Todo pasa y todo queda
Mes de Enero, el del
Jano-Januarius de las dos caras que es probable que, a nuestro modo,
todos llevemos dentro. Hoy es día tres y el segundo domingo será el diez. Y no
hay vuelta atrás en el camino del cronos. Pero..., desde los adentros más
recónditos de nuestra consciencia hemos decidido no mirar atrás para no
encontrarnos de nuevo con la pandemia del virus de la corona del año que se
fue. Pero..., ¿no decía alguien en su canción que 'todo pasa y todo
queda'?
Pero..., creo que todo el que
pasa (o lo que pasa) por esta tierra deja raíces o semillas, que vienen a ser
las cicatrices vivas de la vida. Y con el pasaje de los días y de los aires del
lugar, aquellas raíces se levantan en sus brotes y echan tallos y hojas
y flores de colores. O aquellas semillas enterradas se despiertan
resucitadas como pensamientos que vuelven a hacerse hechos... 'Todo pasa y todo
queda'.
¿Pasar y quedarse a un
tiempo? Así es la huella. ¡Qué bien lo saben los rastreadores de los senderos!
La huella queda y en muchas ocasiones para siempre, aunque dependa de
circunstancias incontrolables. Las huellas permanecen, y ahí siguen
después de una o de muchas otras interpretaciones interesadas.
Evoco esta imagen del 'pasar
y quedar' cuando ahora invito a retomar la mirada sobre un hecho, seguramente
lejano, acontecido en tu vida, mi Leyente, y en mi vida, tu Escribiente. Tú y
yo fuimos bautizados. Fuimos... Fuimos... Ni tú ni yo sabíamos nada, pero ambos
andábamos en manos de 'nuestros otros' que, sin duda, nos querían y querían lo
mejor para los dos. Y nos bautizaron. Fuimos bautizados. Y, ¿luego? Cada uno
sabemos nuestra historia...
En cambio, en los relatos del
Evangelio se habla siempre del bautismo de un judío de Galilea llamado Jesús de
Nazaret a manos de un bautizador, judío también y de Judea y de Jerusalén y del
Templo y llamado Juan. Bautizador y bautizado con sus treinta años, más o
menos, nos han dejado la huella de su bautismo en la precariedad deleznable de
las orillas de un río, el Jordán. Y esas huellas permanecen. Y permanecen tanto
que dos mil años después, tú y yo, estamos aquí hablando de ello. Del 'fuimos
bautizados'. Y cada vez que lo hacemos constatamos que hay tanta distancia en
estos bautismos que nos ruboriza por no haber sido capaces aún de pasar del
'fuimos bautizados de niños' a decidir bautizarnos siendo ya adultos. Dos mil
años de humanidad y aún no hemos aprendido a ser adultos con aquellos adultos
judíos que lo fueron Juan el Bautista y Jesús de Nazaret... Pero aún nos queda
tiempo para esta tarea, si es que aún la consideramos tan importante
que la hagamos ser la primera de todas las demás tareas.
Alguno de estos días he
pensado que esta tarea del 'fuimos bautizados siendo niños' está siendo
como una pandemia de siglos que no se desea erradicar...
A continuación se
encuentran los comentarios del relato Evangélico del Bautismo de Jesús y
aquellos Cinco Minutos de una supuesta y nueva carta escrita por María de
Magdala.
Domingo del Bautismo de Jesús B (10.01.2021: Marcos 1,7-11.
Aprender a convivir. Me lo pienso y lo escribo CONTIGO,
“Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret
de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Evangelio de Marcos
1,9). Un poco antes de estas palabras se habla de la tarea bautizadora de Juan.
Y un poco después de esta cita se cuenta lo que vive Jesús en sus adentros
después de haberse bautizado. Así es como lo escribe este narrador llamado
Marcos o María Magdalena o quien quiera que fuera el escribiente del relato.
Curiosamente los otros tres Evangelistas cuentan también este
‘acontecimiento’ del bautismo de Jesús por Juan el bautizador. Alguna vez en la
vida deben leerse conjuntamente estas cuatro narraciones del mismo suceso y
constatar las evidentes semejanzas y diferencias. Llego a pensar que
ninguno de los cuatro Evangelistas presenció el encuentro de estos dos hombres,
judíos y creyentes, pero a la vez también desobedientes y herejes dentro de su
Religión.
Volveré a decir una vez más que siempre que leo esta
secuencia existencial del bautismo de Jesús recuerdo que debo leer
también el encuentro de Jesús con las autoridades judías en el Templo de
Jerusalén. En este Evangelio encuentro el texto en Marcos 11,27-33 y si
tengo tiempo, humor y ganas alargo la lectura hasta Marcos 12,1-12. Y me
encanta preguntarme qué significó para Jesús de Nazaret su encuentro con Juan
el Bautista. Un judío de la Galilea del norte viene a aprender de otro judío de
la Jerusalén del sur y capital del Reino.
¿Quién le informó a Jesús de Nazaret de la tarea perdonadora
de pecados que estaba llevando a cabo un judío arraigado en el Templo y en la
espiritualidad de sus tradiciones sacerdotales? Es decir, ¿por qué un
desconocido galileo llamado Jesús de Nazaret visita personalmente a un blasfemo
disidente y pecador como lo es Juan que perdona pecados con sólo derramar agua
y sin la exigencia de recibir dinero alguno para ofrecer sacrificios en honor
del Yavé Dios del Templo, de la Ley de Moisés y de Israel?
Al contemplar este acontecimiento del bautismo de Jesús con
el bautismo de Juan comprendo las abismales distancias entre los contenidos de
aquellas decisiones de Juan y de Jesús y lo que luego fue surgiendo hasta
nuestros días en la Tradición eclesiástica vaticana en torno al llamado
sacramento del bautismo. ¡Cuánta diferencia entre las raíces de los hechos y la
hojarasca de las realidades que llegaron después!
Nada leo en los relatos del Evangelio sobre la presencia de
un pecado original y las consecuencias posteriores de una salvación o
condenación definitivas en una existencia de no se sabe qué más allá. Juan
bautizaba porque disentía del Templo y de su estructura. Jesús se bautizó por
disentir también del camino de la Ley. Por esta razón, con Jesús se inicia un
sendero nuevo para la convivencia entre las personas. Esta convivencia que se
aprende en el Evangelio de Jesús de Nazaret no necesita la presencia de Templos
ni Religiones. ¿Todo un Concilio como el de Trento fue incapaz de comprender lo
escrito, entre otros muchos mensajes, en este mismo Evangelio de Marcos: “Mirando
a su alrededor a los que estaban sentados en corro, Jesús les dice: Estos son
mi madre y mis hermanos...” (3,20-35)? ¡Cuántas luces y cuánto calor humano
desaprovechados! ¿Y no aprendemos? Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos.
Domingo
7º: 10.01.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos
¡completos!...
Primera carta de María de Magdala
Muy buenas, Oyente de las palabras bíblicas en este rincón de
‘Educar hoy’.
Me llamo María. Soy judía por haber nacido de una mujer judía
y en la ciudad de Magdala, situada en la orilla oeste del Lago de Galilea y por
la que pasa la llamada “Ruta de los galileos”. Esta ciudad y esta ruta tenían,
entre otras peculiaridades, el ser punto de encuentro de las buenas gentes
galileas para iniciar el largo camino de subida a Jerusalén. Muchas han sido
las primaveras en las que yo misma he recorrido esta ruta desde mi Magdala
hasta Betania, en el Monte de los Olivos, para participar en las celebraciones
de la Pascua en Jerusalén. Podría decirte, para entendernos, que Magdala, el
Monte de los Olivos y la “La Ruta de los galileos” serían como el poblado de
Roncesvalles y el Monte del Gozo para “El Camino de Santiago” en España. Por
eso, siempre se me nombra o recuerda como María de Magdala o María Magdalena.
Si te detienes un momento y te atreves a imaginarme en estas
realidades de la vida, tal vez comprendas lo que se cuenta de mí en ‘El primer
libro de Teófilo’, también llamado ‘Evangelio de Lucas’: “Y sucedió a
continuación que iba Jesús de Nazaret por ciudades y pueblos anunciando
la Buena Noticia del Reino de Dios. Le acompañaban los Doce y algunas mujeres…
María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios…” (Lucas
8,1-3). Esa soy yo y me atrevo a escribir, estar contigo, hablarte, escucharte,
encontrarte… ¡y a comprendernos! Soy la Magdalena, que tuve siete demonios y
que dejé de tenerlos. Como eres libre y ‘al campo no se le pueden poner
puertas’, puedes interpretarme, imaginarme, verme, creerme, sentirme… como
más y mejor te guste. Pero primero, ¿me dejas que te cuente?...
Te diré que siempre me he considerado una mujer afortunada. A
mis veinte años conocía muy bien el ambiente
socio-familiar-marinero-cultural-religioso del mundillo del Lago de Galilea.
Aprendí muy pronto a moverme en este ambiente y constaté que, en él, casi todo
podría reducirse a pura cuestión de comercio. De empresa, podría decirse hoy.
La Ruta de los galileos era la estructura que sostenía la tarea comercial, los
intercambios, el negocio, la realidad del día a día... Y en este vivir y como
todos, pronto aprendí a contar. Pero sobre todo, tuve la suerte de aprender a
leer. ¡Y qué suerte! Este poder conduce al poder escribir, y al poder pensar, y
al poder decidir. Creo que estos fueron mis tesoros escondidos y mis siete
demonios. Es decir, para los hombres de mi sociedad judía del siglo primero y
para los sacerdotes de la religión del único templo en Jerusalén, yo tenía
todos los demonios dentro. Y era, además, una mujer judía.
En este ambiente comercial en torno al Lago y en esa
invisible empresa que es ‘El camino de Jerusalén’ -la capital-, conocí a un
hombre muy especial. Se llamaba Jesús de Nazaret. Podría decirte que me
encandiló y me gustó tanto lo que conocí de él que unos cuantos años después de
su muerte le escribí un libro, que titulé ‘El Evangelio’. Y añadí ‘De Marcos’,
para no dejarme identificar. Pero de eso te escribiré aquí dentro de dos meses.
Cuando lo leas, me comprenderás. Pero sobre todo, seas quien seas, llegarás a
encandilarte de ese Jesús de Nazaret. Toda una persona. Como tú y como yo. Un
beso de tu, ya, María Magdalena.
Carmelo Bueno Heras, Educar hoy 145
(diciembre de 2014)
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