La alegría en la familia
Viviendo en familia, con el P. Kennedy Rodríguez
(RV).- (Con audio)
“Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito: estén alegres. (Flp 4,4). La vida cristiana no es una vida triste. La vida cristiana tiene motivos para estar siempre alegre.
No se trata de una alegría chabacana, ni de la alegría efímera de quien se pone cualquier elemento externo que le aliena – droga, alcohol, comilonas, etc. – y le deja más hundido que antes.La alegría cristiana brota de adentro y se alimenta de Dios. La alegría cristiana es gratuita, es un don de Dios y es para todos. La alegría cristiana, cuando llega al corazón del hombre, lo eleva potenciando su dignidad humana, la dignidad de hijo de Dios. La alegría cristiana produce paz y gozo en el alma. La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde adentro.
La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, Cristo es amor, amor en la familia, el amor en la pareja, amor a tu hermano, eso da alegría.
Pocas veces pensamos en el hecho de estar alegres, pues en algunos momentos la alegría surge de manera espontánea por diversos motivos: una mejor oportunidad de trabajo, la propuesta para emprender un negocio, el ascenso que no esperábamos, un resultado por encima de lo previsto en los estudios y dejamos que la vida siga su curso, sin ser conscientes que a la alegría no siempre se le encuentra, también se le construye.
Tampoco es válido pensar que la solución consiste en tomar con poca seriedad nuestras obligaciones y compromisos para vivir tranquilamente y de esta manera estar alegres.
Por eso es necesario afrontar la situación para conseguir la alegría verdadera que se encuentra en Cristo.
(RV).- (Con audio)
“Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito: estén alegres. (Flp 4,4). La vida cristiana no es una vida triste. La vida cristiana tiene motivos para estar siempre alegre.
No se trata de una alegría chabacana, ni de la alegría efímera de quien se pone cualquier elemento externo que le aliena – droga, alcohol, comilonas, etc. – y le deja más hundido que antes.La alegría cristiana brota de adentro y se alimenta de Dios. La alegría cristiana es gratuita, es un don de Dios y es para todos. La alegría cristiana, cuando llega al corazón del hombre, lo eleva potenciando su dignidad humana, la dignidad de hijo de Dios. La alegría cristiana produce paz y gozo en el alma. La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde adentro.
La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, Cristo es amor, amor en la familia, el amor en la pareja, amor a tu hermano, eso da alegría.
Pocas veces pensamos en el hecho de estar alegres, pues en algunos momentos la alegría surge de manera espontánea por diversos motivos: una mejor oportunidad de trabajo, la propuesta para emprender un negocio, el ascenso que no esperábamos, un resultado por encima de lo previsto en los estudios y dejamos que la vida siga su curso, sin ser conscientes que a la alegría no siempre se le encuentra, también se le construye.
Tampoco es válido pensar que la solución consiste en tomar con poca seriedad nuestras obligaciones y compromisos para vivir tranquilamente y de esta manera estar alegres.
Por eso es necesario afrontar la situación para conseguir la alegría verdadera que se encuentra en Cristo.
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