jueves, 29 de enero de 2015

EL FINAL DEL ANÁLISIS (¡DESPIERTA! Charlas sobre la espiritualidad) Anthony de Mello

EL FINAL DEL ANÁLISIS

Quiero darles una idea de la diferencia que hay entre el análisis y la consciencia, o entre la información por una parte y la visión por otra. La información no es visión, el análisis no es consciencia, el conocimiento no es consciencia, imagínese que yo llego con una serpiente enroscada en el brazo, y les digo: ¿Ven esta serpiente enroscada en mi brazo? Acabo de verificarlo en la enciclopedia antes de venir a esta sesión; encontré que esta serpiente se conoce como la víbora de Russell. Si me mordiera, me moriría en medio minuto. ¿Podrían sugerirme alguna manera de librarme de esta criatura que está enroscada en mi brazo? ¿Quién es el que habla de esta manera? Tengo información pero, no tengo consciencia.

O supongamos que me estoy destruyendo con el alcohol. "Por favor, describan las formas en que puedo librarme de esta adicción". Una persona que dijera eso no tendría consciencia. Sabe que se está destruyendo, pero no está consciente de ello.

Si fuera consciente, la adicción desaparecería en ese mismo momento. Si yo fuera consciente de lo que la serpiente es, no me la quitaría del brazo; ella se quitaría por medio de mi. De eso es de lo que estoy hablando, ése es el cambio del que estoy hablando. Usted no se cambia: el mí no cambia al mí. El cambio tiene lugar por intermedio de usted, en usted. Ésa es la forma más adecuada en que puedo expresarlo. Usted ve que el cambio tiene lugar en usted, por intermedio de usted, en su consciencia; tiene lugar: usted no lo realiza. Cuando usted lo está haciendo, es mala señal; no durará. Y si dura, que Dios se apiade de las personas que viven con usted, porque va a ser muy rígido. es imposible vivir con las personas que se convierten sobre la base del odio a sí mismas y la insatisfacción consigo mismas. Alguien dijo: "Si quieres ser mártir, cásate con un santo". Pero en la consciencia, usted conserva su suavidad, su delicadeza, su amabilidad, su apertura, su flexibilidad, y usted no se fuerza: el cambio sucede.

Recuerdo que cuando yo estaba en Chicago estudiando psicología, un sacerdote nos dijo: "Yo tenía toda la información que necesitaba, sabía que el alcohol me estaba matando, y créanme, nada cambia a un alcohólico - ni siquiera el amor de su esposa y de sus hijos. Él realmente los ama pero eso no lo hace cambiar. Yo descubrí algo que me hizo cambiar. Un día estaba caído en una cuneta bajo una ligera llovizna. Abrí los ojos y vi que eso me estaba matando. Lo vi, y no quise volver a probar ni una gota. En realidad, desde entonces he bebido un poco, pero nunca lo suficiente para hacerme daño. No podría hacerlo, ni he podido". Estoy hablando de eso: Consciencia, no información, sino consciencia.

Un amigo mío que fumaba demasiado me dijo: "Hay toda suerte de chistes sobre el cigarrillo. Nos dicen que el tabaco mata, pero mira a los antiguos egipcios, todos están muertos y ninguno fumaba". Un día tuvo problemas con los pulmones, de manera que fue a nuestro instituto de investigación sobre el cáncer en Bombay. El médico le dijo: "Padre, usted tiene dos manchas en los pulmones. Podría ser cáncer, de manera que tiene que volver dentro de un mes". Después de eso mi amigo no volvió a tocar un cigarrillo. Antes sabía que lo mataría; ahora estaba consciente de que podría matarlo. Ésa es la diferencia.

El fundador de mi orden, San Ignacio, tiene para eso una bonita expresión. Lo llama gustar y sentir la verdad - no conocerla, sino gustarla y sentirla, tener la sensación de ella. Cuando uno la siente, cambia. Cuando la conoce en la cabeza, no cambia.


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