Las Patronas y los inmigrantes
Desde hace quince años un grupo de campesinas mexicanas da de comer a los inmigrantes agarrados a los trenes de carga que pasan delante de sus campos. Cada vez que pasa uno, Las Patronas –este es el nombre del grupo, que deriva del territorio La Patrona, la Virgen guadalupana, del ayuntamiento de Amatlán de los Reyes, en Veracruz–lanzan bolsas de plástico con víveres y botellas de agua a los inmigrantes que, muy a menudo, desmayándose a causa de la deshidratación, caen y son arrollados y mutilados por los vagones. El gesto de estas mujeres –que no solo deben combatir contra la oposición de los traficantes, sino también contra la de sus familias y sus vecinos– es su modo concreto de poner en práctica la fe católica y de servir a Jesús en los hermanos. A ellas les dedicaron un encuentro en la Pontifica Universidad Gregoriana de Roma, el 13 de mayo. Por suerte, Las Patronas –que en 2013 recibieron el Premio nacional mexicano de Derechos humanos–no están solas. En efecto, a lo largo del recorrido de este tren, denominado La Bestia, surgió una red de centros de asistencia, fundados por religiosos, sacerdotes diocesanos, laicos y laicas, para ayudar a los inmigrantes. La mayoría de estos son hondureños, adolescentes extenuados por el viaje, mujeres estupradas, adultos acuchillados por los traficantes o mutilados por el tren. Cerca de cuatrocientas mil personas pasan todos los años por México en busca de un trabajo o para unirse a sus familiares en Estados Unidos o en la frontera norte de estos dos países. Entre estos inmigrantes, más de veinte mil son secuestrados por los traficantes, torturados y violados, porque las mafias quieren obligar a todos a recurrir a su “servicio "en lugar de viajar “gratis "en los trenes de carga. A México, que sigue concibiéndose país de emigración, le resulta difícil acoger a los inmigrantes. Pero por suerte, desde 2011 ya no se considera delito la asistencia humanitaria prestada a los clandestinos.
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