Fratelli tutti : la política
como ternura y amabilidad
2020-10-14
La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la
sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de octubre, será
un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su
temática, buscando siempre sumar valores, hasta del liberalismo que él critica
fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no
cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.
Resaltaré
en este espacio lo que considero innovador respecto al magisterio anterior de
los Papas.
En
primer lugar tiene que quedar claro que el Papa presenta una alternativa
paradigmática a nuestra forma de habitar la Casa Común, sometida a muchas
amenazas. Hace una descripción de las “sombras densas”, que equivalen, como él
mismo afirmó en varios pronunciamientos, “a una tercera guerra mundial por
partes”.
Actualmente
no hay un proyecto común para la humanidad (n.18), pero un hilo conductor pasa
por toda la encíclica: «la conciencia de que nadie se salva solo, que
únicamente es posible salvarse juntos» (nº 32). Este es el proyecto nuevo,
expresado en estas palabras: Entrego esta encíclica social como una humilde
contribución a la reflexión para que frente a las diversas formas de eliminar o
de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de
fraternidad y de amistad social (nº 6).
Debemos
comprender bien esta alternativa. Venimos y estamos todavía dentro de un
paradigma que está en la base de la modernidad. Es antropocéntrico. Es el reino
del dominus: el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y
de la Tierra, que sólo tienen sentido en la medida en que se ordenan a él.
Cambió la faz de la Tierra, trajo muchos beneficios pero también creó un
principio de autodestrucción. Es el actual impasse de las “densas sombras”.
Frente a esta visión del mundo, la encíclica Fratelli tutti propone un
nuevo paradigma: el del frater, el hermano, el de la fraternidad
universal y la amistad social. Desplaza el centro: de una
civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de
solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención
original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión
apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza,
de que podemos y debemos cambiar de rumbo.
Para
eso necesitamos alimentar la esperanza. El Papa dice: «Os invito a la esperanza
que nos habla de una realidad arraigada en lo profundo del ser humano,
independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos
históricos en que vive» (nº 55). Aquí resuena el principio esperanza,
que es más que la virtud de la esperanza, es un principio, un motor interior
para proyectar nuevos sueños y visiones, tan bien formulado por Ernst Bloch. Destaca
«la afirmación de que los seres humanos somos hermanos y hermanas, que no es
una abstracción sino que se hace carne y se concreta, nos plantea una serie de
retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a
desarrollar nuevas reacciones» (nº 128). Como se deduce, se trata de un
nuevo rumbo, de un viraje paradigmático.
¿Por
dónde empezar? Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los
movimientos sociales: «No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo
mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos». Por eso sugiere: Es
posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más
concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo (nº 78).
El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica: trabajar la
región, el biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad y la
humanización de las comunidades y articula lo local con lo universal (nº 147).
Tiene
largas reflexiones sobre la economía y la política, pero subraya: «la política
no debe someterse a la economía y la economía no debe someterse a los
dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (nº 177). Hace una
contundente crítica al mercado: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra
vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un
pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a
cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo
sin más, como único camino para resolver los problemas sociales» (nº 168). La
globalización nos hizo más cercanos pero no más hermanos (nº 12). Crea sólo
socios pero no hermanos (nº 102).
De
la mano de la parábola del buen samaritano, hace un análisis riguroso de los
diversos personajes que entran en escena y los aplica a la economía política,
culminando con la pregunta: «¿con quién te identificas (con el herido del
camino, con el sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano,
despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A
cuál de ellos te pareces?» (nº 64). El buen samaritano se convierte en modelo
del amor social y político (nº 66).
El
nuevo paradigma de fraternidad y amor social se despliega en el amor en su
concretización pública, en el cuidado de los más frágiles, en la cultura del
encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad.
En
cuanto a la cultura del encuentro, se toma la libertad de citar al poeta
brasileño Vinicius de Moraes en su Samba da Bênção en el disco Encuentro
en Al bon Gourmet de 1962 donde dice: La vida es el arte del encuentro
aunque haya tantos desencuentros en la vida (nº 215). La política no se
reduce a la disputa por el poder y a la división de poderes. Afirma de manera
sorprendente: Incluso en la política hay lugar para el amor con ternura:
a los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben
enternecernos y tienen el 'derecho' de llenar nuestra alma y nuestro corazón;
sí, son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta
manera (nº 194). Se pregunta qué es la ternura y responde: es el amor
que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y
llega a los ojos, a los oídos, a las manos (nº 196). Esto nos recuerda la
frase de Gandhi, una de las inspiraciones del Papa, junto con San Francisco,
Luther King, Desmond Tutu: la política es un gesto de amor al pueblo, el
cuidado de las cosas comunes.
Junto
con la ternura viene la amabilidad que nosotros traduciríamos por
gentileza, recordando al profeta Gentileza que en las calles de Río de Janeiro
proclamaba a todos los que pasaban: Gentileza genera gentileza y Dios
es gentileza, muy al estilo de San Francisco. Define así la amabilidad: un
estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene
y conforta. La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más
llevadera su existencia (nº 223). Este es un desafío para los políticos,
hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura.
La
solidaridad es uno de los fundamentos de lo humano y lo social. Se expresa
concretamente en el servicio que puede adoptar formas muy diferentes y asumir
para sí mismo el peso de los demás; es en gran medida cuidar de la fragilidad
humana (nº 115). Esta solidaridad demostró estar ausente y sólo después ser
eficaz en la lucha contra la Covid-19. Impide que la humanidad se bifurque
entre mi mundo y los otros, ellos, ya que muchos dejan de ser
considerados seres humanos con una dignidad inalienable, y pasan a ser sólo
'ellos' (nº 27). Y concluye con un gran deseo: Ojalá que al final ya no
estén 'los otros' sino sólo 'nosotros' (nº 35).
Para
ese desafío de dar cuerpo al sueño de una fraternidad universal y de amor
social convoca a todas las religiones, pues ellas ofrecen una valiosa
contribución en la construcción de la fraternidad y para la defensa de la
justicia en la sociedad (nº 271).
Al
final evoca la figura del hermanito de Jesús, Charles de Foucauld, que en el
desierto del norte de África junto a la población musulmana quería ser definitivamente
el hermano universal (nº 287). El Papa Francisco observa: Sólo
identificándose con los más pequeños llegó a ser hermano de todos; que Dios
inspire este sueño en cada uno de nosotros. Amén (nº 288).
Estamos
ante un hombre, el Papa Francisco, que, siguiendo a su fuente inspiradora,
Francisco de Asís se ha convertido también en un hombre universal, acogiendo a
todos e identificándose con los más vulnerables e invisibles de nuestro cruel e
inhumano mundo. Él suscita la esperanza de que podemos y debemos alimentar el
sueño de la fraternidad sin fronteras y del amor universal.
Él
ha hecho su parte. Nos corresponde a nosotros no dejar que ese sueño sea sólo
un sueño, sino el principio fundamental de una nueva forma de vivir juntos,
como hermanos y hermanas más la naturaleza, en la misma Casa Común. ¿Tendremos
el tiempo y la sabiduría para dar este salto? Seguramente las densas sombras
continuarán, pero tenemos una lámpara en esta encíclica de esperanza del Papa
Francisco. No disipa todas las sombras, pero es suficiente para vislumbrar el
camino a ser recorrido por todos.
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