domingo, 13 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL.




Capítulo XLV
NO DEBE CREERSE A TODOS
 PUES CON FACILIDAD SE FALLA EN LAS PALABRAS.


Discípulo:
1. ¡Ayúdame, Señor, en la dificultad porque es nula la ayuda de los hombres!. ¡Con qué frecuencia no encontré fidelidad donde supuse que había!. Porque es inconsistente la esperanza en los hombres ya que la salvación de los santos está sólo en Ti Dios mío. Te bendigo, Señor Dios mío en todo lo que nos acontece. Somos débiles e inestables pronto nos engañamos y cambiamos.

2. ¿Quién hay que con cautela y circunspección pueda cuidarse en todo sin llegar a caer alguna vez en algún engaño o desconcierto?. Pero quien confía en Ti, Señor, y te busca con sinceridad de corazón no caerá tan fácilmente. Y si cayera en alguna tribulación de cualquier modo que estuviera implicado en ella, pronto sería liberado o consolado por Ti, porque Tú no abandonas a quienes confían en Ti hasta el fin. Raro es el amigo fiel que persevera en todas las dificultades del amigo. Tú solo Señor, Tú solo eres fidelísimo en todo y fuera de Ti no hay nadie igual.

3. ¡Qué bien lo sabía el santo que dijo: Mi alma está asegurada y cimentada en Cristo!. Si yo fuera así, no me angustiaría tanto el temor natural ni me chocarían las palabras ofensivas. ¿Quién puede preverlo todo?. ¿Quién es capaz de precaver los males posibles?. Si lo que hemos previsto nos daña muchas veces, ¿qué hará lo imprevisto sino dañarnos seriamente?. Pero ¿por qué no me preparé mejor?. ¿Por qué les creí a otros tan fácilmente?. En fin, somos humanos, igual de débiles que los demás aunque muchos nos digan y consideren como ángeles. ¿A quién creeré, Señor?. ¿A quién, sino a Ti?. Eres la Verdad que no engaña ni puede engañar. Al contrario, todo hombre es mentiroso, débil, inestable y se cae, sobre todo cuando habla, de modo que no se debe aceptar de inmediato lo que parece a primera vista. ¡Qué acertadamente nos recomendaste cuidarnos de las personas porque los enemigos del hombre son sus propios allegados, ni debe creerse si alguien dice: Cristo está aquí, o está allí!. He aprendido con mi propio daño, y ojalá que me sirva para mayor cautela y no descuido. Ten cuidado, me dice alguien, ten cuidado mantén en secreto lo que te digo. Y mientras yo me callo, y creo que está oculto él no pudo guardar el secreto sino que de inmediato me descubrió a mí y a él, y se fue. Protégeme Señor de estas falsedades y de la indiscreción de las personas para que no caiga en sus manos ni cometa semejantes desatinos. Palabras verdaderas y firmes pon en mis labios y desvía lejos de mí las lenguas maliciosas.

4. ¡Qué bueno y pacífico es no hablar de los demás ni creerlo todo fácilmente, ni hablar después irreflexivamente, revelar pocas cosas de sí mismo, buscarte siempre a Ti que miras el corazón, no dejarse llevar por cualquier viento de palabras, para que todas las cosas, internas y externas, se realicen plenamente según tu voluntad!. ¡Qué seguro para conservar la gracia divina es huir de las apariencias y no desear lo que externamente causa admiración sino seguir con el mayor cuidado lo que promueve y favorece la corrección de la vida!. ¡A cuántos ha hecho daño la virtud descubierta y alabada antes de tiempo!. ¡Qué provechoso fue siempre mantener en secreto la gracia durante esta vida llena de tentaciones y lucha!.


Capítulo XLVI
CONFIEMOS EN DIOS
 CUANDO NOS OFENDAN DE PALABRA.


Jesucristo:
1. Hijo, manténte firme y confía en Mí. ¿Qué son las palabras sino palabras?. Vuelan por el aire pero no rajan una piedra. Si eres culpable piensa que con gusto quieres corregirte. Si nada malo hay en ti piensa que con gusto quieres soportarlo por Dios. Es poca cosa que soportes alguna vez palabras ofensivas ya que todavía no tienes capacidad para soportar grandes golpes. ¿Por qué será que tan pequeños asuntos te lleguen al corazón, sino porque todavía no te has superado y prestas a las personas más atención de la que conviene?. Porque temes que te desprecien no quieres que te reprendan por tus errores y buscas la sombra de las excusas.

2. Pero mírate mejor y reconocerás que todavía vive en ti la mentalidad mundana y el deseo inconsistente de quedar bien con los demás. Porque al huir de ser abatido y menospreciado por tus defectos se manifiesta que ni eres verdaderamente humilde ni está en realidad muerto el mundo y crucificado para ti. Pero atiende a mis palabras y no te preocuparán diez mil palabras humanas. Mira: si dijeran contra ti todo lo que muy maliciosamente pudieran inventar ¿qué daño te causaría si lo dejas pasar y no lo consideras más que una brizna?. ¿Acaso te puede arrancar un solo cabello?.

3. El que no está dentro de su corazón ni me tiene a Mí ante sus ojos fácilmente se conmueve por las palabras hirientes. En cambio el que confía en mí y no sigue su propio parecer vivirá sin temores. Yo, pues, soy juez y el conocedor de todos los secretos. Yo sé bien como son las cosas. Yo conozco al que ofende y también al que soporta. De mí salen esas palabras, yo permito que esto suceda para que se revelen los pensamientos de muchos corazones. Yo juzgo al culpable y al inocente pero quise probar antes a ambos con oculto juicio.

4. Los testimonios humanos con frecuencia son falsos mi juicio es veraz, consistente e invariable; muchas veces está escondido y no es evidente a todos pero nunca yerra ni puede errar aunque a los ojos de los necios no parezca correcto. A Mí, pues, hay que recurrir en todo juicio y no confiar en el propio criterio. Porque el santo no sufrirá turbación por lo que le ocurra de parte de Dios. Y no se preocupará mayormente incluso cuando se diga algo injusto contra él. Ni tampoco se engreirá si es defendido por otros con razón. Porque reconoce que yo soy el examinador de lo más íntimo, que no juzgo según la cara o la apariencia humana. Muchas veces es culpable ante mis ojos el que según el juicio humano se considera ejemplar.

Discípulo:
5. Señor, Dios mío, Juez justo enérgico y paciente que has conocido la fragilidad y la perversidad humana, sé Tú mi fortaleza y toda mi confianza porque no me basta mi sola conciencia. Tú sabías lo que yo ignoraba y por eso debo aceptar toda represión y conformarme. Perdóname también piadosamente todas las veces que no lo hice así y otórgame mayor gracia de resistencia para otra vez. Mejor es pues para mí tu abundante misericordia para obtener el perdón que mi pretendida justicia para defender lo que tengo oculto en la conciencia. Porque aunque ella de nada me acuse no por eso me puedo considerar santo porque sin tu misericordia no será justificado en tu presencia ningún ser vivo.

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