Silencio, estoy que
investigo.
Cada uno hemos comprendido,
vivido y celebrado a nuestra manera el recuerdo actualizado de los hechos que
le sucedieron a un hombre llamado Jesús de Nazaret, hijo de los también
galileos María y José de Nazaret. Después de todo esto se nos invita a comprender,
vivir y celebrar la Pascua. Y en este contexto 'Pascua' quiere decir
'Resurrección', quiere decir 'Jesús vive'.
No sé si todos se sienten
igualmente cómodos con esta última expresión.
¿Qué tal le suena a uno esta
misma expresión con un leve añadido: Jesús de Nazaret vive?
Más de uno ha dejado por
escrito esta otra expresión: Jesús de Nazaret murió, Cristo ha resucitado. Creo
que se comprenden los matices diferenciales. Jesús, el de la historia de aquí;
y Cristo, el de la historia en su más allá, en la resurrección.
Y por fin, creo, está ese
conjunto de expertos aventajados que se inventaron el sintagma
retóricoteológico JESUSCRISTO.
Ríos de tinta corrieron,
corren y seguirán corriendo con este asunto de la resurrección. No seré yo
quien pretenda detener tal riada histórica. Pero sí me permito confesar que
estaré atento a las variaciones de este peculiar curso de letra impresa o
digitalizada a propósito de este asunto de Jesús de Nazaret y 'su momento de
después de su muerte'. Para mí, ese momento se describe y se concentra en una
palabra. Sólo en una: SILENCIO. Cuando es tan difícil y complicado decir algo,
lo mejor será callarse.
Ya estoy escuchando algún
altisonante reproche que me habla de las apariciones del condenado, crucificado
y sepultado Jesús de Nazaret y desaparecido de su sepultamiento
embalsamado y levantado de lo profundo de la tumba. Esta panoplia de
críticas aceradas suelen arraigarse en los relatos con los que tres
Evangelistas escribieron en el final de sus Buenas Noticias: Mt 28, Lucas 24 y
Juan 20-21. Tan sólo la obra escrita de María Magdalena, que es el llamado
Evangelio de Marcos, finaliza su relato (Mc 16,1-8) con el SILENCIO del
sepultado Jesús de Nazaret.
Para esta mujer de Magdala,
seguidora desde las primeras tareas públicas del judío, laico y galileo llamado
Jesús de Nazaret, la única aparición de este hombre y en este mundo fue su vida
aquí. Con sus hechos y dichos. Con sus sueños y decepciones. Con sus
acompañamientos e incomprensiones. Con sus brillantes aciertos y sus más de un
fracaso...
La vida de aquel Jesús de
Nazaret se sigue ¿investigando aún? Se sigue y se seguirá mientras quede en pie
y con aire en sus pulmones una persona que siga escuchando en el SILENCIO de
sus adentros aquella aparentemente pregunta innecesaria: ¿Quién dices que soy
yo?
A continuación encuentras los
comentarios del Evangelio del domingo 4 de abril. Comentarios o apuntes de
investigación.
Domingo de Resurrección Ciclo B (04.04.2021): Juan 20,1-9
Tú y yo somos su discípulo amado. Lo sostengo y escribo CONTIGO,
Esperaría poder leer el texto de Marcos 16,1-8, pero en este
domingo de ’La Resurrección de Jesús’ la autoridad de la liturgia vaticana
siempre nos propone la lectura del cuarto Evangelio, Juan 20,1-9. Y, una
vez más y sin cansarme por decirlo, ¿por qué esta misma autoridad vaticana u
otra mayor no decide que, en este domingo tan pleno en la fe de los cristianos,
se nos lea completo todo el capítulo vigésimo de este Evangelio? Ya me sentiría
mejor leyendo Jn 20,1-18.
Cuando se ha leído un par de veces con detenimiento este
capítulo vigésimo del Evangelio de Juan se cae en la cuenta de las tres partes
en las que el autor completó su mensaje. El mensaje final de su Evangelio,
precisamente. Se cree que lo demás (Jn 21) fue una añadidura posterior.
Primera parte (Jn 20,1-18): “El domingo por la mañana”.
Segunda parte (Jn 20,19-29): “Aquel mismo día por la tarde”. Y, la
tercera parte (Jn 20,30-31): “Jesús hizo en presencia de sus discípulos
muchos más signos de los que han sido escritos en este libro”.
Para este narrador de los hechos todo sucedió en un solo día,
el primero de la semana, tres días después del sepultamiento de Jesús de
Nazaret. Ninguno de los tres Evangelios Sinópticos cuenta lo que podemos leer
en este relato. Sólo este Cuarto Evangelio nos habla de un discípulo al que
Jesús quería. ¿No seremos probablemente tú y yo este discípulo amado?, me digo
mientras dialogo con mis neuronas. No dejo de recordar que Juan escribe estos
hechos unos 60 años después de la muerte de Jesús de Nazaret, en los años
finales del siglo primero.
El gran interrogante que siempre me habitará mientras leo lo
acontecido en la mañana de este primer día de la semana es la presencia y
protagonismo de una mujer, María Magdalena (Jn 20,10-18). Precisamente
es el texto que no se nos propone leer ni en este domingo ni en el siguiente en
la celebración de la eucaristía. ¿Por qué se silencia la voz de esta palabra de
Juan? ¿Por qué se olvida y borra la presencia de una mujer, la primera en estar
siempre con Jesús?
Creo, con toda la ingenuidad de mi sentido común, que esta mujer
que la liturgia vaticana nos enmudece y oculta fue la primera en contar, de
viva voz y por escrito, su experiencia de fe en Jesús de Nazaret. Y es
necesario y urgente hablar, en buena lógica, de Simón Pedro y de este ‘otro
discípulo al que Jesús tanto quería’. ¿Quién es este discípulo que tan sólo
aparece en este Evangelio y en cinco momentos desde el acontecimiento de la
cena de despedida (Jn 13)? ¿Quién fue aquel don Quijote y su don Sancho nacidos
de las neuronas de don Miguel de Cervantes?
Toda opinión es válida. Toda opción tiene su tesis doctoral
avalada con su ‘cum laude’. Por eso permitiré considerarme también, como tú,
querido por ese Jesús de Nazaret, vivo dentro de mí.
Y me sigo interrogando mientras leo sin prisas, ¿por qué no
se dice de Simón Pedro esto que está escrito con toda la sana intención del
Evangelio: “vio y creyó” (Jn 20,8)? ¿Aquel Simón Pedro de este cuarto
Evangelio fue el primer papa del Vaticano? ¿A él y a todos sus seguidores les
sucedió lo mismo? Es decir, vieron esto y aquello sobre el laico y judío Jesús
de Nazaret... Vieron... Vieron, ¿pero no nos atrevemos a decir y confirmar que
‘creyeron’? Demasiadas preguntas. Lo sé. C B H.
CINCO MINUTOS con la Biblia
entre las manos.
Domingo 19º: 04.04.2021. Después de comentar los cuatro
Evangelios y Hechos ¡completos!...
LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA EN LA IGLESIA
El mes de noviembre de 1993 nos trajo una buena noticia. En realidad, la buena
noticia ya andaba anunciándose ella misma desde hacía muchos años. Pero este
anuncio ha dejado de ser sólo "tradición oral" y ha pasado a ser
"texto escrito" en el documento de la Pontifica Comisión Bíblica que
lleva por título: La interpretación de la Biblia en la Iglesia. Para las
personas relacionadas con los estudios bíblicos, este documento no era ninguna
novedad. Lo que en él se dice era mensaje admitido y difundido plenamente. Tal
vez, para muchas personas de nuestra iglesia, el mensaje de este documento sí
que resulta novedoso. Para muchísimos cristianos, la letra de la Escritura era
letra histórica, es decir, mensaje que hay que interpretar, aceptar,
comprender... tal cual lo presenta la Biblia. Dicho con algunos ejemplos: si se
habla de "árbol" en la Biblia es que en la realidad había un árbol, o
si se expresa que tal acción duró cuarenta días es que pasaron realmente
cuarenta días, o que si tal personaje mandó a una higuera que se le cayeran las
hojas en plena primavera es que a aquella higuera se le secaron las hojas...
Ahora, el documento del que hablamos anima vivamente a que se "reflexione,
estudie, investigue..." el texto escrito, porque lo más probable es que el
texto bíblico diga literalmente una cosa y haya que "entender" otra
bien distinta. Así, por medio del uso de ciertos métodos podremos ir más allá
de la literalidad para comprender y saborear el auténtico mensaje de vida que
es siempre la palabra de Dios. La importancia, entonces, de este documento no
es pequeña y, la verdad, todo creyente preocupado por la Biblia debería conocerlo.
En estos minutos deseo copiar un par de
expresiones de este documento para que el lector constate el verdadero alcance
y el reto que se plantea a los lectores deseosos de seguir saboreando el
mensaje de la Escritura como orientación para sus vidas.
Texto uno: "El método
histórico-crítico es el método indispensable para el estudio científico
del sentido de los textos antiguos..." (pp. 33 del Documento, según la
edición de PPC). El adjetivo "indispensable" lo he puesto en negrita
para indicar que si uno no sabe nada del método histórico-crítico, ni cómo se
utiliza o se ha utilizado o en qué consiste... es muy difícil (imposible no hay
nada) que llegue a "enterarse" de lo que quiere decir un texto
antiguo como lo es el de la Biblia. A modo de ejemplo: ¿Qué puede decir Vd. del
estudio crítico de la redacción de un texto? Si ante esta pregunta la actitud
normal es la del silencio ignorante habrá que pensar que tal o cual persona
está no-capacitada para una correcta comprensión del mensaje de la Escritura.
Alguno podrá decirme, ¿pero la Palabra de Dios no está dirigida a la gente
sencilla? ¿No pueden todos comprender su mensaje? Miren, alguna vez lo he dicho
y escrito, la lectura y comprensión de lo bíblico, nunca es fácil y siempre es
necesario un estudio bien a fondo. Ahora, el documento éste lo dice con
claridad y en las primeras líneas. El reto, pues, de todo creyente cristiano es
"empezar a hacerse un poco biblista".
Texto dos: "Le falta reconocer (al
fundamentalismo, a la lectura literal) que el NT ha tomado forma en el
interior de la Iglesia cristiana..., cuya existencia ha precedido a la
composición de sus textos. El fundamentalismo, por ello, es frecuentemente
antieclesial" (pág, 69). Leído el texto desde el final diría: Una
manera (clara) de ser "antieclesial" es leer y comprender el NT al
pie de la letra. ¿Qué les parece? ¿Se sobrepasa el documento en sus
afirmaciones? Empiece Vd. a leerlo y saque sus conclusiones... La próxima
vez copiaré algún otro texto más, también sabroso, de este documento. Carmelo
B.H., Educar hoy 45 (diciembre.1994).
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