Covid-19: de nada sirve sólo limar los dientes
al lobo
2020-09-02
Con referencia a la Covid-19 se ha centrado todo en el
virus y en lo que tiene que ver con él, hasta la vacuna buscada
desenfrenadamente. Todo esto tiene su valor y debe ser hecho, pero no con una
visión reduccionista, como la que prevalece. Se considera al virus en sí,
aislado, fuera de cualquier contexto. Esto no existe ni en la ciencia ni en el
nuevo paradigma, cuya afirmación esencial es que todo está relacionado con todo
y nada existe fuera de la relación, ni el coronavirus. Son poquísimos los
analistas y epidemiólogos que se refieren a la naturaleza. Y sin embargo, usando
las palabras del físico cuántico y uno de los más respetados ecologistas de
mundo, Fritjof Capra:
«La
pandemia es la respuesta biológica del planeta: el coronavirus debe ser visto
como una respuesta biológica de Gaia, nuestro planeta vivo, a la emergencia
social y ecológica que la humanidad ha creado para sí misma. La pandemia surgió
de un desequilibrio ecológico y tiene consecuencias dramáticas debido a las
desigualdades sociales y económicas; la justicia social se vuelve una cuestión
de vida o muerte durante una pandemia como la de la Covid-19; ella sólo puede
ser superada por medio de acciones colectivas y cooperativas» (FSP 12/8/2020).
Vamos
a decirlo directamente con nuestras palabras: la Covid-19 es consecuencia del
tipo de sociedad que hemos creado en los últimos siglos y que ha adquirido
hegemonía mundial bajo el nombre de sistema de producción capitalista con su
versión política, el neoliberalismo y la cultura del capital. La obsesión de
este sistema (en China lo llaman, erróneamente, «socialismo al modo chino»,
pero en realidad se trata de un capitalismo feroz y dictatorial de Estado) es
colocar el lucro por encima de todo, de la vida, de la naturaleza, de cualquier
otra consideración. Su ideal es un crecimiento ilimitado de bienes materiales en
la suposición de que existen bienes y servicios también ilimitados de la
Tierra. El Papa, en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”, a
esta suposición la llama “mentira” (nº 106): un planeta finito no puede
soportar un proyecto de crecimiento infinito.
Para
alcanzar este objetivo falso y mentiroso, este sistema avanza sobre la
naturaleza, la deforesta, contamina suelos y aires, devasta ecosistemas enteros
para expandir el agro-negocio, extraer riquezas naturales, disponer de más
proteínas animales, más granos como la soja y el maíz y aumentar así el lucro
personal o corporativo.
Esta
agresión sistemática ha recibido una represalia de la Tierra-Gaia: el
surgimiento del calentamiento global, los eventos extremos y principalmente una
gama diversificada de virus mortales. Estos virus estaban tranquilos en la
naturaleza, en un animal o en los árboles. La guerra contra la naturaleza
destruyó su hábitat. Para sobrevivir, estos virus pasaron a otros animales o
directamente a los humanos.
Ellos
están poniendo de rodillas al sistema de acumulación infinita y especialmente a
la máquina asesina que aquel creó con armas químicas, biológicas y nucleares,
que no sirven para atacar al virus. Este es mínimo, casi invisible, del tamaño
de 125 nanómetros.
En
resumen: El virus viene de la naturaleza (es discutible si viene pasando por el
murciélago, el mamífero pangolín o la rata de bambú, poco importa, todos son
seres de la naturaleza). Este es el verdadero contexto de la Covid-19: el
sistema de producción capitalista mundial y chino, del que pocos hablan, y
mucho menos las redes sociales y de televisión que siguen las 24 horas del día
el desarrollo de la tragedia humanitaria que está destruyendo miles de vidas.
Si
conseguimos una vacuna que anule sus efectos malignos y elimine el coronavirus,
¿estaremos seguros haber eliminado el virus mayor, a saber, el sistema,
productor de la devastación de la naturaleza y, en consecuencia, de la
liberación de más virus? Ésta es una cuestión central, para que no volvamos simplemente
«a lo que había antes», horrible para la gran mayoría de la población y para el
equilibrio de la Tierra.
Estamos
a punto de sobrepasar las nueve fronteras planetarias, sin las cuales la vida
no se perpetuará en el planeta. Cuatro de ellas han sido superadas: el abuso
del suelo, el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad y la
alteración del nitrógeno. Si sobrepasamos las otras (solidificación de los
océanos, cambio en el uso del agua, degradación de la capa de ozono,
calentamiento global y contaminación química), el sistema de vida se colapsará
y con él nuestra civilización.
Añado
un dato que hay que tomar muy en cuenta: el día 22 de agosto de 2020 ocurrió la
Sobrecarga de la Tierra (Earth Overshoot Day) . Esto significa que la despensa
de la Tierra donde están guardados todos los insumos renovables para la
reproducción de la vida, ha quedado vacía por este año. Tendremos menos suelos
fértiles, menos cosechas, menos climas adecuados, menos agua, menos nutrientes,
menos aire puro, más suelos con fertilizantes etc. Debido a la cultura
capitalista de «consumo sin límite», hemos consumido ya un planeta entero y un
poco más de la mitad de otro que no existe (1,6). La Tierra está como un cheque
sin fondos y todas las señales se han cerrado en rojo. Como no queremos reducir
el consumo (para muchos, suntuoso) sino hacerlo crecer aún más (consumismo),
arrancamos a la fuerza lo que la Tierra ya no tiene. La consecuencia es que más
personas se enriquecerán con la escasez, una gran parte de la población pasará
hambre, no tendrá acceso a lo mínimo de la vida. La Tierra no permanece
indiferente, siente el golpe y se defiende, enviándonos tifones, tormentas,
tsunamis y sus armas: la gama de virus letales.
La
Covid-19 es la respuesta de la Tierra viva, una señal que ella nos está dando;
por eso, esta vez, ha atacado a todo el planeta y no sólo a partes de él como
antes el ébola, el SARS y otros. Tenemos que leer la Covid-19 con una de las
últimas señales que nos envía la Madre Tierra. Ella nos dice:
«O
decides dejar de sobreexplotarme violentamente, o puedo enviaros más virus,
incluso el que más temen tus biólogos, el “grandón”, ese virus terrible e
inexpugnable frente a cualquier vacuna u otro medio; te diezmará como especie
humana. Considero tal gesto, que me hace sufrir mucho, como un justo castigo
que mereces por haber librado durante siglos, ininterrumpidamente, una guerra
contra la vida de la naturaleza y nunca haberme amado y cuidado a mí, tu Madre,
que siempre te dio en abundancia todo lo que necesitabas para vivir.
No
sirve de nada que limes los dientes al lobo, que es el sistema devastador que
habéis creado; no pierde la ferocidad de su naturaleza y continuará su obra de
muerte, lo que vosotros mismos habéis llamado antropoceno y necroceno. Tenéis
que hacer, como dijo mi enviado y profeta el Papa Francisco, “una conversión
ecológica radical”: tomar de mí lo que necesitas y no más, hacer que todos
tengan lo suficiente y decente para vivir con un mínimo de dignidad y darme
tiempo para autorregenerarme y poder continuar como Madre para alimentarte y
que sobre aún para tus descendientes.
Para
eso hay que reducir el consumo, reutilizar lo que ya se ha usado,
reciclar lo que ya no te sirve, porque puede ser útil para otra cosa, y
sobre todo reforestar todo el planeta, porque mis queridos hijos, los
árboles, son los que capturan el carbono que has lanzado a la atmósfera, y, por
la fotosíntesis, producen el oxígeno para respirar, mantienen siempre el agua
en el suelo, un bien vital, común e insustituible y no una mercancía, y
establecer entre vosotros relaciones de cooperación y no de competencia, de
empatía y no de insensibilidad, y superar las profundas desigualdades sociales
que habéis creado en el afán de acumular en pocas personas y dejar a vuestros
hermanos y hermanas pasando hambre y con todo tipo de necesidades hasta morir
antes de tiempo.
Así
vosotros y yo habremos renovado el contrato natural que rompisteis, un contrato
de cuidado mutuo y colaboración, y juntos podremos hacer una trayectoria feliz,
bajo la luz bendita del gran hijo, el Sol. Cread juicio y sabiduría, porque sin
eso engrosaréis el cortejo hacia la tumba que vosotros mismos habéis cavado
para vosotros.
Recordad
que no sólo existe el capital natural y material que habéis explotado hasta
casi agotarlo; existe principalmente el capital humano-espiritual, hecho de
amor incondicional, solidaridad, compasión y apertura a los demás sin
discriminación, y apertura a todas las cosas hasta al Infinito de los mil
nombres, Dios que creó todo con amor, que no odia a ningún ser que haya creado
y es el apasionado amante de la vida. Abríos a Él para ser más humanos,
sensibles, cuidadores de la naturaleza y de mí misma y saborearéis un mayor
significado para vuestras vidas. Haciendo esto, tendremos un destino común
bienaventurado y un mundo abierto para un futuro mejor».
O
bien escuchamos estas advertencias de la Madre Tierra y la naturaleza de la que
formamos parte, y creamos la base de una civilización centrada no en el
beneficio sino en la vida ―una biocivilización― y una ECOnomía que se alinea
con la ECOlogía o, si no, preparémonos para lo peor.
Se dice que los seres humanos aprenden de la historia que
no aprenden nada de la historia pero que aprenden todo del sufrimiento. Todos
estamos sufriendo bajo el aislamiento social y el distanciamiento de los
grupos. Que este sufrimiento no sea en vano. Que no sea el sufrimiento de un
moribundo, sino el sufrimiento del parto de una Tierra, amada y cuidada como
una Madre buena y generosa, que es de hecho la única Casa Común que tenemos, en
la que todos pueden y deben caber, la naturaleza incluida.
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