domingo, 18 de octubre de 2020

Domingo 29º del TO. Ciclo A (18.10.2020): Mateo 22,15-21. Toda tentación es poder ostentar el tener. POT. y Domingo 47º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (18.10.2020): Hch 26,1-23. “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 Poder ostentar el tener

Octubre se va vistiendo de otoño por estas latitudes del Occidente de la Tierra. En esta ciudad de Madrid en donde respiro y paseo estamos de 'estado de alarma' por los asuntos de la pandemia y por los otros asuntos del 'virus de la corona'. Cuestiones de poder. Las de casi siempre. Con el color especial del contexto en el que se producen. Mucho diálogo de besugos, que se decía en el habla del pueblo, para no llegar a nada de nada. Y mientras tanto, asistimos a la danza constante de la presencia de la des-unión. Le hemos hecho caso a la distancia y en vez de dos metros, nos distanciamos que ni nos vemos.

 

Seguramente que no llegaremos muy lejos así, aunque no sé a dónde debemos de llegar. Porque lo importante es que podamos convivir o, si se quiere, 'llegar a convivir a gusto y con la serena seguridad de sentirnos  acompañados'.  Pero me temo que estas elementales luces del sentido común se nos están apagando más deprisa de lo que nos imaginamos.

 

Sin embargo, desde el pasado cuatro de octubre disponemos de un muy antiguo e indisoluble matrimonio de palabras que tal vez siempre existió, pero que se nos ha despertado como emblema de una nueva normalidad. Este matrimonio se llama 'amistad social'. La muy ilustre fábrica de sueños vaticana nos ha regalado la utopía de este matrimonio lingüístico llamado  'amistad social'. Proclamado queda. Cuando lo escuché, lo leí y mis neuronas se sorprendieron una vez más. Tanta fue su sorpresa que me inspiraron volverme a leer el relato de Mateo 23. El capítulo completo.  Un par de veces. Merece la pena. Por sus denuncias y por sus anuncios. Mateo hablaba del Templo y cátedras de entonces y de los Templos y cátedras de siempre. Todos ellos y ellas tienen muy semejantes pretensiones. Hoy también.

 

Hago explícita la invitación a leernos este capítulo 23º de Mateo, porque no se nos va a leer en todo lo que falta del año eclesiástico. Tal vez, en alguna parte de esta tierra de la eucaristía se nos lea el día uno de noviembre. Pero caerá en vacío por tratarse de los santos o de los fallecidos del día siguiente.

 

Con todo esto, ya estoy metido de lleno en la presentación del mensaje de Mateo 22,15-21. Los fariseos del siglo primero en Israel han alcanzado un acuerdo con sus enemigos 'del alma y del cuerpo' que eran los herodianos. Ambos tienen en común una sola cosa, cuestión, asunto, tarea, trabajo, proyecto... que se llama 'Jesús de Nazaret'. Este hombre, judío como todos ellos, laico y galileo, es un peligro andante para ambos enemigos, fariseos y herodianos. 

 

Una vez más hay que reconocer que esta vida nos trae de la mano la presencia de extraños amigos de camino. Parecería increíble, pero ahí está la narración de Mateo para este domingo 18 de octubre y toda la semana. Ignorar la presencia de los hechos del pasado es la mejor manera de volver a repetir, corregidas y aumentadas, las equivocaciones. Espero, mi leyente, que no te sorprenda el título del comentario que vas a leer: POT.

 

Este POT, creo yo, no tiene semejanza con aquel llamado POL POT. Pero, por si acaso, será mejor, quizá... No lo sé muy bien. El POT de mi título del comentario viene a ser, en este tiempo de acrónimos incomprensibles, el Poder Ostentar el Tener. Y ya hemos vuelto de nuevo al Poderoso caballero don Dinero. Allá donde surge un problema, y la pandemia es un problema mundial, si lo deseas comprender sigue el invisible sendero del dinero. Recordaremos que fariseos, herodianos y Jesús ponen sobre la mesa el dinero. Y ya nos sabemos de sobra el final de las relaciones de estos encuentros. Pues eso.

 

A continuación encuentras los comentario del 18 de octubre

 

Domingo 29º del TO. Ciclo A (18.10.2020): Mateo 22,15-21.

Toda tentación es poder ostentar el tener. POT. Lo escribo CONTIGO,

 

Copio el comienzo del relato: “Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo para buscar en las palabras del laico Jesús de Nazaret algún motivo para acusarlo” (Mateo 22,15-21). Deseo señalar la importancia de la palabra ‘entonces’ (tóte, en griego; tunc, en latín), porque ella no se oirá en la proclamación de esta lectura evangélica en las celebraciones dominicales.

 

Este ‘entonces’, creo, es algo más que un mero adverbio de tiempo. Es ‘el contexto’. Es decir, el tiempo, el espacio y sus diversos complementos o las ‘circunstancias’ de las que habló en su época un pensador español. El espacio evocado en este ‘entonces’ es el Templo de Jerusalén, el interior del mismo, el lugar en el que pueden reunirse personas para hablarse y escucharse.

 

Este ‘entonces’ evoca el tiempo preciso en que han dejado de hablarse y escucharse las autoridades del Templo y el propio Jesús de Nazaret. Sólo ‘entonces’ se atrevieron los fariseos  a acercarse a aquel personaje de la Galilea para tratar de ‘cazarlo con alguna de sus trampas’ y poder condenarlo, como primer paso, al ‘silencio’ y, luego, al ‘silencio de los muertos’.

 

Y creo también que este ‘entonces’ pone en alerta a los lectores sobre el deshumanizado interés de las autoridades fariseas que llegan a ser capaces de unirse con sus irreconciliables enemigos los partidarios de Herodes para conseguir las pruebas con las que acusar al judío Jesús que se ha atrevido a cuestionar y denunciar la autoridad de la Ley y del Templo.

 

Estos fariseos y herodianos desean acusar a este hombre de la Galilea de colaboracionista con Roma, el imperio opresor, amo y señor de la tierra de Israel con sus habitantes. El narrador se lo advierte explícitamente a sus lectores: “Jesús se dio cuenta de sus perversas intenciones y les respondió: Hipócritas, ¿por qué me tentáis?” (Mt 22,18).

 

Una vez más el Evangelista nos presenta a su Jesús tentado. Esta vez en el Templo de la religión por la autoridad farisea. Antes lo fue en el comienzo de su viaje a Jerusalén, en Cesarea de Felipe y por sus propios seguidores ‘los DOCE’ (Mt 16,13-28). Y anteriormente, antes de los inicios de su evangelización, en el desierto por Satanás, el diablo (Mt 4,1-11).

 

Si se contemplan despacio y se analizan con serenidad estos relatos sobre las tentaciones de Jesús, se constatará que hay un denominador común llamado poder en el corazón de toda propuesta tentadora: el poder mandar del Emperador romano, el poder ostentar del Mesías judío y el poder tener del Dinero que es el dios y mesías siempre de todo: “Ellos le presentaron un denario y él les preguntó: ¿De quién es esta imagen y su inscripción?” (Mt 22,19-20).

 

Aquella tan peculiar comisión que bien podría llamarse del fariseísmo herodiano, o del modo como suelen abrazarse los extremismos extremos, al escuchar la sabiduría de las palabras de aquel laico y galileo del norte “se quedaron sorprendidos, maravillados, boquiabiertos, asombrados y sin palabras. Se dieron media vuelta y se marcharon por donde habían venido” (Mt 22,22). Este versículo no se nos leerá al pueblo. ¿Por qué la sabiduría de los maestros de la liturgia vaticana nos impiden, en el Ciclo A de Mateo, escuchar estas palabras del Evangelista?

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 47º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (18.10.2020): Hch 26,1-23.

“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

 

“El rey Agripa dijo a Pablo: se te permite hablar en tu descargo. Pablo extendió la mano y comenzó su defensa” (Hechos 26,1).

 

A partir de este momento el narrador Lucas nos transcribe palabra por palabra el discurso de la defensa de Pablo ante el rey Agripa y su esposa Berenice, ante el gobernador romano Festo, ante los tribunos y las personalidades de la máxima relevancia de la ciudad de Cesarea del Mar (Hch 26,2-23). Cada vez que me leo seguido y completo este discurso me sorprendo más del mensaje y más interrogantes se me despiertan en mis adentros.

 

Y en este proceso no dejo de recordar un sabio criterio del buen biblista de nuestros días que es Jaime Vázquez Allegue que, al final de un excelente párrafo sobre la historia y sus interpretaciones, escribe inteligentemente lo siguiente: “En cierto sentido, podemos afirmar que la historia la hacemos con los acontecimientos que han sucedido y con los que desearíamos que hubieran sucedido” (página 52 de su libro ‘Guía de la Biblia’ en Editorial Verbo Divino, 2019). Creo que nuestro Lucas maneja diestramente ambas posibilidades.

 

El narrador Lucas, presumiblemente bien informado como concienzudo investigador según  nos lo anunció en el inicio de su obra (Lc 1,1-4), escribe para sus lectores la tercera entrega del acontecimiento que al parecer vivió el propio Pablo y que se le suele denominar ‘conversión’, acontecida en ‘el camino de Jerusalén a Damasco’. La primera narración la encontramos en Hch 9,1-19; la segunda quedó escrita en Hch 22,1-21. Conviene hacer la lectura sinóptica de los tres relatos para constatar tanto las evidentes coincidencias como también sus divergencias.

 

En la primera parte del discurso (Hch 26,2-8), Pablo se presenta y define como ‘el buen judío’: “viví desde hace mucho como fariseo, la secta más estricta de nuestra religión... ¿por qué os parece increíble que Dios resucite a los muertos?” (Hch 26,5). ¿Será el centro de la fe paulina?

 

En la segunda parte del discurso (Hch 26,9-11), Pablo se confiesa haber sido en otros tiempos un fanático perseguidor de aquellas gentes que se atrevieron a vivir como lo habían aprendido de aquel judío llamado Jesús de Nazaret. Un judío perseguidor de otro judío por asuntos del creo judío. ¿Habrá peor cuña que la de la misma madera? ¿Toda religión divide y enfrenta? Sí.

 

En la tercera parte del discurso (Hch 26,12-18), Pablo cuenta la experiencia vivida en el camino de Damasco. Nada recuerda de la caída de ninguna caballería. Nada recuerda de la estancia en Damasco ni de la presencia de un tal ‘Ananías’. Entre la persona de Pablo y del Señor no parece existir ninguna mediación, ningún acompañamiento. Nada ni nadie. Tal vez, ¡sólo el narrador!

 

Por fin, en la cuarta parte del discurso (Hch 26,19-23), Pablo vuelve a confesarse ‘buen judío’, tanto ahora como en todo momento de su evangelización: “No añado nada a lo que predijeron Moisés y los Profetas, que el Mesías tenía que padecer y resucitar” (Hch 26,23). Ni una palabra explícita sobre Jesús, su vida, judío de carne y hueso, galileo, laico, denunciador de injusticias, liberador de enfermos, pecadores, mujeres, gentiles, deshumanizados... ¡Ciertamente curioso!

Carmelo Bueno Heras

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