De la cruz de Jesús a los cristianos de Irak hoy
(RV).- (Con audio)
Pero la paradoja de alcanzar la Vida plena por la muerte en cruz, se realiza ya con Jesús, que -en las lecturas del Evangelio de esta semana- hace callar a los demonios interiores y los expulsa; sana a la suegra de Pedro y otros enfermos; transforma a Pedro en “pescador de hombres”; derrama en el corazón de sus discípulos la alegría del Evangelio; defiende que la ley es hecha para el hombre y no el hombre para la ley. Porque “El espíritu del Señor” está sobre Jesús. Dios lo ha enviado “a anunciar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos”.
No es la religión del odio que conquista el mundo, ni el negocio gigante de la guerra y de la trata de personas, lo que libera definitivamente a la humanidad. Lo que libera y da vida a la humanidad es el Amor. Ese amor que aparece en la sonrisa de la beata Teresa de Calcuta, el 5 de setiembre; la “Madre” que abrió sus brazos para sostener con su vida, la cruz de moribundos y niños abandonados de Calcuta. En la sombra del sufrimiento brilló para ellos la ternura de Dios.
Los cristianos torturados y masacrados por el autoproclamado estado islámico, son hoy la carne de Cristo, Hijo de Dios, sufriente entre los sufrientes. Y el Espíritu del Señor está sobre Jesús, sobre ellos y sobre todo aquel que, como Jesús, ayuda con el testimonio de su vida a perseverar en la fe, en vez de morirse de terror. Jesús está con ellos.
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