REFLEXIÓN ESPIRITUAL
De la Regla monástica mayor de san Basilio Magno,
obispo
¿CÓMO PAGAREMOS AL SEÑOR TODO EL BIEN QUE NOS HA
HECHO?
¿Qué lenguaje será capaz de explicar adecuadamente los
dones de Dios? Son tantos que no pueden contarse, y son tan grandes y de tal
calidad que uno solo de ellos merece toda nuestra gratitud.
Pero hay uno al que por fuerza tenemos que referirnos, pues nadie que esté en su sano juicio dejará de hablar de él, aunque se trate en realidad del más inefable de los beneficios divinos; es el siguiente: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, lo honró con el conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón, por encima de los demás seres vivos, le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó, finalmente, rey de toda la creación.
Pero hay uno al que por fuerza tenemos que referirnos, pues nadie que esté en su sano juicio dejará de hablar de él, aunque se trate en realidad del más inefable de los beneficios divinos; es el siguiente: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, lo honró con el conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón, por encima de los demás seres vivos, le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó, finalmente, rey de toda la creación.
Después, aunque el hombre cayó en el pecado, engañado
por la serpiente, y, por el pecado, en la muerte y en las miserias que
acompañan al pecado, a pesar de ello, Dios no lo abandonó; al contrario, le dio
primero la ley, para que le sirviese de ayuda, lo puso bajo la custodia y
vigilancia de los ángeles, le envió a los profetas, para que le echasen en cara
sus pecados y le mostrasen el camino del bien, reprimió, mediante amenazas, sus
tendencias al mal y estimuló con promesas su esfuerzo hacia el bien.
Más aún, soportó nuestros sufrimientos y aguantó
nuestros dolores, fue traspasado por nuestras rebeliones, sus cicatrices nos
curaron; además, nos rescató de la maldición, haciéndose por nosotros un
maldito, y sufrió la muerte más ignominiosa para llevarnos a una vida gloriosa.
Y no se contentó con volver a dar vida a los que estaban muertos, sino que los
hizo también partícipes de su divinidad y les preparó un descanso eterno y una
felicidad que supera toda imaginación humana.
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