martes, 15 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

 PARTE TERCERA

FELICIDAD ESPIRITUAL.



Capítulo XLVII
DEBE SOPORTARSE TODO
 PESAR POR LA VIDA ETERNA.


Jesucristo:
1. Hijo, no te vayan a quebrantar los trabajos que asumiste por Mí, ni te derriben del todo las dificultades sino que en toda ocasión te robustezcan y consuelen mis promesas. Yo soy suficiente para recompensarte más allá de toda forma y medida. No trabajarás aquí mucho tiempo ni siempre estarás sujeto a los dolores. Espera un poquito y verás que pronto se acaban los males. Llegará el momento cuando cesará todo trabajo e inquietud. Poco y breve es todo lo que pasa con el tiempo.

2. Haz lo que debas hacer, labora con fidelidad en mi viña. Yo seré tu premio. Escribe, lee, canta, sufre, cállate, reza, soporta valerosamente las adversidades; la vida eterna es digna de esta y mayores peleas. Llegará la paz un día que el Señor lo sabe, un día sin noche, no como los demás días, sino con luz permanente, claridad sin límite, paz firme y descanso seguro. No dirás entonces: ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Rm 7,24), ni exclamarás: ¡Pobre de mí, porque mi destierro se prolonga! (Sal 120,5) porque la muerte quedará destruida, la salud será completa, nula la ansiedad, santa la alegría y la sociedad dulce y hermosa.

3. Si vieses las coronas de los santos en el cielo, y cómo gozan ahora los que antes fueron despreciados en este mundo y se pensaba que eran indignos de vivir, de inmediato te humillarías hasta el suelo y preferirías estar sometido a todos antes que mandar a uno solo; no desearías los días felices de esta vida sino más bien te alegrarías de sufrir por Dios y considerarías la mayor ganancia ser tenido en nada por los hombres.

4. Si apreciaras estas cosas y las hicieras penetrar en lo profundo de tu corazón, ¿cómo te atreverías a quejarte ni siquiera una sola vez?. ¿Acaso no debe soportarse hasta lo más difícil por la vida eterna?. No es de poca importancia lo que pueda ganar o perder el Reino de Dios. Levanta tu mirada hacia el Cielo; mírame a Mí y a todos los santos que están conmigo quienes en éste mundo tuvieron grandes combates. Ahora gozan, ahora están satisfechos ahora están seguros, ahora descansan y permanecen conmigo en el Reino de mi Padre para siempre.


Capítulo XLVIII
LA ETERNIDAD Y LAS
 DIFICULTADES DE LA VIDA.


Discípulo:
1. ¡Feliz residencia en la Ciudad del Cielo!. ¡Día luminoso de la eternidad que la noche no oscurece sino que siempre brilla con la suprema Verdad; día siempre alegre, siempre seguro que jamás cambia!. ¡Ojalá amaneciera pronto ese día y empezara el fin de estos tiempos!. Alumbra a los santos con su espléndida claridad permanente, pero sólo a lo lejos y como señal a los que peregrinan en la Tierra.

2. Saben bien los habitantes del Cielo qué feliz es ese día; sufren los desterrados hijos de Eva al constatar la amargura y tedio del presente. Los días de este tiempo son pocos y malos llenos de dolores y angustias, en los que el hombre se mancha con muchos pecados, se enreda en muchas pasiones se angustia por muchos temores, se llena de preocupaciones, se distrae con muchas curiosidades, se implica en muchas frivolidades, se envuelve mucho en desaciertos, se desgasta en muchos trabajos, está acosado por las tentaciones, debilitado por los placeres y atormentado por la indigencia.

3. ¿Cuándo se acabarán todos estos males?. ¿Cuándo me libraré de la miserable esclavitud de los vicios?. ¿Cuándo me acordaré, Señor, sólo de Ti?. ¿Cuándo me alegraré íntegramente en Ti?. ¿Cuándo estaré sin ningún impedimento, en verdadera libertad, sin la menor molestia de alma y cuerpo?. ¿Cuándo habrá paz estable, paz imperturbable y segura paz por dentro y por fuera, paz del todo firme?. Buen Jesús: ¿Cuándo estaré listo para verte?. ¿Cuándo contemplaré el esplendor de tu Reino?. ¿Cuándo serás para mí Todo en todas las cosas?. ¿Cuándo estaré contigo en tu Reino que desde toda la eternidad preparaste para tus elegidos?. Me he quedado acá, pobre y abandonado, en tierra hostil, donde hay pena cotidiana y máximos infortunios.

4. Consuela mi exilio, mitiga mi dolor, porque a Ti te anhela todo mi deseo. Porque es un peso para mí todo lo que este mundo ofrece para la satisfacción. Deseo gozar íntimamente de Ti pero no logro conseguirlo. Quiero adherirme a las cosas celestiales pero me abaten las cosas pasajeras y las pasiones descontroladas. Procuro elevarme con la mente sobre las cosas creadas pero la naturaleza me obliga a estar debajo de ellas. Así yo, hombre infeliz, peleo conmigo mismo y me hago pesado a mí mismo porque el espíritu busca lo de arriba y la naturaleza lo de abajo. ¡Cuánto sufro internamente, cuando mi mente medita las cosas del cielo y se me presenta de improviso una turba de pensamientos lujuriosos!.

5. ¡Dios mío no te apartes de mí ni te desvíes con ira de tu servidor!. Haz fulgurar tu caridad y desvanece las tinieblas, envía tus dardos para que se confundan todas las asechanzas de los enemigos. Recoge todas mis facultades en Ti, hazme olvidar todo lo mundano, concédeme desechar y despreciar hasta la apariencia de los vicios. Ayúdame, Verdad eterna y que ninguna vanidad me conmueva. Ven, Suavidad celestial y que huya en tu presencia toda impureza. Perdóname también y considérame misericordiosamente cada vez que pienso en la oración algo fuera de Ti, ya que confieso sinceramente que acostumbro a estar muy distraído. Porque con frecuencia no estoy donde me encuentro físicamente, sino más bien estoy donde me llevan mis pensamientos. Allí estoy, donde está mi pensamiento, allí está más frecuentemente mi pensamiento donde está lo que amo. Pronto me sobreviene lo que naturalmente deleita o agrada por costumbre.

6. Por eso Tú, que eres la Verdad, dijiste claramente: Donde está tu tesoro allí está tu corazón (Mt 6,21). Si amo al Cielo, con gusto pienso en lo de arriba. Si amo al mundo, me alegro de sus éxitos y me entristezco de sus adversidades. Si amo la lujuria con frecuencia tengo pensamientos lujuriosos porque de todo lo que amo hablo y escucho con gusto y llevo conmigo a mi casa su imagen. Pero feliz la persona que por Ti Señor, permite a las criaturas apartarse de ella, que domina su naturaleza, crucifica sus bajas tendencias con el fervor del espíritu para ofrecerte una oración pura con la conciencia serena y ser digna de integrar el coro de los ángeles, excluidas interna y externamente todas las cosas creadas.

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