domingo, 1 de noviembre de 2020

Domingo 31º del TO. Ciclo A (01.11.2020): Mateo 5,1-12a. Fiados de Jesús y no de los catedráticos y Domingo 49º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (01.11.2020): Hch 27,1-44. “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 Sueños y sueñas

La vida es sueño decía sobre las tablas del teatro un escritor genial llamado Pedro Calderón de La Barca. Con la muerte de este maestro del pensar y del expresar, según dicen los investigadores que cuentan la crónica de la historia, se puso punto final al llamado 'Siglo de Oro' del imperio en el que no se ponía el sol... hasta que comenzó a ponerse y dejó de hablarse del tal imperio hasta ni se sabe...

Desde que el ser humano es tal, existieron los sueños. Los sueños de ellos, los sueños de ellas y los sueños de cada cual. Cada ser humano sueña a su manera,  se diga como se desee decir. Es decir, los sueños pertenecen a la identidad de las propias neuronas cerebrales. 

Por estas razones siempre que oigo en labios de alguien o leo en las palabras de alguien aquello de que 'he tenido un sueño' me dispongo a escuchar y contemplar. Es decir, me predispongo para estar atento, vigilante... Soñar es siempre una invitación a caminar. Por eso, paradógicamente, se suele soñar despierto y por la noche. ¡Qué curioso todo!

Sin dejar de hablar de esta realidad humana, añado que en el mundo de los libros de la Biblia no solo existe el sueño, sino que sobreabunda. Sueñan los hombres y las mujeres. Y, como no podía ser menos, sueña también el galileo de Nazaret llamado Jesús. Ya se me dirá si no es un sueño aquello de "Felices, dichosos y bienaventurados...". Puedo admitir que fue un sueño tanto de aquel Jesús como de su cronista historiador Mateo, o Marcos o Lucas o Juan... 

Y bien enharinados (de meterse en harina), también tú y yo somos y tenemos sueños. Muy afortunadamente tenemos sueños. Contaré uno de los míos, modestamente y en estos días en los que llega noviembre. Me confirman mis fuentes de información que en los dicasterios vaticanos existe una cuenta corriente (CC) de banco para cada una de las personas fallecidas y ya venerables por haberse iniciado su proceso de canonización. Puedo afirmar que de una institución que conozco hay ahora veinticinco causas abiertas con sus correspondientes CC listas. Un día, me digo entre sueños, se dejará de nombrar santos y santas de peana y dosel. Sueño estas cosas y me río yo mismo de mi mismo. Y me digo que para estos sueños ni tan siquiera se necesitan noches, porque hay tanto que soñar... que no merece la pena perder el tiempo en estas santidades de oropel. Soñaba en todo esto y me quedé dormido hasta que se me cayó la biblia de las manos y desperté. Miré la página abierta y leí: 'En la cátedra de Moisés se han sentado...' Lo cuenta Mateo en el capítulo 23º de su Evangelio.

A continuación pueden leerse los comentarios.

 

Domingo 31º del TO. Ciclo A (01.11.2020): Mateo 5,1-12a.

Fiados de Jesús y no de los catedráticos. Así lo escribo CONTIGO,

 

Por ser el día uno de noviembre se rompe el ritmo de lectura del Tiempo Ordinario en este Ciclo A del Evangelio de Mateo. Los pasados domingos andábamos con Jesús de Nazaret en el Templo de Jerusalén hablando, o peleándose, con unos y con otros a propósito de la autoridad. Es decir, a propósito de las cuestiones de la religión, de los credos, de las prácticas y las instituciones de la religión del pueblo que se creyó escogido por su Yavé-Dios.

 

Después de este domingo primero de noviembre nos quedan aún tres domingos más para acabar el Ciclo de Mateo. En ellos nos vamos a leer las tres parábolas con las que se completa el quinto y último discurso que sólo este Evangelista coloca en labios de su Jesús de Nazaret. Estas tres parábolas dan forma al capítulo vigésimo quinto de este Evangelio. Pero las gentes del pueblo, ¿cuándo escucharán en las liturgias del domingo TODA la palabra de este Mateo?

 

Por ser la fiesta llamada de ‘todas las santas y santos’ se nos propone la lectura contemplativa y crítica de Mateo 5,1-12. Es decir, el comienzo del primero de los cinco discursos de los que acabo de hablar. Este discurso completo abarca los capítulos quinto, sexto y séptimo del Evangelio de Mateo. ¿Quién no ha escrito o comentado algo de este relato de las ‘bienaventuranzas’? ¿Qué puedo comentar ahora que llegue a despertar algo nuevo y actual?

 

Bienaventurada, dichosa y feliz la persona que lea, comprenda, acepte y viva todo cuanto se dice en Mateo 7,12. De esta manera es como entendió este Evangelista a su Jesús de Nazaret, su vida, su misión, su buena noticia, su moral, su mandamiento, su política, economía, religión y espiritualidad. Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás. Este es el camino de las personas que quieren ser  y vivir felices.

 

Esta propuesta que el Evangelista Mateo pone en labios de su Jesús de Nazaret contrasta muchísimo con las predicaciones y propuestas ofrecidas por las autoridades de la Sinagoga y del Templo de Jerusalén que proclaman bienaventurado, dichoso y feliz al buen judío cumplidor de la Ley de Moisés. Si uno guarda la Ley, la Ley le guardará a él. Esta es la primera plegaria del libro de los Salmos. Una vez más me leeré sin tiempo y en paralelo el Salmo 1 y Mateo 5,1-12. Constataré que estoy  ante dos caminos de vida y de fe distintos y distantes.

 

Y advierto desde este comentario que es posible que muchos celebrantes de la liturgia católica decidan seguir la lectura del Evangelio en el trigésimo primer  domingo del Ciclo A. En este caso se proclamará la lectura de Mt 23,1-12. Por ser mía la elección, me leeré los dos relatos.

 

Si leemos este relato se caerá en la cuenta que seguimos escuchando el mismo mensaje de Mateo y de su Jesús con palabras diferentes. En 23,1-7 denuncia este Jesús que en la cátedra de Moisés se han sentado los catedráticos blasfemos que proclaman unas cosas y viven otras. Y sólo les ocupa el mantener los asientos de su autoridad. En cambio, este Jesús de Mateo 23,8-12 ha venido a ponerse a la altura del que está más abajo, del marginado, orillado, humillado, esclavizado, ninguneado, enmudecido, paralizado, enceguecido, deshumanizado. Tú y yo que leemos razonadamente, ¡nos fiamos de Jesús de Nazaret y no de los catedráticos!

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 49º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (01.11.2020): Hch 27,1-44.

“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 

Desde ahora mismo, según nuestro cronista Lucas, todo está dispuesto para el último viaje: desde Cesarea marítima, la gran ciudad romana en el extremo oriental del Mediterráneo, hasta la capital del Imperio del mundo conocido. Por entonces nadie sabía nada de otras tierras que no fueran Asia, África o Europa. Pareciera que el dios de la creación se hubiera guardado no un as en su manga, sino dos, que más tarde se llamaron América y Oceanía.

 

 “Cuando se decidió que emprendiésemos la travesía para Italia encargaron de Pablo y de varios otros presos a un centurión de la Legión Augusta llamado Julio” (Hch 27,1). Puede apreciarse que tanto el relato como el viaje son muy extensos. Al comenzar la lectura de Hch 28,1 se nos dirá que esta expedición marítima llegó, en muy adversas condiciones, a la isla de Malta.  Este texto de Hch 27,1-44 es el relato de la nueva etapa del viaje que, desde Jerusalén, me atreví a calificar como el camino de la conversión de Pablo.

 

Ahora el narrador es ‘un nosotros’, como si el propio Lucas hubiera decidido formar parte de las personas que van a compartir la aventura de aquel barco y, sobre todo, compartir la experiencia de ‘estar con Pablo’ con todas las consecuencias. El relato invita a imaginar...

 

En Hch 27,1-5 se cuenta el viaje, a bordo de la nave de Adrumeto, desde Cesarea hasta la ciudad de Mira en la región de Licia. Emociona la amabilidad comprensiva del centurión Julio que permite a Pablo visitar a sus amigos de Sidón. Tal vez, una pequeña realidad eclesial.

 

En Hch 27,6-12 continúa la narración del viaje a bordo de una nave de Alejandría que se dirigía hacia Italia. La etapa se inicia en  Mira y da la impresión de que acaba en la isla de Creta, pero nada se cuenta con precisión, en el espacio y el tiempo. Sólo queda muy clarito el mensaje de Pablo que parece hablar como un profeta, aunque sea sólo de infortunios: “Preveo que la travesía va a ser desastrosa” (Hch 27,10).

 

En Hch 27,13-44 leemos la etapa de navegación por el Adriático entre las islas de Creta y Malta. El narrador nos da cuenta de toda una retahíla de desastres para llegar a presentarnos a su ‘custodiado y encadenado Pablo’ como el hombre a tener en cuenta y ser escuchado: “Debíais haberme hecho caso y no zarpar de Creta... Esta noche se me ha presentado un ángel de Dios... Me fío de Dios... y sé que tendremos que ir a parar a una isla...”  (Hch 27,21-26).

 

Pronto sabremos que se cumplirá lo anunciado por este Pablo de Lucas y sabremos que esa isla será Malta (Hch 28,1). Pero antes, debemos comprender bien las intencionalidades del relato de este viaje. En este maltrecho barco de Alejandria viajan en total 276 personas que han soportado lo insoportable. Pero ahí está de nuevo este Pablo: “Con hoy lleváis catorce días en vilo y en ayunas... Dicho esto tomó un pan, dio gracias... Lo partió y se puso a comer... Una vez satisfechos, aligeraron el barco arrojando el trigo al mar” (Hch 27,33-38). ¿Una eucaristía?

A la luz del nuevo día, aquellas gentes del barco y del mar -autoridades, marineros, centurión, soldados y presos- reconocieron la presencia de la tierra firme y decidieron descansar para poder llegar a Roma, el destino del viaje. En este pequeño mundo, Pablo parece ser ‘alguien’.

Carmelo Bueno Heras

No hay comentarios:

Publicar un comentario