Nuevo Año Eclesiástico
Enhorabuena por haber
llegado hasta aquí. Me siento afortunado por estar de nuevo en la línea de
salida de un nuevo Ciclo en la Liturgia de la Iglesia. Muchos dicen que estamos
en un Ciclo nuevo de la Iglesia. Puede que sí y puede que no. Depende de
dónde se mire y a quién se mire. Depende de qué se lea y de qué se
celebre. En la organización de la Liturgia no se ha cambiado nada desde el año
pasado hasta este nuevo año-
Sigo manteniendo mis
afirmaciones que se centran en la constatación de que la Liturgia
está 'al margen' del mensaje de los relatos del Evangelio. Las
pretensiones principales de la Liturgia y de las Celebraciones no pasan por
llegar a conocer más y mejor los Evangelios. Una vez más se nos va a decir que
en este nuevo año eclesiástico de 2020-2021 del llamado Ciclo B tendremos la
oportunidad de leer, conocer y meditar el llamado Evangelio de Marcos que fue
escrito por María Magdalena, y que no acaba en Marcos 16,20, sino en Marcos
16,8 (por decir algunos de sus pormenores). ¡Pues iré contando las veces en las
que la propuesta de lectura para cada domingo se sale de esta
orientación!
Y para más abundamiento de
estos datos, se nos pide que comencemos a leer este Evangelio por el capítulo
decimotercero, el más complicado de comprender. Por más declaraciones
institucionales que oiga o lea no me dejaré 'embaucar'. Sigo aprendiendo a leer
el relato de María Magdalena.
Y comento otra segunda
cuestión. Cada comentario del texto evangélico del domingo lo acompañaré con
otra página escrita que titularé 'CINCO MINUTOS', porque ese es el
tiempo que se tardará en leer esa página. Llevo unos 30 años escribiendo
páginas de éstas. Y deseo seguir rescatando alguna de ellas para refrescar
qué me decían mis neuronas en tiempos del siglo pasado.
Más de uno sabe bien que no
he pretendido escribir ni editar libro alguno con estos asuntos bíblicos que me
ocupan y preocupan. Estos asuntos los vengo compartiendo con personas que
desean acogerlos y, personalmente, se los hago llegar como si un 'amazoncito'
se acercara a la puerta de sus recepciones. Debo llevar calentitos y en su
punto (de la sartén al plato, se dice en los ámbitos de la restauración)
estos comentarios a unas seiscientas direcciones ubicadas en los cinco
continentes. Por eso suelo decir que trabajo los fines de semana y descanso de
lunes a viernes. Un regalo.
En este primer domingo del
nuevo Adviento, comparto la primera página de 'Cinco Minutos' que escribí en
1990. Hablaba allí de la Iglesia en la que creía un papa llamado Pío X. Léase
con calma, porque este mensaje es, en apariencia, diametralmente opuesto al
pensar del papa llamado Francisco, el del 'Fratelli Tutti'. ¿A qué santísima
Tradición pertenecen ambos? En fin, vivir para pensar. Pensar siempre después
de respirar y de alimentarse. Nos deseamos una feliz travesía de semana en
semana.
A continuación se encuentran
los comentarios
Domingo 1º de Adviento B (29.11.2020): Marcos 13,33-37
Sólo
existe una venida: Tu vida. Así
lo escribo CONTIGO,
Primer domingo del nuevo año de la iglesia. Tiempo del
Adviento. Cuatro domingos y estamos en la Navidad. Nuevo año que se llama CICLO
B. Las autoridades vaticanas de la Liturgia nos lo proponen así. Dicen que nos
leamos domingo a domingo, y según su programación, este Evangelio llamado de
Marcos y que lo escribió María Magdalena. Sí, precisamente esa mujer en la que
estás pensando, mi leyente de ahora. María de Magdala. Otra de las seguidoras.
Por estos mismos días del año 2017 escribía un comentario
de este texto de Marcos 13,33-37. Y un año antes, 2016,
escribí en cincuenta y dos páginas como ésta el comentario ordenado y completo
de todo el relato de este Evangelio, el primero de su género. Lo escrito en
estas dos ocasiones, escrito queda. Este nuevo año eclesial necesita volver a
ser iluminado por la luz de esta Buena Noticia, que permanece y se
re-crea a un tiempo. Por eso es noticia y es buena.
Empezamos en la iglesia la lectura crítico-contemplativa
de este Evangelio por uno de los muchos lugares por donde no debiera
comenzarse. El relato de Marcos 13,33-37 tiene su contexto y
sin él, el mensaje de la buena noticia se desarraiga y manipula,
desgraciadamente.
Propongo el ejercicio de leerse detenidamente Marcos
13,1-37: “Al salir del Templo, le dice a Jesús de Nazaret uno de sus
seguidores... Y Jesús comenzó a decirles: Mirad que no os engañe nadie” (13,1-5).
Este Evangelista acaba de contar los acontecimientos vividos por su Jesús de
Nazaret en su última visita al único Templo de su religión judía en Jerusalén.
Seguro que nadie jamás tuvo acceso a los adentros de este hombre de
Galilea y nadie jamás supo lo que supuso para él denunciar la presencia
deshumanizadora de aquella institución del Templo, con sus Sacerdotes -Sumos,
normales y mínimos- y con todas sus tradiciones y liturgias.
A este Jesús de Nazaret no le esperó ni le esperaba nadie.
Bueno, sí, su madre y su padre. Pocas personas supieron de su infancia y si
alguien supo algo no le debió de parecer relevante. Esto es no lo que a mí me
parece como lector, sino lo que leo en este Evangelio escrito por M. Magdalena.
Y lo que leemos este domingo en Marcos 13,33-37 nos dice que
cuando este hombre murió y fue sepultado ya no volvió, aunque fuera tan
esperado como deseado. Y sigue sin haber venido. No vendrá. Que nadie nos
engañe, quedó escrito (Mc 13,5).
Lo que nos dejó escrito este primer Evangelio desde 1,1
hasta el final en 16,8 fue ‘la única venida de Jesús de Nazaret’. La única,
como única fue y seguirá siendo la venida y la vida de todos y de cada uno de
los seres humanos que nacenymueren en esta casa del mundo.
Creo que cada una de las personas somos ese ‘hombre
que se ausenta y deja su casa’ (13,34). Este hombre fue Jesús de
Nazaret que se fue de su casa, de su vida en esta tierra, y nos lo dejó
todo, porque eso mismo también es lo que desde siempre hace cada ser humano
después de haber nacido y vivido y haberse desvivido. Personalmente, no
quiero que nadie me engañe. Desde los orígenes nadie ha venido dos veces y así
creo que seguirá ocurriendo en el futuro. Nadie regresa, porque nadie se va del
todo. ¿Somos semillas de semillas? Probablemente. Tal vez... Solo existe una
venida. Tu vida. Su vida. La mía. Creo, digo. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos.
Domingo 1º: 29.11.2020. Después de comentar los cuatro
Evangelios y Hechos ¡completos!...
Mi cómplice de camino, podrás leer en la
última línea de esta página la referencia temporal de ‘enero-febrero de 1990’.
Desde entonces hasta ahora unos treinta años cumplidos nos contemplan. Fue ayer
mismo y, sin embargo, ha pasado ya tanto en tan poco tiempo... En cada
uno de estos treinta años escribí cinco páginas semejantes a ésta que ahora nos
compartimos. Así que multiplicados los números, me sale una cuenta de unas
ciento cincuenta páginas de ‘mis puntuales meditaciones bíblicas’ publicadas
una a una y en su orden en la penúltima página de la revista ‘Educar hoy’.
Cinco
minutos fue el cimiento de estas páginas, porque ese es el cronos, más o menos,
que se tarda en leerla. Más de una de estas páginas, tal vez, requiera que se
inviertan más minutos. Esto de los ‘Cinco minutos’ viene a ser una práctica
tradicional en alguna escuela educativa de la casa inmensa de este mundo y de
esta tierra nuestra. A lo largo de este año del Ciclo B de las lecturas del
Evangelio de Marcos adjuntaré una de estas páginas de antes que aún permanecen
como esas luces siempre encendidas que son las estrellas. Así lo sigo
creyendo.
Mateo
23, otro lenguaje para hablar de la Iglesia
Hubo, a comienzos de este siglo, un papa por nombre Pío X
que en uno de sus escritos denominado Vehementer Nos (Nos,
vivamente...) se atrevió a dejar por
escrito una definición de lo que entendía por Iglesia. Así
decía san Pío X: «La Iglesia es, por su propia esencia, una sociedad
desigual, es decir, una sociedad que incluye a dos categorías de personas: los
pastores y el rebaño, los que ocupan un rango en los diferentes grados de la
jerarquía y la multitud de los fieles. Y estas categorías son de tal forma
distintas entre sí que únicamente en el
cuerpo pastoral residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y
dirigir a todos los miembros hacia el fin de
la sociedad. Por lo que se refiere a la multitud, no tiene otro derecho sino el
de dejarse guiar y, como rebaño fiel, seguir a sus pastores».
Sin otras pretensiones que las de ser una «oveja del
rebaño obediente» y haber sido bautizado en Jesús, creo y me gustaría seguir
creyendo que la Iglesia, según el plan de Dios hecho presente en Jesús, es una
gran familia. Es decir, una comunidad en la que todos son hermanos. Sólo hay un
Padre, Dios; él tiene toda la autoridad y la manifiesta amando entrañablemente
a todos. Jesús es, en la Iglesia, el mejor hijo del único padre y el mejor de
los hermanos. Así, en el Padre y en Jesús, todos los bautizados son hermanos.
No hay otros padres-madres, no hay otros superiores, no hay otros directores,
no hay... otras categorías. Y si, llegado el caso, alguno cree o cae en la tentación de ser el primero, que lo sea porque se ha
hecho el último, el servidor de todos y
primordialmente de los más pequeños y marginados.
En consecuencia, si se puede hablar
así, la única jerarquía entre nosotros los
bautizados es la fraternidad. Así lo he aprendido desde pequeño en la
teología del Vaticano II, porque así lo aprendió el Concilio del Señor Jesús,
tal y como lo recoge, por ejemplo, Mateo en su capítulo 18 y, más
concretamente, en Mateo 23,8-12. ¿Habría que decir también que todo lo que se
aparte de esa orientación es cosa que no pertenece al Señor Jesús y al Plan de
Dios?
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