del sábado”?
Ciertamente, la predicación de Jesús (palabras y gestos) ha ido demasiado
lejos. No se ha tratado sólo de una liberación de la enfermedad bio-fisiológica
de los humanos, sino de una liberación de la enfermedad teológico-religiosa de
la espiritualidad judía. Por eso, el texto habla de sábado, sinagoga y
fariseos; es decir, de tiempos, espacios y personas religiosas-sagradas.
Y hoy, que es tiempo fuerte de Cuaresma y Pascua y que leemos este texto en
nuestras asambleas, ¿podríamos, tendríamos, osaríamos... reemplazar este sábado
de Marcos por nuestro domingo y asumir sus consecuencias? Carmelo Bueno
Heras. Educar hoy 62 (marzo-abril. 1998)
Libre de virus. www.avg.com |
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