lunes, 21 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL
.


Capítulo LIX
TODA ESPERANZA Y
 CONFIANZA SE DEBE PONER SÓLO EN DIOS.


Discípulo:
1. Señor, ¿cuál es mi confianza que tengo en esta vida?; o ¿cuál es mi mayor satisfacción de todas las que aparecen bajo el cielo?. ¿Acaso no eres Tú, Señor y Dios mío, cuya misericordia no tiene fin?. Donde estás Tú, allí está el Cielo. Prefiero ser pobre por Ti que rico sin Ti. Elijo peregrinar contigo por la tierra que sin Ti poseer el Cielo. Donde estás Tú, allí está el cielo y allí está la muerte y el infierno donde Tú no estás. Tú eres mi deseo y por eso no cesaré de gemir, clamar y rogar por Ti. En nadie finalmente puedo confiar del todo para que me auxilie en las necesidades oportunamente sino en Ti solo, Dios mío. Tú eres mi esperanza, Tú eres mi confianza, Tú eres mi consuelo siempre fiel en todo.

2. Todos buscan su interés (Flp 2,21). Tú únicamente pretendes mi salvación y mi provecho, y todas las cosas las conviertes en bien para mí. Y aunque me expongas a diversas tentaciones y adversidades todo lo diriges a mi utilidad porque acostumbras a probar de mil maneras a tus escogidos. En esta prueba no debes ser menos querido y alabado que si me llenaras de consolaciones celestiales.

3. En Ti, pues, Dios mío, pongo toda mi esperanza y mi protección; en Ti dejo toda mi tribulación y angustia, porque encuentro débil e inestable todo lo que miro fuera de Ti. Porque no me servirán muchos amigos, ni podrán ayudarme defensores poderosos, ni prudentes consejeros me darán respuestas convenientes, ni me consolarán los libros de los maestros, ni me librará alguna valiosa fórmula, ni me protegerá algún lugar secreto y agradable, si Tú mismo no me asistes, ayudas, reconfortas, consuelas, instruyes y defiendes.

4. Todas las cosas que parecen conducir a la paz y a la felicidad, si Tú faltas, nada son, y de verdad ninguna felicidad producen. Por tanto, el fin de todos los bienes, el objetivo de la vida y la profundidad del conocimiento eres Tú y esperar en Ti sobre todas las cosas es el segurísimo descanso de tus servidores. A Ti se dirige mi mirada, en Ti confío, Dios mío, Padre de las misericordias. Bendíceme y santifícame con la bendición del Cielo para que yo sea tu santa habitación y el trono de tu gloria, y para que no se encuentre en este templo tuyo nada que ofenda los ojos de tu Majestad. Conforme con la magnitud de tu bondad y la abundancia de tus misericordias, mírame, y escucha la oración de tu pobre servidor desterrado lejos en la región oscura de la muerte. Protégeme y consérvame entre tantos peligros de ésta vida que se acaba y acompañado con tu gracia dirígeme por el camino de la Paz a la patria de la Eterna Claridad. Amén.


No hay comentarios:

Publicar un comentario