El imposible sueño de la TÚ de un franciscano
El próximo domingo es día
cuatro de octubre. Otoño y último trimestre del año 2020. ¡Qué año! Desde ahora
y para siempre seguirá plantado en la historia del único país llamado Tierra
como esos árboles que se levantan desnudos y secos como un grito silenciado en
la mitad de un pantano cuando el sol y el calor le van robando el tesoro
atesorado de su agua.
Creo que este nuevo día
cuatro de octubre trae potentes resonancias del pasado, sobre todo para
aquellas personas amantes de la Tierra única como lo llegó a ser, a su manera,
aquel Francisco del rincón de Asís. Se me ocurre pensar en que algún día
alguien inaugurará el primer Congreso mundial de la TÚ, la Tierra Única. No sé
cómo se expresará esta TÚ en la lengua de su majestad de Londres. Lo que
importa es la TÚ y no dejaré de recordar, recordar es volver otra vez,
aquello del 'pensar en universal y actuar en particular'; piensa en TODO y
actúa ya AQUI.
Otra resonancia de este día
cuatro del otoñal octubre es una nueva firma. Una nueva pluma. Unos nuevos papeles.
Una nueva declaración de intenciones. Me podré equivocar, pero creo que ando en
sin-tonía. Sucederá en Asís; también en Asís.
Octubre es el mes de los
Sínodos en el Vaticano, la ciudad, estado, tierra, papado. El Sínodo es la
expresión de la sinodalidad. ¿Te suena? Tanto como un anuncio
publicitario. Pues en este nuevo octubre del pandémico año 2020 no habrá
Sínodo de purpurados.
Sin embargo, no faltará
documento papal en toda regla. ¿Una Encíclica nueva? ¿Una Exhortación oportuna?
¿Una meditación de andar por casa? Creo que será lo primero. Si me
equivoco, cambiaré de fuentes de información. Pero ha vuelto a llegar el
momento para un documento de primera línea: 'Hermanos sois' (cita explícita
tomada del PaquitodeAsis). ¿Por qué una vez más el jesuita de sus
adentros se nos disfraza de franciscano? Tendremos que verlo, oírlo,
leerlo... Tendremos. Tal vez.
Y dichas estas cosas de 'la
TÚ' y de 'Hermanos sois' poco me queda por añadir para presentar los asuntos
judiciales de altos vuelos religiosos en los que tanto el Evangelista Mateo
tiene metido hasta las trancas a su Jesús de Nazaret en el Templo de
Jerusalén, como el Evangelista Lucas a su Saulo-Pablo de Tarso encarcelado
durante más de dos años en los calabozos romanos en Cesarea del Mar.
A continuación siguen los
comentarios.
Domingo 27º del TO. Ciclo A (04.10.2020): Mateo 21,33-43.
La viña, las uvas y el vino son de todos. Lo medito y escribo CONTIGO,
De domingo en domingo y parábola tras parábola.
Recordaré que Jesús de Nazaret está en el Templo de Jerusalén: “Llegado
Jesús al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los Sumos Sacerdotes y los
ancianos del pueblo” (Mt 21,23-27). Ya dije la semana pasada que estas
palabras no se escuchan jamás en las celebraciones del llamado Ciclo A, el de
Mateo. Y en pura lógica y coherencia, en este domingo primero de octubre no se
leerá Mt 21,45-46, versículos con los que se acabaría la lectura que propone la
Liturgia católico-vaticana, Mt 21,33-43.
Sin esta referencia al contexto de la historia de
los hechos y de la narración de los mismos en el Evangelio no se podrá
comprender la provocadora y revolucionaria parábola de los viñadores homicidas.
Parábola que, curiosamente, nos cuentan los tres Evangelios sinópticos. Y a
esta parábola le seguirá otra en este Evangelio (Mt 22,1-14), la del próximo
domingo.
Transcribo esto, que no se nos leerá: “Los
Sumos Sacerdotes y los Fariseos, al oír las palabras de Jesús, comprendieron
que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a
la gente porque le tenían por profeta”. ¿Se puede denunciar de manera más
explícita a una autoridad religiosa tan elevada, en nombre de un Yavé-dios
proclamado por Israel? Aquella autoridad -Sumo Sacerdocio- y su casa que es el
Templo han dejado de tener sentido.
Este Jesús del Evangelista Mateo acaba de contar
la parábola del propietario de una viña. Una viña preciosa, mimada, de diseño,
con futuro. Y esta viña es, fue y debe serlo el pueblo de Israel. Los viejos
poetas y profetas de este pueblo hablaron de esta tierra como de la viña que
nos describe aquí Mateo. La viña es Israel, en tiempos de los profetas y de
Jesús y siempre. ¿Ahora también? Probablemente, porque los textos de los
profetas y poetas antiguos se siguen leyendo hoy en día. Sin embargo, esta viña
de la parábola de Mateo lo es también cada una de las llamadas iglesias
cristianas: católica, reformada, ortodoxa, sirojacobita, copta...
¿Para qué está, en la casa de la tierra del
mundo, una viña tan preciosa y tan mimada y regalada? ¿Para qué? Todas las
gentes del mar nuestro o Mediterráneo saben por experiencia para qué se planta
y cuida una viña. Lo saben también las gentes de otras tierras. Se plantan y
cuidan viñas para comer sus uvas y beber su vino. Con pan, uvas y vino se anda
bien el camino.
Esta es la evidencia que no necesitaría hablar
nada de ella. Y también es ya una constatación el deseo interesado por adquirir
la propiedad de la viña. ¿A quién pertenece la tierra, el viñedo, la uva y el
vino? Cuando mis neuronas se preguntan estas cosas releo lo que escribe Mateo y
no se nos lee, aunque sean los contextos de la parábola (Mt 23,23): La SAS,
Suma Autoridad Sacerdotal, interroga inquisitorialmente al laico y galileo de
Nazaret: ¿Cuál es tu autoridad?
Tanto Mateo como su Jesús de Nazaret no se callan
como irónicamente lo expresa el narrador (Mt 23,27). Este Jesús y su
Evangelista conocen ‘los escritos’ que se proclaman una y otra vez en las
sinagogas. Esas Escrituras son la luz de la autoridad de Jesús (Mt 23,42), como
ahora y para ti y para mí el Evangelio es la luz de la autoridad: Esta viña me
pertenece y deseo su uva y vino (Mt 7,12). Esta viña nos pertenece a los
humanos. Comamos y bebamos. Sí. Todos. Gratis.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 45º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(04.10.2020): Hch 25,1-12
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Después de dos años de espera en Cesarea del Mar,
todo el proceso judicial de este Pablo del Evangelista Lucas vuelve a comenzar:
“A los tres días de llegar a la provincia subió Festo de Cesarea a
Jerusalén. Los Sumos Sacerdotes y los judíos principales le presentaron
querella contra Pablo...” (Hch 25,1-2).
Constataré una vez más que me sorprende que Lucas
no nos haya contado nada de la actividad de este Pablo empeñado, siempre y
hasta aquí, en evangelizar. ¿Durante estos dos años de confinamiento
carcelario, más o menos estricto, se mantuvo inactivo o en silencio? Si los
hechos fueron como Lucas nos los escribe me imaginaré a este laico judío
rumiando en sus adentros una y otra vez el proceso de su persona y de su
misión. Le preocupa su propia vida y para ello debe justificar su
identidad de creyente y buen practicante de la religión judía: “No he
faltado contra la Ley judía ni contra el Templo ni contra el César” (Hch
25,8). Ley-Templo-César.
Esta es la defensa de Pablo frente a los judíos
acusadores en el nuevo juicio ante el tribunal del nuevo gobernador romano Porcio
Festo (Hch 25,3-7). Según avanzo en la lectura me va pareciendo que este
narrador Lucas desea dejar en buen lugar la actuación de la autoridad romana,
su comprensión de las situaciones religiosas y sus preocupaciones más
importantes por el buen orden y la paz en la convivencia entre quienes se dicen
pertenecer a una misma doctrina religiosa pero que se sienten enfrentados por
asuntos de matiz en las implicaciones de su mismo credo.
Lo vuelvo a escribir: asuntos de matices en las
interpretaciones de sus credos. Me lo repito en mi meditación, porque en la
historia de las gentes y pueblos de este mundo han sido muchas estas mismas
situaciones que podríamos denominar como explícitamente ‘guerras de religión’,
además de tratarse a veces también de ‘guerras entre religiones’.
La segunda parte de este relato seleccionado
(Hch 25,9-12) es el encuentro interpersonal entre el gobernador romano y el
propio Pablo: “Deseoso Festo de congraciarse con los judíos, preguntó a
Pablo...” (Hch 25,9). Tendría que decir que cualquier parecido de este
encuentro entre ambos protagonistas es mera coincidencia con el encuentro entre
Pilato y Jesús de Nazaret. Quiero comprender que presentar estas diferencias
fue pretensión de su autor, Lucas.
Y me parece deducirse del relato que el
gobernador Porcio Festo quisiera desprenderse o desinteresarse de este asunto
que se traen entre manos los judíos. Desearía que fueran ellos quienes
solucionaran sus enfrentamientos religiosos. “¿Quieres subir a Jerusalén y
que se juzgue allí tu asunto ante mí?” (Hch 25,9).
Después de tanto tiempo en Cesarea para resolver
este juicio se llega a la conclusión de que no será en Jerusalén o aquí, sino
en Roma donde se llegue al final de este camino. ¿Y si en Roma se llega a un
final sin final en esta cuestión de la religión sin tampoco haber juicio? En
manos del sagaz investigador y cronista Lucas estamos: “Festo, después de
consultar con sus consejeros contestó: Apelas al César, pues al César irás”
(Hch 25,12). ¡Pero el viaje se demora!
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