Familia de leyentes
Me sienta bien escribir
esto de 'primer domingo de septiembre'.
Todo sigue su curso, como el
río, el árbol, los pájaros, la luna y el sol... Espero que en esta
internacional familia de receptores de los comentarios todo siga también
su curso. Necesitaríamos una pantalla del tipo 'modelo ministerial' para acoger
la imagen de cada una de las quinientas cincuenta y cinco personas que de
manera singularmente mágica solemos leernos esto que mis neuronas me
despertaron en su momento.
Recordaré que la primera y
principal preocupación e intencionalidad de esto es 'poner la Biblia, sobre
todo, los Evangelios' entre tus manos para que sean ellas -las manos- y ellos
-la Biblia y el Evangelio- nuestros guías acompañantes por el camino de cada
uno de nuestros días.
Cuando escribo no puedo
pensar en los 555 pares de ojos que me esperan. Cuando lees tampoco podrás
poner tus ojos en tantas personas con quienes compartes los mismos textos y su
lectura. Es imposible tener a todos en el mismo momento, pero lo que sí es
posible es ser consciente de que ni tú ni yo nos encontramos solos. Y si me
sintiera solo, quisiera comprender que la presencia de la palabra de ese libro
entre las manos llegue a ser calor de hogar, mesa y mantel, casa y camino, aire
y agua, palabra y escucha, rama y raíz, aquí y ahora... O tal vez, al menos,
esto que un poeta expresó a su manera, y tan acertada: soledad habitada.
Familia de leyentes, no
olvidamos ni las distancias ni las mascarillas y no dejamos de recordar el
valor inmenso que hemos tenido de vivir tantos años con la seguridad de
sentirnos a gusto sin estas distancias y sin estas mascarillas. Esto, casi
seguro, no lo olvidaremos nunca.
¿Por qué un virus tan mico
alcanza tanto poderío? Porque alguien se lo ha permitido conscientemente y tú y
yo se lo hemos consentido sin saberlo... A veces llego a pensar y a
pensarme que una vacuna potente contra ese virus mico es 'el acoger y
regalar perdón, siempre, a todos y gratis'.
Hasta dentro de días. A
continuación, los comentarios.
Domingo 23º del TO. Ciclo
A (06.09.2020): Mateo 18,15-20.
Tú y yo deseamos ser perdonados. Lo medito y escribo CONTIGO,
Para este primer domingo del mes de septiembre se
nos propone en la liturgia de la eucaristía la lectura del Evangelio de Mateo
18,15-20: “Si tu hermano llega a pecar”. Las palabras de
este relato, según el autor del texto, pertenecen a Jesús de Nazaret que ha
comenzado a hablar en Mateo 18,3. ¿Por qué se le oculta al pueblo el mensaje de
Mateo 18,1-14 y todo el capítulo anterior? Sin tener una Biblia entre las manos
no comprenderemos al Evangelista y su obra.
Soy aprendiz del Evangelio que es, en este caso,
el Jesús de Mateo y me avergüenzan estos silencios que nos ofrece,
¿sugiere-impone?, la liturgia de la Religión cristianocatólica de Roma.
Este Jesús del Evangelista está en camino hacia
Jerusalén. Lo sabemos al haber leído ya Mt 16,21. Y desde Mateo 17,22 Jesús de
Nazaret y sus acompañantes están en la segunda etapa de este camino. Etapa que
se ubica en la región de Galilea. Y debo recordar aquí que los acompañantes de
este Jesús son los denominados DOCE. No porque sean exactamente doce personas y
varones, sino porque son todos sus seguidores, mujeres y hombres. Y esto lo
sabemos cuando llegamos a leer y no olvidar Mateo 27,55-61.
Todo Evangelio es como todo cuerpo humano. Sus
distintos elementos, desde la masa cerebral hasta las mismas uñas de los pies,
están inter-relacionados y no se comprenden los unos sin los otros. Lo mismo
sucede con los datos del relato de este Evangelio llamado ‘de Mateo’.
Conviene tener presente este criterio ahora que
leemos un pedazo de tejido del capítulo decimoctavo de este Evangelio. Y debo
decir además, que estas palabras del Evangelio de este domingo pertenecen al
cuarto discurso que sólo este narrador pone en boca de su Jesús de Nazaret. Los
cuatro Evangelistas nos transmitieron palabras de Jesús (de Jesús o de su
propia cosecha). Sólo el Evangelista Mateo nos cuenta que Jesús dijo cinco
discursos. Precisamente cinco, como los cinco libros de la Torá o Ley de Moisés
de la religión de Israel. Precisamente.
Esta es la razón por la que conviene leernos
completo, al menos, el texto de Mt 18,1 hasta 19,1:”Cuando acabó Jesús este
discurso, partió de Galilea y fue a la región de Judea”. Este cuarto
discurso, a la vez del propio Mateo y de su Jesús, nos habla de un par de
asuntos centrales: los pequeños y los perdidos. O si se desea decir de otra
manera, los niños y los pecadores. Ellos son ‘el reino de los cielos’.
En aquella sociedad judía de Israel, de Jesús y del
siglo primero de nuestra historia tanto los niños, como las mujeres y los
pecadores eran nada. No eran personas. ¿Acaso no se recuerda lo leído y
escuchado en la multiplicación del pan en Mt 14,21: ‘sin contar mujeres y
niños’?
En el texto de Mateo 18,15-20 se
afirma de forma explícita que toda persona, hombre o mujer, es persona con
plena capacidad de perdonar. Que nadie venga a interpretar que aquí, o en
contextos semejantes, Jesús de Nazaret instituyó el sacramento del perdón de
los pecados. Este sacramento pertenece a la Tradición de la Iglesia que antes
fue así, luego fue asá y después será quién sabe cómo. ¡Deseo ser
perdonado y perdono todo a todos! (Mt 7,12).
Carmelo Bueno Heras
Domingo 41º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(06.09.2020): Hch 22,30 a 23,11
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
“¿Os está permitido azotar a un ciudadano
romano sin previa sentencia? (Hch 22,25). Esto es lo que
deseo retener del comentario del texto anterior. Este asunto es el comienzo del
viaje que desde ahora empieza a vivir este viajero Saulo/Pablo, encandilado por
‘su’ Mesías Jesús de Nazaret. En este viaje, creo sencillamente, se le perderán
todas las propiedades del mesianismo que él esperaba o en quien creía. Este
viaje será el camino de su conversión.
En Hch 22,30 encontramos las referencias más
evidentes con el proceso de ‘la pasión de Jesús’, pero el final de tal proceso
no será el mismo. ¿Desea ahora Pablo aquel ‘morir por Cristo’?: “Al día
siguiente, queriendo el tribuno poner en claro de qué acusaban a Pablo los
judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los Sumos Sacerdotes y el
Sanedrín en pleno”. Si este hombre de Tarso se hubiera quedado en
Cesarea del Mar con Felipe y sus hijas...
Y así entramos en el capítulo siguiente.
Contemplo ahora al cronista Lucas en el esplendor de su tarea. Da gusto leerse
de un tirón Hch 23,1-10. Es la tarea de un cronista presencial.
Ojalá. ¿Con qué datos de la realidad contó este narrador todo cuanto nos ha
escrito a sus lectores? Pone en boca de su Pablo palabras textuales que jamás
hubiera imaginado en la persona de Jesús de Nazaret durante el acontecimiento
de su Pasión. ¡Cuánta distancia entre el ser y el estar de aquel judío Jesús de
Nazaret y de este otro judío Saulo de Tarso. Contemporáneos.
No se debe olvidar que Pablo está ante los Sumos
Sacerdotes y el Sanedrín en pleno. El asunto que se está ventilando tiene que
ver única y especialísimamente con asuntos de la Religión judía. Teología de
escuelas. Criterios de interpretación de credos y dogmas. Realidades, al fin,
creadas a imagen y semejanza de sus creadores humanos. Me inquietan estas
palabras textuales, dice Lucas, de este judío inteligente y de Tarso: “Yo
soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los
muertos” (Hch 23,6). Releo y me quedo temblando.
En asuntos de Religión, y lo hemos comentado en
varios momentos de los tres viajes anteriores de Pablo, se suele comenzar con
la intención de dialogar, pero lo cierto es que siempre se acaba en enfrentamientos
irreconciliables y altamente peligrosos. ¿Sucedió así en la realidad de la
historia o sólo se lo imaginó este narrador?: “El altercado arreciaba y
el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición
para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel” (Hch 23,10). La
autoridad civil impide la deshumanización religiosa.
Hasta aquí lo acontecido durante un día, el día
que siguió a la experiencia de Pablo con los judíos reunidos en el Templo para
cumplimiento del voto que se traían entre manos. El cronista sigue con Pablo y
sabe que, estando en el cuartel romano, durante la noche EL SEÑOR se le
apareció y le dijo textualmente: “¡Ánimo!... tienes que dar testimonio
a favor mío en Roma”. La cita no está, intencionadamente, completa.
Debe leerla cada uno en su Biblia. Ya adelanté en un par de ocasiones en estos
comentarios que acaba de comenzar el relato de la conversión de Pablo,
precisamente, en Jerusalén. Y concluirá en Roma, precisamente en el final de
este Libro de los Hechos. Para entonces ya habrá aprendido Pablo quién fue
Jesús de Nazaret. Y se habrá olvidado, definitivamente, del Mesianismo de éste
que cree ser EL SEÑOR.
Carmelo Bueno Heras
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