miércoles, 28 de enero de 2015

59. Los ángeles neutrales (Razones desde la otra orilla) José Luis Martín Descalzo

59. Los ángeles neutrales.
Recuerdo cuánto me impresionó encontrar en " La divina comedia " la alusión que Dante hace a «los ángeles neutrales». Y durante muchos años no acabé de entender a qué se refería el poeta.
Más tarde, en una edición anotada, descubrí que Dante aludía a una vieja leyenda gnóstica que sostenía que en la primera rebelión de los ángeles en el cielo, antes de la creación del mundo, hubo grupos angélicos que se situaron al lado de satán y otros que militaron con Miguel, pero que hubo, también una tercera categoría de ángeles, que, al no tener muy claro si debían apostar por Dios o contra Él, se sentaron en un bordillo de las aceras del cielo, se declararon neutrales y esperaron a ver quién ganaba la batalla para - con él.
Y según la leyenda, después de que Dios castigó a los infiernos a los ángeles rebeldes, condenó, también a los neutrales a purgar su neutralidad como mortales, mezclados entre los hombres.
La leyenda es absolutamente imaginaria. Pero lo que no es imaginario es la presencia entre los hombres de auténticas legiones de neutrales. Es la gente que ante cualquier problema de la vida apuesta por verlas venir, por no apostar, por no decidirse, por jugar a dos palos o a ninguno.
Ante lo religioso, no son ni creyentes ni incrédulos. Se dejan resbalar por la existencia. Dios se aclarará -piensan- tras la muerte, si quiere. ¿Y mientras? Mientras, ellos vivirán. Tal vez hagan algunas prácticas religiosas, porque eso no cuesta caro. 0 tal vez no hagan ninguna y digan que si Dios existe no va a preocuparse demasiado por lo que ellos hagan, y acabará, si es tan bueno como dicen, perdonándoles.
Y lo que hacen con Dios lo repiten en toda su vida, en su amor, en su trabajo. Ni son grandes malvados ni tienen grandes ideales. Vegetan. Ni hacen daño al prójimo ni le ayudan. Se han jubilado de vivir antes de ingresar en la lucha.
Se apasionan por pequeñas tonterías que les dan la impresión de vivir. Hablan de libertad, pero jamás la ejercen. Nunca se entregan a nada, salvo, tal vez, a su propio egoísmo.
Y, naturalmente, el día que se mueran irán al limbo, ya que no merecen ni la pasión entusiasmante del ciclo ni la amargura del infierno. ¿Cómo van a salvar su alma si nunca la tuvieron?
Los pobres no llegaron a descubrir que de todos los errores el más grave es el de la neutralidad sistemática. Que la mejor manera de perder la batalla de la vida es no entablarla. Que es muy preferible equivocarse alguna vez a estar siempre dormido. Que uno no puede situarse siempre equidistante entre el bien y el mal, porque esa equidistancia es ya una forma de mal. Que quien no se decide a vivir, mejor es que empiece sencillamente por confesarse muerto.

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