A imagen y semejanza del
sin-pecado
Después de cuatro meses sin
'r' (mayo, junio, julio y agosto) nos hemos presentado de nuevo en un mes con
'r' (septiembre). Ahí estamos ya y
seguiremos, mes tras mes, hasta el próximo mayo de 2021.
Alguien me cuenta que para
ese nuevo mes de mayo estaremos aún pendientes del 'virus de la corona'. Pero
sé también que la capacidad del ser humano es increíble, a veces más increíble
que nunca.
Digo esto porque pienso en ti
y también en mí. Eres capaz de esperar. Estamos preparados para ir despacio y
llegar lejos. Vamos aprendiendo a dejar de 'estrechar lazos' para irnos
concienciando de que la distancia es buena, saludable mejor.
Nos vamos acostumbrando a
vernos menos por los asuntos de las mascarillas y el tele-trabajo,
tele-descanso, tele-asistencia, tele-compras, tele-encuentros,
tele-viajes...
Muchos se resisten aún a la
tele-comunión por seguir pensando que la 'presencia real' es presencia o no hay
tal. La tele-presencia es coyuntural, laical si se quiere, pero no es
real, ni sacramental, que quede bien claro. Así que nada de tele-comunión.
Comunión presencia y punto, como la de toda la vida. Esta es la mentalidad del
'erre que erre', del sí o sí, del... Sin embargo, dice el Jesús de Mateo:
Oísteis que se dijo... Yo en cambio os digo...
Que no deseo alargarme,
porque en tiempo de meses con 'r' es peligroso exponerse demasiado al sol. He
dicho todo lo anterior porque los tiempos nos lo están pidiendo.
Creo que estos mismos, o muy
semejantes tiempos, fueron los tiempos de Jesús. Y este hombre tan de carne y
hueso como nosotros aprendió a dar de lado a una de las tradiciones más
inamovibles del credo y de la práctica de la RELIGIÓN JUDÍA, y sobre todo,
de esta religión comprendida desde la óptica de los fariseos. Quicio, centro,
culmen, alma-corazón-y-vida de este judaísmo fariseo era la realidad del
pecado, la fuerza del pecado, el perdón del pecado. Sin la piedra angular del
pecado -tergiversación de cualquier precepto de la LEY del DIOS DE MOISES- la
religión del Israel de David y de Jesús se desmoronaba como un castillo de
naipes y quedaba reducida al polvo de las cenizas de un incendio
incontenible en su voracidad. Sin-pecado no hay religión posible, ni
judía, ni farisea, ni católica, ni azteca, ni faraónica, ni de sangoooooogle...
Precisamente por todo esto,
el Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo vino a ser suprimidor del
tal-pecado. Tan sencillo como esto. No hay tal pecado. Y parece que esto se
comprende bien cuando se usa correctamente una elemental calculadora
digital. Pero esto ya lo explico en el correspondiente comentario.
Tendría que hablar otro tanto
o más de la salida de Saúl-Pablo de Jerusalén para comenzar su camino de
conversión y llegar a Roma y constatar esa conversión y quedarse tan solo en
ser Pablo, el débil, el pequeño, el servidor de los de abajo como Jesús de
Nazaret que nunca fue el MESIAS de TODO PODER. Esto, también para el
comentario.
Comentarios de Mateo y de
Hechos que pueden leerse a continuación.
Domingo 24º del TO. Ciclo
A (13.09.2020): Mateo 18,21-35.
Perdonar todo y a todos, siempre. Lo escribo CONTIGO,
Seguimos la lectura del cuarto discurso que pone
el Evangelista en boca de su Jesús de Nazaret. El texto de Mateo
18,21-35 comienza con una pregunta, de la misma manera que la primera
parte del discurso había comenzado también con otra pregunta de los discípulos
(Mt 18,1-29). Ahora es Pedro el que interroga a Jesús en presencia de cuantos
recorren juntos la segunda etapa del camino iniciado en Cesarea de Filipo (Mt
16,13) y que acabará en Jerusalén.
Como buen narrador que es Mateo, muy
intencionadamente piensa en Pedro, el seguidor explícitamente reprochado por
Jesús por atreverse a ser ‘un satanás’. Como todo ‘buen judío’, Pedro conoce
bien el funcionamiento de los credos y tradiciones de su Religión judía. Y sabe
bien que todo rompimiento de una ley es un pecado Y sabe también que todo
pecado sólo se perdona por medio de la ofrenda de un sacrificio que debe
ofrecer un sacerdote en el templo de Jerusalén. La Ley de Moisés ordena tanto
las leyes como los pecados por su desobediencia y sus correspondientes
perdones. Aquí se asienta uno de los poderes económicos del Templo.
Cuando leo despacio este relato de Mateo, mis
neuronas no dejan de interrogarse o imaginar cuántas veces y de qué manera
debió de hablar aquel Jesús de Nazaret del perdón de los pecados para que a
Pedro se le despertase la curiosidad de preguntar: “¿Cuántas veces
tengo que perdonar...? ¿Es suficiente con siete?” (18,21). Tampoco
olvido como lector curioso que este asunto de perdonar pecados lo aprendió
Jesús de Nazaret de un tal Juan el bautizador.
Perdona siempre. Perdona todo. Perdona a todos.
¿No es esto lo que deseas que los demás hagan contigo? Mis neuronas críticas me
repiten Mateo 7,12. Síntesis del primer discurso de este Jesús de Nazaret del
Evangelista. Perdona todo a todos siempre... ¡y gratis! ¿Imposible?
La respuesta de este Jesús del Evangelista
a la primera de las preguntas fue una parábola que nunca se lee en la liturgia
dominical del año de Mateo, el Ciclo A; la oveja del buen pastor. Y la
respuesta a la segunda pregunta, la de Pedro, la encontramos en una parábola sorprendente.
Creo que en la homilía de este día se debe
activar el móvil y su aplicación llamada ‘calculadora’ y comenzar a teclear. Si
esto no se hace, es muy probable que las explicaciones de la parábola sean muy,
muy, muy, muy... distintas, distantes y muy válidas. Pero cuando hacemos
números, tal vez más de uno se lleve las manos a la cabeza y grite: ¡Imposible!
¡Intragable! No puede ser.
Creo que esta es la clave: un denario
era, en los días de Jesús, la paga por un día de trabajo. Puede leerse
explícitamente en Mt 20,1-16; el valor de un talento equivalía a seis mil
denarios. Y aquí comienza el ejercicio de la calculadora, sin olvidar qué
dinero ganas tú y yo en un año.
Diez mil talentos habrá que multiplicarlos por
seis mil denarios. El total serán los días de trabajo. Calculen, calculemos...
Sesenta millones de días de trabajo, que si los divido entre trescientos
sesenta y cinco me vienen a salir algo más de ciento sesenta y cuatro mil años
de vida y de trabajo. ¿Monstruosa e impensable la gratuidad de quien se atrevió
a cancelar una deuda así? Tal vez me equivoqué en las matemáticas. Perdono
siempre todo a todos. ¡Gratis!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 42º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(13.09.2020): Hch 23,12-35
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Pablo está ya encarcelado en Jerusalén. Sin
contacto alguno ni con los Doce ni con ninguna otra gente perteneciente al
‘nuevo camino’. Según Lucas, ¿le acompaña la visión del Señor Jesús y sus
deseos de llegar a Roma? El dejar de ser ‘Saulo, el fuerte’ para llegar a
convertirse en ‘Pablo, el débil’ es un proceso largo, toda una conversión. Será
su propio camino.
Después de los tres primeros pasos de este
proceso, en el texto de Hch 23,12-35 nos informa el cronista
Lucas cómo fue la salida de este judío de Tarso de aquella Jerusalén del siglo
primero todavía no destruida. Vuelvo a preguntarme si todo sucedió tal
cual en la realidad o sólo en las entrañas narrativas del creyente y teólogo
Lucas, el del toro.
El relato de los siguientes pasos del proceso de
la conversión de Saulo en Pablo continúa en el día siguiente de esta
manera: “Muy de madrugada mantuvieron los judíos un conciliábulo y
juraron no comer ni beber hasta que mataran a Pablo” (Hch
23,12). Estos judíos eran más de cuarenta personas. La tragedia está servida.
Pablo puede morir, aquí y ahora, ‘en nombre de su Jesús-Cristo. Pero no será
así. En Hch 23,23 certifica Lucas su ingente escolta de seguridad.
Me leo varias veces la primera parte de esta
crónica del narrador Lucas en Hch 23,12-22. De mi mente no se
aparta la imagen de aquel Daniel, profeta y sabio, que siendo niño se atrevió a
denunciar las injusticias contra la inocencia de Susana. Este niño aquí será el
propio sobrino de Pablo. Y así llegamos a saber que este Pablo tenía aún una
hermana, ¿ciudadana de Jerusalén? Junto a este niño-sobrino de Pablo están
también el tribuno de Roma y su centurión. Ambos deciden sacar de
Jerusalén al ciudadano romano Pablo de manera clandestina.
Y lo consiguen, según nuestro investigador Lucas
conoce y nos lo cuenta. Así en Hch 23,23-35 llego a saber que
Pablo abandonará, arrestado, encadenado y custodiado, la ciudad de Jerusalén
para siempre y llegará a la gran ciudad romana de Cesarea del Mar, detenido y
encarcelado en el llamado pretorio de Herodes.
Podría decirse que la diplomacia romana protege
al judío Pablo de las intrigas homicidas de las autoridades judías. ¡Qué
diferente es este proceso de actuación de Roma con Pablo como el que se
tuvo hace unas décadas con Jesús de Nazaret! Pero sin duda, la diferencia más
significativa es la manera de proceder de este Pablo en relación con el actuar
de Jesús.
Un tribuno romano en Jerusalén, el centurión
Claudio Lisias y el gobernador de Cesarea del Mar parecen estar unidos
por una misma convicción: No se puede ser ciego, sordo o manco ante las
alteraciones de la convivencia entre las personas por causas únicamente
religiosas.
Detengo aquí mi lectura del relato de los sucesos
que han hecho posible que Saulo-Pablo esté ya fuera de Jerusalén. ¡Qué bien se
lo habían anticipado a este hombre y qué enceguecido contemplamos a este Pablo
en su viaje último hacia Roma! Ante todo, Pablo se afirma como ciudadano
romano; anuncia, en cuanto tiene oportunidad, la noticia de un nuevo camino;
acepta ‘parecer ser un cumplidor de la Ley’ y sigue ignorando al ser humano
‘Jesús de Nazaret’.
Carmelo Bueno Heras
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