sábado, 21 de noviembre de 2020

Domingo de Jesucristo Rey (22.11.2020): Mateo 25,31-46. El día de Jesús de Nazaret. y Domingo 52º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (22.11.2020): Hch 28,23-31. “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 Jesús de Nazaret no es Cristo Rey

El domingo día 22 de noviembre se acaba el año eclesiástico que organiza a su modo el Vaticano romano. Aparentemente no sucede nada que tenga la trascendencia mediática de un 31 de diciembre en el mundo. Este acabamiento o finalización del año en la Iglesia se recuerda con una fiesta bautizada con un nombre muy 'intencionadamente poco o nada evangélico': JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. El proceso colonizador de la misión de la Iglesia ha conseguido popularizar esta imagen tan divinizadamente solemne de aquel judío de Galilea llamado Jesús de Nazaret.

 

Según el testimonio de todos los Evangelistas escritores, que son cuatro, aquel Jesús de Nazaret rechazó explícitamente ser considerado como Eminencia, Excelencia, Beatitud, Santidad, Rey del Mundo y del Cosmos. ¿Qué ha sucedido en los años de la Tradición para que aquel laico del mundo judío fuera divinizado de manera tan diabólica o blasfema? Quiero pensar en mis adentros que una de las causas de tal tergiversación de las realidades fue la ignorancia. Y esta ignorancia se arraiga, crece y permanece por el no saber leer que conduce directamente al no saber escribir.

 

He escrito ignorancia. Y puedo añadir 'ignorancia del mensaje de los Evangelios'. Sencillamente, éstos no se leían. Como tampoco se leía la Biblia. Parece ser que a más de uno de la autoridad eclesial le interesaba mantener la ignorancia sobre los mensajes bíblicos y, a veces, le interesaba tanto mantener alimentada esta ignorancia que se prohibía explícitamente la lectura de esa realidad llamada Biblia que, por otra parte, se decía que era 'la Palabra de Dios'. 

 

La Tradición eclesiástica se ha llenado la boca de las buenas intenciones, pero se ha mantenido fiel a la práctica de tener cerrada al pueblo de los Sacramentos la puerta de la Biblia y, sobre todo, la puerta de los Evangelios. Estas afirmaciones se podrán matizar todo cuanto se deseen, pero la realidad de la historia es tan mostrenca que es imposible negar tal ignorancia sobre los libros de la Biblia y sus mensajes. A veces he compartido una expresión que define muy gráficamente esta realidad: la ignorancia bíblica es oceánica. Por eso, evangelizar es aprender a leer la Biblia sin que se nos caiga de las manos. 

 

Jesús de Nazaret no fue Rey ni quiso serlo nunca. No fue el Mesías del poder político, religioso y económico. Ni lo fue ni lo deseó ser jamás. Si algo afirma con claridad la tercera parábola del capítulo 25º del Evangelio de Mateo es el deseo profundo de este Jesús de Nazaret de hacerse pobre con el pobre, dolor con el que se duele, hambriento con el hambriento, esclavo con el esclavo... y caminar juntos y acompañarse y liberarse y compartirse... Ahí y así es donde estuvo y vivió real y verdaderamente.

 

Después de haber vivido el año eclesiástico 2019-2020 acompañados domingo a domingo por la luz y el calor de la palabra del Evagelista Mateo nos atrevemos a vivir este final del año no con Jesucristo Rey y Salvador del Mundo, sino con aquel Jesús, laico y judío, de Nazaret de Galilea. Él vive en los adentros de quien se atreve a resucitarlo. Felices días que celebran la presencia de Jesús de Nazaret.

 

A continuación se encuentran los comentarios bíblicos para este domingo.

 

Domingo de Jesucristo Rey (22.11.2020): Mateo 25,31-46.

El día de Jesús de Nazaret. Lo medito y escribo CONTIGO,

 

En la tradición litúrgica vaticana la llamada fiesta de Jesucristo Rey cierra cada año eclesiástico y también cada Ciclo A, B, C. Ya dejé escrito por estas parcelas de los comentarios que tal vez me desviva sabiendo que alguien consiguió que se estableciera el Ciclo D, dedicado a la lectura del Evangelio de Juan. Este domingo 22 de noviembre del 2020, el año de la pandemia del ‘virus de la corona’, también celebramos esta fiesta que, curiosamente y según los cuatro Evangelios, el Jesús de Nazaret de la historia de su pueblo Israel nunca deseó celebrar. Nunca.

 

Quiero decir que el nombre de pila de esta fiesta no es evangélico. No forma parte de la Buena Noticia que fue este hombre. ¿Por qué, pues, se sigue llamado así? Por la Tradición. Por ello, nadie deseará pasar a la historia dentro de la institución eclesiástica como la persona que propuso el cambio de nombre de la ‘Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo’ por el de ‘El día de Jesús de Nazaret’. Y entre otras razones, para justificar sólidamente dicho cambio puedo sugerir la lectura crítico-contemplativa del relato completo de Mateo 5-7 y sobre todo estas dos partes: Mt 5,20-48 y Mt 7,12-29: “oísteis que se dijo..., pero yo os digo”.

 

En nuestro domingo final del Ciclo A, dedicado a dar voz a este Evangelista llamado Mateo, se nos propone la lectura de la tercera y última parábola de Mateo 25. Con ella se concluye y acaba el quinto y último discurso que este Evangelista colocó en labios de su Jesús de Nazaret: “Cuando acabó Jesús todos estos discursos...” (Mt 26,1). Y comienza así el relato de su muerte.

 

La parábola de Mateo 25,31-46 es tan conocida como la muy famosa pintura de la Capilla Sixtina llamada ‘El Juicio Final’. ¿Quién no recuerda esta imagen y esta palabra del Evangelio? Puedo añadir también que han corrido ríos de tinta a lo largo de la historia de nuestra Tierra para escribir y pintar, cada cual a su manera, aquello que se le despierta en sus adentros a cada artista y creyente ante este relato. ¿Un juicio final y universal en el más allá de esta realidad delaquíydelahora de la Tierra y el Cosmos? ¿Vino alguien a contárnoslo? ¿Vendrá alguien tal vez en un imprevisto mañana?

 

¿Qué religión, que los humanos nos hemos imaginado, no se atrevió a describir ese más allá? ¿Tanto nos apasiona la inmortalidad? ¿Tan insoportable se nos hace aceptar que el aquí y el ahora de cada día permanece desde antes del nacer de cada ser humano y así seguirá siendo después de su desvivimiento?

 

Confesaré que desde hace no sé cuánto, siempre que escucho esta parábola tan emblemática de los buenos y malos suelo recordar a la vez esa otra inmensa imagen y palabra de este mismo Evangelio y Evangelista que acabo de citar más arriba y que llamamos el Sermón del Monte o de las Bienaventuranzas (Mateo 5-7, los dos capítulos completos).

 

Me sugiero ahora que debo leer el primero y el quinto de los discursos como si fueran las dos caras de una misma realidad. Aquel Jesús de Nazaret nació, creció y evangelizó haciendo a los demás lo que él deseo que le hicieran los otros. Este fue el camino de su vida que compartió con quienes así lo acogieron. Pero la autoridad de su Religión lo rechazó, lo condenó y ejecutó.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 52º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (22.11.2020): Hch 28,23-31.

“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 

Acabé el comentario anterior con la confirmación de que ya había comenzado el juicio de Pablo en Roma. ¿Recordamos que de manera reiterada había apelado al César para ser juzgado de sus enfrentamientos con los principales judíos de Jerusalén? ¡Pues ahí estamos, porque hasta aquí y así nos ha traído el narrador de estos hechos que no es otro que el Evangelista Lucas! La historia de los hechos pudo ser la historia que estamos leyendo o pudo ser de otra manera. ¿Dónde está la verdad de esto? Está en partecitas y a su modo en todo.

 

Estamos en el final de la obra escrita por Lucas. Estamos en el relato de Hch 28,23-31. Creo que hay tres apartados. Comienzo por el último para tenerlo ya claro desde el comienzo de este comentario. Nos leemos Hch 28,30-31: “Pablo vivió dos años en su casa... recibiendo a los que le visitaban... Anunciaba el Reino de Dios... Enseñaba que Jesucristo es el Señor... sin ningún estorbo”. Estos son los dos últimos años de la vida de Pablo, judío y laico. ¿Como Jesús?

 

El primer apartado de este relato final lo leemos en Hch 28,23-25. En la casa de Pablo en Roma se reúnen los judíos, los principales y otros muchos, para hablar, escucharse y responderse a propósito de ‘el Reino de Dios’ y de ‘Jesús de Nazaret’, el judío y laico de Galilea. Algunos se convencieron de lo que Pablo sostenía. Otros muchos se despidieron sin estar de acuerdo.

 

El segundo apartado de este relato final es Hch 28,25-28. Comento que el versículo 29 sólo se encuentra en algunos manuscritos (el occidental y el antioqueno). Y dice así: “Dicho esto, los judíos se marcharon discutiendo vivamente entre sí”. Se reafirma lo que se leyó en 28,25.

 

Copio aquí Hch 28,28 que ha sido el texto que ha encabezado cada uno de los cincuenta y dos comentarios de este libro llamado Hechos de los Apóstoles, los enviados a anunciar: “En conclusión, dijo Pablo, sabed que el Evangelio, la buena noticia de la salvación de Dios, se envía y anuncia a los gentiles; ellos sí la escucharán”. Este Pablo del Evangelista Lucas acaba de convencerse de que el viejo profeta Isaías tuvo razones sobradas para denunciar la sordera, ceguera e ignorancia del pueblo judío y de sus autoridades que eran el Templo, el Sacerdocio y sus Tradiciones religiosas (ver Isaías 6, su vocación; citado aquí y en los demás Evangelios).

 

Consciente de toda esta realidad denunciada por Isaías lo fue, después de él y de otros profetas, Jesús el laico galileo que acabó sus días en esta tierra e historia condenado y sepultado por aquella autoridad religiosa de su pueblo. Este Jesús de Nazaret fue la Buena Noticia según Lc 4,14-30, el Reino de Dios según Lc 17,21 y el Apóstol según Lc 24,24-49.

 

Y con este Apóstol que es Jesús aprendieron a serlo a su modo los DOCE con María Magdalena, los SIETE con Esteban, los CINCO de Antioquía, las mujeres del grupo de Rode en Jerusalén, Felipe y sus cuatro hijas en Cesarea del Mar, las pequeñas iglesias de Asia Menor, de Grecia y de todo el Mediterráneo hasta Roma y hasta más lejos... que es el aquí y ahora donde tú y yo vivimos y creemos como extranjeros y gentiles de aquel Israel que sí hemos aprendido a ‘escuchar’ al mismo Jesús de Nazaret y a hablar de él, tal vez, cada uno a su modo, como lo aprendió Saulo de Tarso el fuerte que se aceptó como Pablo el débil. ¿Fue ésta su conversión?

Carmelo Bueno Heras

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