Maradona, metáfora de la condición humana
trágica
2020-11-29
¿Qué es el ser humano? Por más que las ciencias traten de
definir al ser humano, éste continúa siendo siempre una cuestión abierta. San
Agustín (354-430) que se preocupó desesperadamente durante toda su vida por
encontrar una respuesta, terminó diciendo sólo: mihi magna factus sum
quaestio: “me he convertido en un gran problema para mí mismo”. Y se calló.
A veces
no son las ciencias ni las religiones quienes nos proporcionan la mejor
imagen (en vez de una definición), sino los literatos. La mejor fórmula
para mí la encontré en Antoine de Saint Exupéry, el autor de El
Principito, en su novela La Ciudadela. En ella entiende al ser
humano como un nœud de relations,
“un nudo de relaciones en todas las direcciones”. Va más
allá de la sexta tesis de Marx sobre Feuerbach al definir: “esencia
humana es el conjunto de sus relaciones sociales”. Ésta
visión es reduccionista: el ser humano es el conjunto de sus
relaciones totales y en todas las direcciones, no sólo sociales.
Tiene también sentido decir que “es un proyecto infinito, siempre en busca de su objeto
adecuado, nunca encontrable en el ámbito en que vive”, lo que
le lleva a trascender este mundo.
Aparte de esta
búsqueda sin fin, cabe seguramente decir que es un ser complejo, la
conjunción de dos dimensiones que en él siempre se dan conjuntamente:
lo positivo y lo negativo, lo luminoso y oscuro, lo inteligente (sapiens)
y lo demente (demens), lo afortunado y lo trágico, la pulsión de
vida (eros) y la pulsión de muerte (thánatos), lo utópico y
lo histórico, la realización y la frustración, la derrota y la victoria,
la gentileza y la grosería, la cordialidad y la rudeza, lo poético y lo
prosaico, lo dia-bólico (que divide) y lo sim-bólico (que une),
el equilibrio y el exceso, el caos y el cosmos, el águila y la gallina.
Esta dualidad no es un defecto de creación. Es la condición humana real.
Esta misma estructura se encuentra en el cosmos (orden y desorden) y en
cada ser vivo e inerte (autónomo e integrado). Se trata de
una constante universal.
El
reto para cada ser humano no es negar una de las partes –lo que sería
imposible y resultaría incluso peor–, sino cómo integrar esta dualidad,
cómo encontrar un justo equilibrio dinámico –siempre sin terminar–, de
forma que pueda construir su identidad, su proyecto de vida, y buscar
la felicidad posible a los hijos e hijas de Adán y Eva.
Ocurre
sin embargo que en la vida humana existe lo trágico,
tan plásticamente representado por los teatros griegos. El exceso, lo
demencial y lo diá-bólico (lo que escinde) puede apoderarse de la
persona, inundar su conciencia y hacerla esclava de la dimensión de lo
oscuro.
El arquetipo del héroe/heroína puede ayudarnos
a entender ese drama. No me refiero al héroe/heroína de las sagas de guerra y de las
novelas, sino en el sentido del psicoanálisis moderno. Cada
persona puede ser héroe/heroína según como trabaje esta
dualidad, consiga integrarla y realizar su proceso de
individuación. Hay varios tipos de héroes/heroínas: el resistente, el
peregrino, el luchador, el mártir... y otros.
Escribo todo esto a propósito de la figura
del genial jugador argentino de fútbol Diego Maradona. Verlo
en el campo era un espectáculo por sí sólo. Driblaba con una
inteligencia sumamente creativa y un sentido único de la oportunidad.
Pequeño, 1’65 de altura, robusto, y con una velocidad increíble. Toda comparación es
odiosa, pues cada uno es único e irrepetible, pero Maradona
sobresale sobre cualquier jugador todavía en activo. Será una
referencia mundial imperecedera.
Pero de pronto irrumpió la tragedia: fue enganchado
por la dependencia química, de la cual nunca se liberó totalmente. Era tan humano que no
escondía su dependencia. “Vete a saber qué jugador
hubiese sido si no hubiese usado drogas”, se preguntaba con
humor. “Tengo 53 años, pero es como si tuviese 78. Mi vida no
fue normal, digamos”. ¿53 años? Yo he vivido ya 80.”
Maradona ha fallecido a los 60. Ha sido un héroe resistente (del
aguante), tragado por el lado de lo oscuro y del exceso.
Vale la pena recordar: jugaba con pies agilísimos y con una cabeza que
marcaba goles geniales. Pero su cabeza también pensaba, y
definía en qué lado se colocaba en el espectro social: en el
lado de los oprimidos, simbolizados por Fidel Castro, y
por Lula. Y lo hacía saber, públicamente.
El pueblo argentino, tan sufrido por problemas
políticos internos, lo elevó al punto más alto de exaltación, hasta el espacio de lo numinoso,
hasta llamarlo “dios”. Le faltaban palabras para admirar a
su “Pibe”, “el divino infante”. Hay que entender correctamente tal
exaltación, que ocurre siempre que el entusiasmo supera todos
los límites y encuentra en las palabras de lo Numinoso y de
lo Religioso o Sagrado su mejor expresión.
Me uno al entusiasmo por su arte y
me solidarizo con tanto pueblo argentino en lágrimas, que con
Maradona sacaba fuerzas para superar dificultades y mantener
la alegría de vivir. Unió en sí lo humano y lo inhumano, como nos recuerda Nietzsche, pues
ambos, lo humano y lo excesivamente humano, pertenecen
a lo humano: luminoso y oscuro, genial y trágico, héroe a pesar de vencido.
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