¿Es posible el fin de la especie humana? (III)
2020-10-09
Finalmente, buscando radicalidad nos preguntamos: ¿ cómo ve
la teología cristiana esta cuestión de una eventual extinción de la especie
humana?
Primero situemos la pregunta en su tradición histórica,
pues no es la primera vez que los seres humanos se plantan seriamente esa
pregunta. Siempre que una cultura entra en crisis, como la nuestra, surgen
mitos del fin del mundo y de destrucción de la especie. Se usa un recurso literario
conocido: relatos patéticos de visiones e intervenciones de ángeles que se
comunican para anunciar cambios inminentes y preparar a la humanidad. En el
Nuevo Testamento ese genero adquirió cuerpo en el libro del Apocalipsis y en
algunos pasajes de los Evangelios que ponen en boca de Jesús predicciones del
fin del mundo.
Hoy prolifera una amplia literatura esotérica que usa
códigos diferentes, como el paso a otro tipo de vida y la comunicación con
extraterrestres. Pero el mensaje es idéntico: el cambio es inminente y hay que
estar preparado.
Es importante no dejarse engañar por este tipo de lenguaje.
Es un lenguaje de tiempos de crisis y no un reportaje anticipado de lo que va a
ocurrir. Pero hay una diferencia entre los antiguos y hoy. Para los antiguos el
fin del mundo estaba en su imaginario y no en un proceso que existía
verdaderamente. Para nosotros está en el proceso real, pues hemos creado de
hecho el principio de autodestrucción.
¿Y si desaparecemos, cómo hay que interpretarlo? ¿Que nos
llegado el turno en el proceso evolutivo ya que siempre hay especies
desapareciendo naturalmente? ¿Qué dice la reflexión teológica cristiana?
Sucintamente diría: si el ser humano frustrase su aventura
planetaria significaría, sin duda alguna, una tragedia indescriptible. Pero no
sería una tragedia absoluta. Esa ya se perpetró un día, cuando el Hijo de Dios
se encarnó en nuestra miseria, por Jesús de Nazaret. Poco después de su
nacimiento fue amenazado de muerte por Herodes, que sacrificó a todos los niños
de los alrededores de Belén con la esperanza de haber asesinado al Mesías.
Después, durante su vida fue calumniado, perseguido, rechazado, preso,
torturado y clavado en una cruz. Solo entonces se formalizó lo que llamamos
pecado original, que es un proceso histórico de negación de la vida. Pero los
cristianos creen que ocurrió también la suprema salvación, pues donde abundó el
pecado también superabundó la gracia. Y hubo la resurrección, no como la
reanimación de un cadáver, sino como la irrupción del ser humano nuevo, con sus
virtualidades realizadas en plenitud. Mayor perversidad que matar a la
criatura, la vida, el planeta, es matar al Creador encarnado.
Aunque la especie se mate a sí misma, ella no consigue
matar todo de ella. Solo mata lo que es. No puede matar aquello que todavía no
es: las virtualidades escondidas en ella que quieren realizarse. Y aquí entra
la muerte en su función liberadora. La muerte no separa cuerpo y alma, pues en
el ser humano no hay nada que separar. Es un ser unitario con muchas
dimensiones, una exterior material, el cuerpo, y ese mismo cuerpo con su
interioridad y profundidad, que llamamos espíritu. Lo que la muerte separa es
el tiempo de la eternidad. Al morir, el ser humano deja el tiempo y penetra en
la eternidad. Al caer las barreras espacio-temporales, las virtualidades
encadenadas pueden abrirse en su plenitud. Solo entonces acabaremos de nacer
como seres humanos plenos (Boff, 2000).Por lo tanto, aún con la liquidación
criminal de la especie, el triunfo de la especie no se frustra. La especie sale
trágicamente del tiempo por la muerte, muerte que le concede entrar en la
eternidad. Y Dios es quien puede sacar de la muerte, la vida y de la ruina, la
nueva criatura.
Alimentamos esta esperanza. Así como el ser humano domesticó
otros medios de destrucción, le primero de ellos el fuego, que originó mitos de
fin del mundo, así ahora, esperamos, domesticará los medios que pueden
destruirlo. Aquí cabría hacer un análisis de las posibilidades dadas por la
nanotecnología (que trabaja con partículas ínfimas de átomos, genes y
moléculas), que puede eventualmente ofrecer medios técnicos para disminuir el
calentamiento global y purificar la biosfera de los gases de efecto invernadero
(Martins, 2006,168-170).
Más esclarecedor es pensar estas cuestiones en el marco de
la física cuántica y de la nueva cosmología. La evolución no es lineal. Acumula
energía y da saltos. Así también la física cuántica de Niels Bohr y Werner
Heisenberg nos sugiere virtualidades escondidas, venidas del Vacío Cuántico, de
ese océano indescifrable de energía que subyace e impregna el universo, la
tierra y a cada ser humano, que pueden irrumpir y modificar la flecha de la
evolución.
Me niego a pensar que nuestro destino, después de millones
de años de evolución, termine así miserablemente en un tiempo próximo o en las
próximas generaciones. Habrá un salto, quien sabe, en la dirección de aquello
que ya en 1933 Pierre Teilhard de Chardin anunciaba: la irrupción de la
noosfera, es decir, de un estado de conciencia y de relación con la naturaleza
que inaugurará una nueva convergencia de mente y corazones, y así un nuevo
estadio de la evolución humana y de la historia de la Tierra.
En esta perspectiva el escenario actual no sería de
tragedia sino de crisis de paradigma, de la forma como habitamos nuestra Casa
Común.
La crisis acrisola, purifica, hace madurar. Ella anuncia un
nuevo comienzo. Nuestro dolor es el dolor de un parto y no los dolores de
alguien que está a punto de morir. Todavía vamos a irradiar.
Es importante decir que no acabaría el mundo sino este tipo
de mundo insensato que ama la guerra y la destrucción en masa. Vamos a
inaugurar un mundo humano que ama la vida, desacraliza la violencia, tiene
cuidado y piedad de todos los seres, practica la justicia verdadera, venera el
Misterio del mundo que llamamos Fuente Originaria hacer ser a todos los seres y
que nosotros llamamos Dios, y que, en fin, nos permite estar en el monte de las
bienaventuranzas.
El ser humano habrá simplemente aprendido a tratar humanamente
a todos los seres humanos, y con cuidado, respeto y compasión a todos los demás
seres. Todo lo que existe merece existir. Todo lo que vive merece vivir,
especialmente nosotros, los seres humanos.
Bibliografia mínima referida:
Boff, L. (2000), Vida para além da morte, Petrópolis:
Vozes; en español titulado Hablemos de la otra vida, Santander: Sal
Terrae.
ID, Tiempo de Transcendencia, el ser humano como proyecto infinito,
Santander: Sal Terrae.
Duve, C. (1997), Polvo vital. El origen y la evolución de la vida en la
Tierra, Cali: Norma.
Hawking, S. (2001), El universo en una cáscara de nuez, Barcelona:
Planeta.
Higa, T., (2002), Eine Revolution zur Rettng der Erde, Xanten: OLV,
Organischer Landbau.
Hobsbawn, E. (1994), A era dos extremos, São Paulo: Objetiva. Publicada
en español con el título Historia del siglo XX, Buenos Aires: Crítica.
Jacquard, A. E Kahn, A. (2001), L’avenir n’est pas écrit, Paris: Boyard.
Lovelock, J. (2006), La venganza de Gaia, Barcelona: Planeta.
Martins, P.R. (org)(2006), Nanotecnologia, sociedade e meio ambiente,
São Paulo: Xamã.
Miranda, E.E., (2007), Quando o Amazonas corria para o Pacifico,
Petrópolis:Vozes.
Monod, J. (2000), Y si la aventura humana fallase, Paris: Grasset.
Rees, M. (2005), Hora final, São Paulo: Companhia das Letras.
Revista «Veja», páginas amarillas del 25 de octubre de 2006.
Toynbee, A. (1971), Experiencias, Buenos Aires: Emecé.
Ward, P. (1997), O fim da evolução. Extinções em massa e preservação da
biodiversidade, Rio de Janeiro: Campus.
Ziegler, J. (2006), Das Imperium der Schande, Munique: Pantheon
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