domingo, 17 de enero de 2021

Domingo 2º del Tiempo Ordinario B (17.01.2021): Juan 1,35-42. La casa de Jesús es su único mandamiento y CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 8º: 17.01.2021.LA CASA DE JESÚS

 

HIC-HOC

Hemos acabado los días de la navidad, año nuevo y reyes. Y cada uno sabe bien cómo se han resuelto aquellas tres cuestiones que aquí dejé constatadas: que cuántas personas nos íbamos a juntar, que cuándo nos íbamos a juntar y que dónde nos juntaríamos. Todo ha pasado y cada uno sabe bien las historias que se han vivido. Ojalá que no haya habido secuelas. Alguna sí hubo, es posible, y aún colea...

Después de estos días complicados el cosmos sigue, sale el sol, viaja la luna de fase en fase, amanece y atardece... Y la pandemia continúa; el virus no descansa, ni con hielos, ni con vientos, ni con nieves; él escribe su siniestra historia para desgracia de la inmensa mayoría de los vivientes y para regocijo de unos pocos que se van lucrando en el anonimato de las altísimas esferas del poder nunca compartido.

Después de estos días hay otra realidad que permanece o pasa, va y viene... Esta realidad es ese vivir como cristiano o ese otro vivir como católico. Y qué bien suelen tener en estos días uno y otro, católico y cristiano, sus plásticas expresiones existenciales. Parece que pueden ser iguales y no es cierto. Lo católico me habla de un sistema organizado, de una religión establecida, ordenada y sometida a unos patrones de credos y prácticas que se dice hunden sus raíces en las aguas sanas del Evangelio. Ser católico es atreverse a obedecer tales credos y prácticas fijadas, reguladas, canonizadas.

En cambio, lo  cristiano es otra realidad jamás sometida a una estructura por tratarse sobre todo de una experiencia, de un camino poco previsible y que también hunde sus raíces en las mismas aguas sanas del Evangelio y sólo desde él se comprende, se actualiza y se imagina el modo y manera de hacer vivo ese camino que fue Jesús de Nazaret.

 

Pensaba en estas cosas mientras me perdía en las meditaciones del relato del Evangelio de Juan para este domingo del 17 de enero. Cuenta este Evangelista que su Jesús de Nazaret invitó a dos personas a visitar su casa. La casa de Jesús. Y en estas idas y venidas, que suele ser toda meditación, se me hicieron mágicamente presentes dos sencillas palabras latinas: Hic, Hoc. Escritas juntas (HicHoc, HikHok) me pueden evocar plataformas informáticas de nuevas redes sociales de novísimos centros de investigación tecnológica. Pero no... 

 

El término latino 'Hic' significa 'Aquí', como se puede ver escrito en la pequeña capilla de la inmensa basílica de la Natividad en Belén: 'Aquí nació...' En ese HIC-AQUÍ de Belén, ¿estuvo realmente la primera casa de Jesús de Nazaret? La realidad católica dirá que sí. La realidad cristiana dirá que 'probablemente no'. Y ambas realidades creen interpretar bien el Evangelio.

 

El término latino 'Hoc' significa 'Esto', como se puede escuchar en cada misa o eucaristía de labios del sacerdote celebrante cuando se procede a la consagración del pan. 'Esto es mi Cuerpo...' Aún existen celebraciones de la santa misa en latín según el ritual tridentino en las que se escucha perfectamente el 'HOC est...' Al parecer, estas palabras sólo las puede decir 'en verdad' el ministro consagrado con el orden sacerdotal. ¿Esto es real y verdaderamente el cuerpo de Jesús de Nazaret? La realidad católica dirá que sí. La realidad cristiana dirá que 'probablemente no'. Y ambas realidades creen interpretar bien el Evangelio...  

 

Me imagino en mis meditaciones que 'Aquí está la casa de Jesús' o que 'Esto es la casa de Jesús de Nazaret'. Justamente aquella a la que el propio Jesús invita a Andrés y su acompañante según el texto del Evangelista Juan. 'Aquella casa de Jesús de Nazaret' se me acerca y se me aleja como la ola de la mar a mi orilla de la playa. Y en cada visita no dejo de recordar como experiencia cristiana de profundas raíces evangélicas que esta 'casa de Jesús' se ubica, como me dice Mateo 18,20, donde dos o más están; o, como me dice Juan 13,35, donde las personas se aman; o, como dice Marcos 10,44-45, donde las personas se abajan para levantar a los abajados; o, por fin, como dice Lucas 17,20-21, en los adentros de cada persona. 

Los cuatro Evangelistas me gritan desde el silencio de sus testimonios escritos que aquel Jesús de Nazaret vive y no es difícil saber dónde, cómo y con quiénes. 

A continuación se encuentra el comentario al texto de Juan 1,35-42 y el comentario de los Cinco Minutos de Educar hoy del mes de abril de 2009.


 

Domingo 2º del Tiempo Ordinario B (17.01.2021): Juan 1,35-42.

La casa de Jesús es su único mandamiento. Lo escribo CONTIGO,

 

Todo cuanto se cuenta sobre Jesús de Nazaret en este relato de Juan 1,35-42 sucede sólo en uno de los tres días exactos y explícitamente contabilizados por la mano narradora en su texto completo de Juan 1,29-51. Invito a que se lean las tres expresiones “Al día siguiente” en 1,19 y en 1,35 y en 1,43. En estos tres días, este Evangelista, se las ingenió para contar la vida de su Jesús de Nazaret, porque ‘después de tres días’ resucitó (Juan 2,1-11).

 

Me hubiera encantado haber tenido la experiencia de haber visto, oído y hablado con este Evangelista sobre los asuntos que cuenta, aquí y así, a propósito de la vida de su Jesús de Nazaret. Quisiera contarle, por constatar mis equivocaciones, que cuanto leo en su relato desde el comienzo del capítulo segundo hasta el final de su Evangelio es la proclamación más completa y mejor expresada de la divinización de un hombre. ¿A qué persona de los libros del llamado Nuevo Testamento se le llama ‘YO SOY’, como a Yavé Dios, no una vez, sino siete; y hasta doce? Pero en este domingo de enero se nos proclama una curiosa ‘biografía’ de Jesús.

 

La autoridad de la liturgia vaticana parece desear que sólo nos leamos uno de los tres días de la totalidad de la vida e historia del Jesús de Nazaret del cuarto Evangelio. El narrador de esta historia llama repetitivamente, seis veces, ‘Jesús’ a su Jesús de Nazaret  (1,36.37.38.40.42). En cambio, Juan el Bautista lo llama ‘Cordero de Dios’ (1,36); y también un tal Andrés y otro tal desconocido, ambos discípulos de Juan el Bautista, lo llaman primero ‘Rabbí-Maestro-Rabino’  (1,38) y un poco más tarde lo llaman también ‘Mesías-Cristo’, el Ungido-Elegido.

 

Y subrayo otro dato nada pequeño o sin importancia. Este narrador nos cuenta que aquel Juan bautizador tenía dos discípulos. Andrés, el hombre, el fuerte, y otro que ya desde ahora es un tal Anónimo o Anónima como el discípulo Amado que aparece cinco veces en Juan 13-21. Estas dos personas son las primeras seguidoras del Jesús de Nazaret del cuarto Evangelio. Ni Pedro, ni otras mujeres. El primer seguidor es Andrés. Pedro será, desde ahora mismo y en este relato del cuarto Evangelio, ‘el Piedra’. ¿Por su cabeza dura? Probablemente, me digo.

 

Todas estas cuestiones sólo las sabemos porque sólo nos la ha contado este narrador, que escribió su Evangelio en la última década del siglo primero, más de sesenta años después de la condena, crucifixión y sepultamiento del laico y galileo Jesús. Y después de tanto tiempo transcurrido no olvidó que fuera la hora décima de aquel día cuando sucedió aquel encuentro.

 

Visualizo en mi memoria ahora las personas de estos hechos: Juan, Jesús, Andrés y Pedro. Cuatro y una más que es discípula de Juan, acompañante de Andrés y seguidora de Jesús. Esta quinta persona sin nombre me llama la atención poderosamente. En la literatura, o teología, de la Biblia toda persona sin nombre suele ser una mujer, un marginado o un desposeído.

 

¿Qué buscáis? ¿Dónde vives? Venid y lo veréis... Dos preguntas de aquellos dos seguidores de Juan que decidieron convertirse en seguidores de Jesús. Y una afirmación clara por parte de Jesús. Son las primeras palabras que este Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret. ¿Dónde está, cuál y cómo es la casa de este Jesús? ¿Lo dice Juan 13? Sí. Carmelo Bueno Heras.

 

CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos.

Domingo 8º: 17.01.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...: LA CASA DE JESÚS

“Es urgente que los cristianos se reúnan en pequeños grupos para aprender a vivir al estilo de Jesús escuchando juntos el evangelio. Él es más atractivo y creíble que todos nosotros. Puede engendrar nuevos seguidores, pues enseña a vivir de manera diferente e interesante”. El autor de estas frases es J. A. Pagola. Ignoro si están publicadas en alguno de sus libros. Sólo sé que ellas concluyen el breve comentario “del texto de Juan 1,35-42, leído en la eucaristía del pasado 18 de enero.

Desde entonces, he releído y compartido este mensaje con muchísimas personas y en ámbitos muy diferentes, porque en él encuentro definida y expresada mi tarea habitual (la que alimenta mi fe, mantiene mi vida y hasta me da de comer) que no es otra que enseñar-aprender a leer la Biblia, como ya conocen bien muchos lectores. El asunto que propone Pagola puede quedar en mero “asuntillo” para muchos que solo leen de pasada o por consumo. Esta cosa de “escuchar juntos el evangelio” es algo urgente, precisamente, porque no se suele hacer y porque pertenece al fundamento y raíz de la identidad cristiana. Sin este “escuchar juntos el evangelio”, ¿sirve de algo estar bautizado y comulgado desde niño?, ¿o confirmado, casado y enviado?

Pagola está hablando, evidentemente, de la Palabra de Dios, del Evangelio, pero no sólo de ello, sino también de la pastoral evangelizadora de los cristianos y con los que se dicen cristianos: “que los cristianos se reúnan en pequeños grupos para aprender a vivir… escuchando juntos”. ¿Qué es un pequeño grupo? ¿Unas doce personas? ¿Quién convoca pequeños grupos, quién los anima? ¿Dónde se reúnen, cuándo, con qué programa de contenidos bíblicos y con qué metodología?

En síntesis, ¿nos plantearíamos ahora estas preguntas si esto de “escuchar juntos el evangelio” fuera, desde hace siglos, el octavo sacramento de nuestra iglesia? Apuesta Pagola por esta pastoral “del pequeño grupo que escucha el evangelio” después de haber constatado, explícitamente, que “nuestras iglesias no tienen capacidad para engendrar nuevos creyentes. Que nuestra palabra ya no resulta atractiva ni creíble”.

Llegados a este punto, ¿no sería oportuno releer el texto de Juan 1,35-42, que es el centro de 1,29-51? Encontramos aquí tres breves relatos que comienzan con la anáfora “al día siguiente”. En la anáfora central, Andrés y su acompañante preguntan a Jesús: ¿Dónde vives, maestro? Y éste responde: Venid y lo veréis. Y por más que el lector se empeñe en investigar, nunca encontrará una descripción del lugar, de la casa, donde Jesús vivía. ¿Cómo era, dónde estaba, qué había en ella? ¡Nos gustaría tanto conocer con pelos y señales estas cosas…!

Probablemente, el evangelista está evocando no una ‘casa física’, sino de otro tipo: ‘teológica’ quizá. Se trata de la casa donde Jesús vive, en la que acoge al que llama, en la que habla al que escucha, en la que come con quien se sienta a su mesa… Creo que el escritor se está refiriendo a la ‘casa’ de su Evangelio escrito. Y, por extensión, nos atreveríamos a decir ahora que la casa de Jesús es cada uno de los cuatro Evangelios y la Palabra de la Escritura, la Biblia, que los pequeños grupos ponen como “libro de texto” para aprender a vivir con Él y como Él. Carmelo Bueno Heras, Educar hoy 117 (abril 2009)

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