Santos Sarbelio y Bebaia, mártires
En la ciudad de Edesa, en Osroene, santos mártires Sarbelio, presbítero, y Bebaia, su hermana, los cuales, bautizados por el santo obispo Barsimeo, padecieron el martirio por su fe en Cristo.
Se ha probado hace ya más de un siglo que las «actas» del martirio de san Barsimeo de Edesa son enteramente legendarias, plagadas de anacronismos, que pretenden hacerlo pasar por un obispo de principios del siglo II, pero a la vez copiadas de una pasión del siglo IV. Esto hace que carezcamos de noticias fiables, a pesar de lo cual puede declararse que el personaje en sí es histórico, que posiblemente haya ocupado la sede como sucesor del obispo Paluto, que había sido consagrado en el 209. Así que el episcopado de Barsimeo comenzó después de ese año (pero no sabemos cuánto después), y antes del 250, es decir, de la persecución de Decio, en la que Barsimeo se vio envuelto.
La tradición lo vincula a los santos mártires rememorados el 29 de enero, Sarbelio, que había sido sacerdote pagano y fue luego presbítero cristiano, y Bebaia, su hermana, que fueron convertidos y bautizados por Barsimeo en tiempos del papa Fabián, hacia el 250. Según parece, Barsimeo fue condenado a muerte junto con aquellos dos mártires, y fue prendido y torturado, pero el decreto del fin de las persecución hizo que finalmente no se aplicara a él la pena capital, y pudiera volver a tomar posesión de la sede de Edesa, la actual ciudad turca de Sanliurfa, cargo en el que murió en fecha indeterminada, dentro del siglo III.
Butler-Guinea, tomo I, pág. 206, quien resume el estudio de Rubens Duval, en Journal Asiatique, serie octava, vol. XIV, pp. 40-58, de 1889.
San Gildas de Bretaña
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San Gildas «el Sabio», abad
En la Bretaña Menor, san Gildas, llamado «Sabio», abad, que escribió sobre la ruina de Bretaña, deplorando las calamidades de su pueblo e increpando a la maldad de príncipes y clérigos. Fundó el monasterio de Rhuys, junto al mar, y murió en la isla de Houat.
Fue alrededor del 1060 cuando Vital, abad del monasterio de Rhuys, situado a orillas del mar en la región de Vannes, escribió la «Vita» del fundador del monasterio, san Gildas. El propio autor asegura haberse inspirado en antiguos documentos y tradiciones, pero al mismo tiempo amplió su relato con episodios y datos edificantes o folclóricos, según la tendencia de los hagiógrafos de su tiempo, de tal modo que hoy es imposible distinguir entre la parte histórica y la legendaria.
Gildas nació a fines del siglo V en Gran Bretaña, a orillas del río Clyde, río escocés, de una familia de príncipes. Tras la primera infancia, fue confiado al santo abad Iltuto, fundador del monasterio de Llaniltud Fawr, en Gales, célebre centro cultural con multitud de discípulos, en el que tuvo como compañeros a los santos celtas Sansón de Dol. Pablo de León y Lunario.
Hacia los 20 años, Gildas se trasladó a Gales "para recoger la doctrina de otros estudiosos de la filosofía y las divinas letras"; fue ordenado sacerdote en el 518 y decidió hacer obra misionera, y a través de su predicación reconducir al cristianismo casi desaparecido las regiones septentrionales de Gran Bretaña.
Poco más tarde fue llamado por santa Brígida de Kildar († 525 c.) a Irlanda, para revitalizar la iglesia local, que después de la muerte del obispo evangelizador san Patricio († 461 c.), estaba en plena decadencia. Gildas restableció la disciplina en los monasterios, y con otros fundó la célebre escuela de Armagh, provocando numerosas conversiones.
Vuelto a Inglaterra, junto a dos estudiosos bretones, David y Cadoc, compuso una «Misa nueva» para la iglesia celta, después se retiró al sur del territorio francés de la Armórica (antiguo nombre de la Península de la Bretaña, llamada Britania por los bretones que se refugiaron allí en el siglo V), viviendo en soledad en el islote de Houat, en pleno océano. Pero su presencia orante, si bien oculta y aislada, bien pronto fue notoria para los pescadores de la región, y la noticia se difundió, tanto que numerosos discípulos se le acercaron. Por esto Gildas consideró necesario fundar un monasterio para acogerlos, edificio que fue construido en el lugar de una antigua fortaleza romana, en la vecina península de Rhuys, estrecho de tierra de la Francia septentrional, frente a la isla de Houat.
Después de cierto tiempo, sin embargo, volvió a emprender la vida solitaria junto a Bieuzy, otro santo eremita bretón, en la ribera del Blavet, a los pies del pico de Castennec. En este lugar habría escrito el «De excidio et conquestu Britanniae» («Ruina y conquista de Britania»), que le procuró el nombre de «sabio», y, siempre cerca de este lugar, habría resucitado a Trífida, madre de Trémoro, que había sido asesinada por su marido, el tirano de Conomer.
Seguidamente recorrió la Cornovala armoricana, siempre predicando, provocando conversiones y fundando monasterios, y luego, llamado por el rey Ainmir, retornó a Irlanda. Al fin se trasladó de nuevo a Rhuys, pero en uno de sus retiros de soledad en la isla de Houat, murió el 29 de enero del 570 (aprox). Por su expreso deseo, su cuerpo, puesto en una barca, fue dejado en el mar, ritual muy utilizado por las poblaciones costeras del norte. Pero la barca fue luego encontrada encallada en la arena en la costa de Rhuys, el 11 de mayo siguiente, y el cuerpo fue entonces inhumado en la iglesia del monasterio.
Hacia el 919, por temor a las correrías normandas, los monjes de Rhuys trasladaron el cuerpo de su fundador san Gildas a Bourg-Dieu, junto a Chateauroux (Indre), en el interior de la Bretaña, donde fue edificada una iglesia en su honor; la abadía de Rhuys a inicios del siglo XI fue revalorizada por san Félix, y llegó a ser el centro de la espiritualidad de toda la región, tumba de numerosos descendientes de los duques de Bretaña, y conservada intacta hasta la Revolución Francesa.
Hoy el monasterio esta ocupado por las Hermanas de la Caridad de San Luis, y en el coro románico de la iglesia abacial, en la actualidad parroquia, se venera junto al altar mayor la tumba y algunas reliquias de san Gildas.
fuente: Santi e Beati
Beata Boleslava María Lament
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Beata Boleslava María Lament, virgen y fundadora
En Bialystok, lugar de Polonia, beata Boleslava María Lament, virgen, quien, en un difícil período de cambios políticos, fundó la Congregación de Religiosas Misioneras de la Sagrada Familia, para fomentar la unión de los cristianos, ayudar a los marginados y educar cristianamente a las jóvenes.
Nació en Lowicz (Polonia) en 1862. De joven marchó a Varsovia y empezó a cuidar a los pobres y sin hogar. Al poco de llegar a la capital polaca, ingresó en la Tercera Orden seglar de San Francisco y tomó como confesor y director espiritual al beato Honorato Kozminski, capuchino. Aconsejada por este, marchó a Bielorrusia, donde fundó, en 1905, la congregación de las Hermanas Misioneras de la Sagrada Familia para trabajar por la unidad de las Iglesias ortodoxa y católica, educar a la juventud y atender a los pobres.
Ella y su fundación tuvieron que pasar por circunstancias sociales y políticas muy adversas (Revolución Bolchevique, Segunda Guerra Mundial, etc.) en Rusia, Finlandia, Países Bálticos, Polonia, sin perder nunca el aliento ni abandonar el apostolado. Estuvo paralítica los cinco últimos años de su vida. Murió en Bialystok (Polonia) el 29 de enero de 1946, y fue beatificada por Juan Pablo II en Polonia el 5 de junio de 1991.
fuente: Directorio Franciscano
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San Afraates de Antioquía
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San Afraates, eremita
Cerca de Antioquía de Siria, san Afraates, anacoreta, el cual, nacido y formado entre los persas, siguió las huellas de los magos y se convirtió al Señor en Belén. Se retiró a Edesa, donde vivió en una pequeña casa fuera de las murallas, y, más tarde, con su predicación y sus escritos defendió la fe católica contra los arrianos.
Según los bolandistas, en los que se basa Alban Butler, debemos todas las noticias sobre san Afraates a Teodoreto. Dicho autor, siendo todavía niño, fue con su madre a visitar al santo y recordaba que Afraates había abierto la puerta para bendecirles y les había prometido enconmendarlos en sus oraciones. Teodoreto siguió invocando la intercesión de Afraates toda su vida, persuadido de que el poder del santo no había hecho sino crecer después de su muerte.
Afraates era de familia persa. Después de su conversión al cristianismo, se estableció en Edesa de Mesopotamia, que era entonces uno de los principales centros cristianos, con el objeto de aprender a servir más perfectamente a Dios. Cuando comprendió que la única manera de conseguirlo era la soledad, se encerró en una celda en las afueras de la ciudad, y en ella se dedicó a la penitencia y la contemplación. Sólo comía un poco de pan al atardecer; en sus últimos años tomaba también algunas verduras. Dormía en el suelo y se vestía con pieles. Después de algún tiempo, se trasladó a una ermita en las proximidades de un monasterio de Antioquía de Siria, adonde acudía el pueblo en busca de consejo. En cierta ocasión, Antemio, que fue más tarde cónsul del Oriente, trajo de Persia una túnica y la ofreció al santo como un producto de su tierra natal. Afraates le preguntó si encontraba razonable cambiar a un criado, que le hubiese servido fielmente durante muchos años, por otro, simplemente porque éste último era originario de su tierra natal. «Indudablemente que no», replicó Antemio. «Entonces llévate la túnica, porque la que tengo puesta me ha servido durante dieciséis años y no necesito otra».
El emperador Valente había desterrado al obispo san Melecio, y la persecución arriana hacía estragos en la Iglesia de Antioquía. En tales circunstancias, Afraates abandonó su retiro para acudir en ayuda de Flaviano y Diodoro, quienes gobernaban la diócesis en ausencia de san Melecio. La fama de los milagros y de la santidad de Afraates daban gran peso a sus acciones y palabras. Como los arrianos se habían apoderado de las iglesias, los fieles tenían que practicar el culto en la otra ribera del Orontes o en el campo militar que se extendía en las afueras de la ciudad. En cierta ocasión, cuando san Afraates se dirigía a toda prisa al campo militar, el emperador, que se hallaba en la terraza de su palacio que daba sobre el camino, ordenó que le detuviesen y le preguntó a dónde iba: «Voy a orar por el mundo y por el emperador», replicó el ermitaño. Entonces le preguntó por qué, si estaba vestido de monje, había abandonado su celda. Afraates le respondió con una parábola: «Si fuese yo una doncella retirada en la casa de su padre y viese la casa incendiarse, ¿me aconsejaríais que permaneciese tranquila, sin hacer nada por extinguir el fuego? Así, pues, más bien hay que acusaros a vos, que habéis desatado el incendio, que a mí que no hago sino tratar de apagarlo. Cuando nos reunimos para instruir y fortalecer a los fieles, no hacemos nada contrario a la profesión monástica».
El emperador no respondió, pero uno de sus criados insultó al varón de Dios y aun le amenazó con matarle. Poco después, el criado cayó en un caldero de agua hirviente; su muerte impresionó tanto al supersticioso Valente, que se negó a prestar oídos a los arrianos, quienes le aconsejaban que desterrase a san Afraates. También impresionaron mucho al emperador los milagros del santo, el cual curó a muchos hombres y mujeres y, según cuenta la leyenda, devolvió también la salud al caballo favorito del emperador.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Valerio de Tréveris
San Valerio de Tréveris, obispo
En Tréveris, ciudad de la Galia Bélgica, san Valerio, segundo obispo que gobernó esta sede.
San Valerio está suficientemente atestiguado como segundo obispo de la sede de Tréveris (Trier), en Alemania, en todas las listas episcopales (episcopologios) compuestas entre los siglos X y XII, en las que siempre se encuentra luego de san Eucario y antes de san Materno. Además de esto, se conserva una inscripción en verso donde se elogian conjuntamente a san Eucario y a él; este poema de finales del siglo V se encuentra en la iglesia de San Matías, también de Tréveris, que es una transformación del oratorio de san Cirilo, al que perteneció el texto original, que dice que el altar de Cirilo se ve enmarcado y honrado por las reliquias de dos sacerdotes unidos por el poder divino: Eucario y Valerio.
A la certeza y constancia de estas menciones, va lamentablemente unida la vaguedad de la ubicación cronológica. Parece que el cuarto obispo de la sede fue san Agricio, cuya firma se encuentra en el Concilio de Arles del 314, por lo que podemos suponer que Valerio pontificó en Tréveris a fines del siglo III o inicios del IV. Aunque todo esto depende de listas fundamentalmente auténticas, pero que han sido sometidas a una deformación intencionada. En los siglos posteriores la ciudad cobró una importancia política fundamental, y era importante prestigiar la sede, retrotrayendo su evangelización a lo más antiguo que se pudiera, así que la leyenda echó mano de un recurso muy habitual: identificar a los primeros evangelizadores con alguno de los 72 anónimos discípulos de la misión mencionada en Lucas 10. En otro artículo he señalado mi convicción de que si sumáramos todas las sedes europeas que dicen haber sido evangelizadas por uno de los 72, nos sobrarían sedes o nos faltarían evangelizadores... por otra parte de ninguna manera el relato bíblico apunta a una misión europea de estos discípulos de Jesús, ni durante ni después de su vida terrena.
Las leyendas locales pasan por encima de estos criterios básicos de coherencia y van directamente al punto: "Eucario fue el tercero de los 72 discípulos, Valerio era discípulo de san Pedro, y Materno no fue menor en el mismo colegio", reza una inscripción en un episcopologio del siglo XII, que inserta una serie de nombres fantaseados entre Materno y Agricio, para cubrir el bache desde el siglo I al IV. Desde aquí la leyenda hagiográfica cobra ya una vida propia: como Valerio fue discípulo directo de Pedro, también fue heredero de su báculo, con el que resucitó a Materno para que ocupase la sede después de él...
Nos podríamos quedar con lo que sabemos (poco pero firme), pero vale la pena conocer estas excrecencias de la historia de los santos porque han dado lugar a una iconografía y a tradiciones propias. Todos los martirologios antiguos importantes, comenzando por el Hieronymianum, inscriben a san Valerio el día 29 de enero.
Ver Duchesne, Fastes Episcopaux, III, 30ss. En Acta Sanctorum, enero, II, pág 917ss puede leerse la Vita legendaria, escrita por un monje del siglo XI. En la imagen, reliquias del santo en Tréveris, en la iglesia de San Matías, en un sarcófago de estilo tardo-románico junto al de san Eucario, en esa capilla figura la inscripción del siglo V mencionada en la nota.
San Juventino de Antioquía
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Santos Juventino y Maximino, mártires
En Antioquía de Siria, santos Juventino y Maximino, mártires, que fueron coronados con el martirio en tiempo del emperador Juliano el Apóstata.
Estos mártires eran dos distinguidos oficiales de la guardia de infantería de Juliano el Apóstata. Durante la campaña de aquel emperador contra los persas, ambos oficiales hicieron algunas reflexiones desagradables acerca de las leyes impías dictadas contra los cristianos y manifestaron que estaban prontos a morir, antes que profanar las cosas sagradas. Informado de ello, el emperador les mandó llamar. Como no consiguió que se retractasen de sus palabras, ni que adorasen a los ídolos, confiscó sus bienes y les mandó azotar. Pocos días después, les hizo decapitar en la prisión de Antioquía, en el 363. Los cristianos, arriesgando su vida, robaron los cuerpos de los mártires y, después de la muerte del emperador, ocurrida en Persia el 26 de junio del mismo año, erigieron una magnífica tumba en honor de los dos oficiales.
En un panegírico que san Juan Crisóstomo predicó en su fiesta, dice: «Estos mártires sostienen como fuertes pilares a la Iglesia, la defienden como torres y la protegen como rocas inamovibles. Visitemos sus tumbas con frecuencia, toquemos y abracemos sus reliquias, seguros de que nos alcanzarán bendiciones del cielo. Porque, así como los soldados se presentan a su rey con confianza, cuando pueden mostrarle las heridas sufridas por su causa sobre los campos de batalla; así estos mártires obtienen del Rey de los cielos cuanto se les pide, recordándole lo que por Él sufrieron en la tierra». Los escasos detalles que poseemos sobre estos dos mártires provienen en gran parte de ese panegírico de san Juan Crisóstomo, aunque el orador describe extravagantemente a los mártires presentando a Cristo sus propias cabezas cortadas. Severo de Antioquía, en un himno que compuso en honor de ellos, menciona a un tercero, llamado Longino, que murió con ellos, pero que no forma parte de los inscritos en el Martirologio.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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