Poder ostentar el tener
Octubre se va vistiendo de
otoño por estas latitudes del Occidente de la Tierra. En esta ciudad de Madrid
en donde respiro y paseo estamos de 'estado de alarma' por los asuntos de la
pandemia y por los otros asuntos del 'virus de la corona'. Cuestiones de poder.
Las de casi siempre. Con el color especial del contexto en el que se producen.
Mucho diálogo de besugos, que se decía en el habla del pueblo, para no llegar a
nada de nada. Y mientras tanto, asistimos a la danza constante de la presencia
de la des-unión. Le hemos hecho caso a la distancia y en vez de dos metros, nos
distanciamos que ni nos vemos.
Seguramente que no
llegaremos muy lejos así, aunque no sé a dónde debemos de llegar. Porque lo
importante es que podamos convivir o, si se quiere, 'llegar a convivir a gusto
y con la serena seguridad de sentirnos acompañados'. Pero me temo
que estas elementales luces del sentido común se nos están apagando más deprisa
de lo que nos imaginamos.
Sin embargo, desde el pasado
cuatro de octubre disponemos de un muy antiguo e indisoluble matrimonio de
palabras que tal vez siempre existió, pero que se nos ha despertado como
emblema de una nueva normalidad. Este matrimonio se llama 'amistad social'. La
muy ilustre fábrica de sueños vaticana nos ha regalado la utopía de este
matrimonio lingüístico llamado 'amistad social'. Proclamado queda. Cuando
lo escuché, lo leí y mis neuronas se sorprendieron una vez más. Tanta fue su
sorpresa que me inspiraron volverme a leer el relato de Mateo 23. El capítulo
completo. Un par de veces. Merece la pena. Por sus denuncias y por sus
anuncios. Mateo hablaba del Templo y cátedras de entonces y de los Templos y
cátedras de siempre. Todos ellos y ellas tienen muy semejantes pretensiones.
Hoy también.
Hago explícita la invitación
a leernos este capítulo 23º de Mateo, porque no se nos va a leer en todo lo que
falta del año eclesiástico. Tal vez, en alguna parte de esta tierra de la
eucaristía se nos lea el día uno de noviembre. Pero caerá en vacío por
tratarse de los santos o de los fallecidos del día siguiente.
Con todo esto, ya estoy
metido de lleno en la presentación del mensaje de Mateo 22,15-21. Los fariseos
del siglo primero en Israel han alcanzado un acuerdo con sus enemigos 'del alma
y del cuerpo' que eran los herodianos. Ambos tienen en común una sola cosa,
cuestión, asunto, tarea, trabajo, proyecto... que se llama 'Jesús de Nazaret'.
Este hombre, judío como todos ellos, laico y galileo, es un peligro andante
para ambos enemigos, fariseos y herodianos.
Una vez más hay que reconocer
que esta vida nos trae de la mano la presencia de extraños amigos de camino.
Parecería increíble, pero ahí está la narración de Mateo para este domingo 18
de octubre y toda la semana. Ignorar la presencia de los hechos del pasado es
la mejor manera de volver a repetir, corregidas y aumentadas, las
equivocaciones. Espero, mi leyente, que no te sorprenda el título del
comentario que vas a leer: POT.
Este POT, creo yo, no tiene
semejanza con aquel llamado POL POT. Pero, por si acaso, será mejor, quizá...
No lo sé muy bien. El POT de mi título del comentario viene a ser, en este
tiempo de acrónimos incomprensibles, el Poder Ostentar el Tener. Y
ya hemos vuelto de nuevo al Poderoso caballero don Dinero. Allá donde surge un
problema, y la pandemia es un problema mundial, si lo deseas comprender
sigue el invisible sendero del dinero. Recordaremos que fariseos,
herodianos y Jesús ponen sobre la mesa el dinero. Y ya nos sabemos de sobra el
final de las relaciones de estos encuentros. Pues eso.
A continuación encuentras
los comentario del 18 de octubre
Domingo 29º del TO. Ciclo A (18.10.2020): Mateo
22,15-21.
Toda tentación es poder ostentar el tener. POT. Lo escribo CONTIGO,
Copio el comienzo del relato: “Entonces
los fariseos se fueron y celebraron consejo para buscar en las palabras del
laico Jesús de Nazaret algún motivo para acusarlo” (Mateo 22,15-21).
Deseo señalar la importancia de la palabra ‘entonces’ (tóte,
en griego; tunc, en latín), porque ella no se oirá en la proclamación de esta
lectura evangélica en las celebraciones dominicales.
Este ‘entonces’, creo, es algo más que un mero
adverbio de tiempo. Es ‘el contexto’. Es decir, el tiempo, el espacio y sus
diversos complementos o las ‘circunstancias’ de las que habló en su época un
pensador español. El espacio evocado en este ‘entonces’ es el Templo de
Jerusalén, el interior del mismo, el lugar en el que pueden reunirse personas
para hablarse y escucharse.
Este ‘entonces’ evoca el tiempo preciso en que
han dejado de hablarse y escucharse las autoridades del Templo y el propio
Jesús de Nazaret. Sólo ‘entonces’ se atrevieron los fariseos a acercarse
a aquel personaje de la Galilea para tratar de ‘cazarlo con alguna de sus
trampas’ y poder condenarlo, como primer paso, al ‘silencio’ y, luego, al
‘silencio de los muertos’.
Y creo también que este ‘entonces’ pone en alerta
a los lectores sobre el deshumanizado interés de las autoridades fariseas que
llegan a ser capaces de unirse con sus irreconciliables enemigos los
partidarios de Herodes para conseguir las pruebas con las que acusar al judío
Jesús que se ha atrevido a cuestionar y denunciar la autoridad de la Ley y del
Templo.
Estos fariseos y herodianos desean
acusar a este hombre de la Galilea de colaboracionista con Roma, el imperio
opresor, amo y señor de la tierra de Israel con sus habitantes. El narrador se
lo advierte explícitamente a sus lectores: “Jesús se dio cuenta de sus
perversas intenciones y les respondió: Hipócritas, ¿por qué me tentáis?” (Mt
22,18).
Una vez más el Evangelista nos presenta a su
Jesús tentado. Esta vez en el Templo de la religión por la autoridad farisea.
Antes lo fue en el comienzo de su viaje a Jerusalén, en Cesarea de Felipe y por
sus propios seguidores ‘los DOCE’ (Mt 16,13-28). Y anteriormente, antes de los
inicios de su evangelización, en el desierto por Satanás, el diablo (Mt
4,1-11).
Si se contemplan despacio y se analizan con
serenidad estos relatos sobre las tentaciones de Jesús, se constatará que hay
un denominador común llamado poder en el corazón de toda propuesta tentadora:
el poder mandar del Emperador romano, el poder ostentar del Mesías judío y el
poder tener del Dinero que es el dios y mesías siempre de todo: “Ellos
le presentaron un denario y él les preguntó: ¿De quién es esta imagen y su
inscripción?” (Mt 22,19-20).
Aquella tan peculiar comisión que bien podría
llamarse del fariseísmo herodiano, o del modo como suelen abrazarse los
extremismos extremos, al escuchar la sabiduría de las palabras de aquel laico y
galileo del norte “se quedaron sorprendidos, maravillados,
boquiabiertos, asombrados y sin palabras. Se dieron media vuelta y se marcharon
por donde habían venido” (Mt 22,22). Este versículo no se nos leerá al
pueblo. ¿Por qué la sabiduría de los maestros de la liturgia vaticana nos
impiden, en el Ciclo A de Mateo, escuchar estas palabras del Evangelista?
Carmelo Bueno Heras
Domingo 47º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(18.10.2020): Hch 26,1-23.
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
“El rey Agripa dijo a Pablo: se te permite
hablar en tu descargo. Pablo extendió la mano y comenzó su defensa” (Hechos
26,1).
A partir de este momento el narrador Lucas nos
transcribe palabra por palabra el discurso de la defensa de Pablo ante el rey
Agripa y su esposa Berenice, ante el gobernador romano Festo, ante los tribunos
y las personalidades de la máxima relevancia de la ciudad de Cesarea del Mar
(Hch 26,2-23). Cada vez que me leo seguido y completo este discurso me
sorprendo más del mensaje y más interrogantes se me despiertan en mis adentros.
Y en este proceso no dejo de recordar un sabio
criterio del buen biblista de nuestros días que es Jaime Vázquez Allegue que,
al final de un excelente párrafo sobre la historia y sus interpretaciones,
escribe inteligentemente lo siguiente: “En cierto sentido, podemos
afirmar que la historia la hacemos con los acontecimientos que han sucedido y
con los que desearíamos que hubieran sucedido” (página 52 de su libro
‘Guía de la Biblia’ en Editorial Verbo Divino, 2019). Creo que nuestro Lucas
maneja diestramente ambas posibilidades.
El narrador Lucas, presumiblemente bien informado
como concienzudo investigador según nos lo anunció en el inicio de su
obra (Lc 1,1-4), escribe para sus lectores la tercera entrega del
acontecimiento que al parecer vivió el propio Pablo y que se le suele denominar
‘conversión’, acontecida en ‘el camino de Jerusalén a Damasco’. La primera
narración la encontramos en Hch 9,1-19; la segunda quedó escrita en Hch
22,1-21. Conviene hacer la lectura sinóptica de los tres relatos para constatar
tanto las evidentes coincidencias como también sus divergencias.
En la primera parte del discurso
(Hch 26,2-8), Pablo se presenta y define como ‘el buen judío’: “viví
desde hace mucho como fariseo, la secta más estricta de nuestra religión...
¿por qué os parece increíble que Dios resucite a los muertos?” (Hch
26,5). ¿Será el centro de la fe paulina?
En la segunda parte del discurso
(Hch 26,9-11), Pablo se confiesa haber sido en otros tiempos un fanático
perseguidor de aquellas gentes que se atrevieron a vivir como lo habían
aprendido de aquel judío llamado Jesús de Nazaret. Un judío perseguidor de otro
judío por asuntos del creo judío. ¿Habrá peor cuña que la de la misma madera?
¿Toda religión divide y enfrenta? Sí.
En la tercera parte del discurso
(Hch 26,12-18), Pablo cuenta la experiencia vivida en el camino de Damasco.
Nada recuerda de la caída de ninguna caballería. Nada recuerda de la estancia
en Damasco ni de la presencia de un tal ‘Ananías’. Entre la persona de Pablo y
del Señor no parece existir ninguna mediación, ningún acompañamiento. Nada ni
nadie. Tal vez, ¡sólo el narrador!
Por fin, en la cuarta parte del
discurso (Hch 26,19-23), Pablo vuelve a confesarse ‘buen judío’, tanto ahora
como en todo momento de su evangelización: “No añado nada a lo que
predijeron Moisés y los Profetas, que el Mesías tenía que padecer y resucitar” (Hch
26,23). Ni una palabra explícita sobre Jesús, su vida, judío de carne y hueso,
galileo, laico, denunciador de injusticias, liberador de enfermos, pecadores,
mujeres, gentiles, deshumanizados... ¡Ciertamente curioso!
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