REFLEXIÓN ESPIRITUAL
De las cartas de san Juan Bosco, presbítero
TRABAJÉ SIEMPRE POR AMOR
Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales
debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de
Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo
que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre
ellos, ha de ser para servirlos mejor.
Este era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles,
ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e
incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y
con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para
unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran
la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos
mansos y humildes de corazón.
Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el
desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el
presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos padres de verdad, que
se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos. En los
casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de
palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de
provecho alguno a los culpables.
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