sábado, 5 de septiembre de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL.


Capítulo XXV
FIRME PAZ DEL CORAZÓN
 Y VERDADERO PROGRESO.


Jesucristo:
1. Hijo, yo he dicho: Mi paz les dejo, mi paz les doy; se la doy, no como la da el mundo (Jn 14,27). Todos desean la paz pero no todos se preocupan de lo que concierne a la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y sosegados de corazón. Tú paz estará en la mucha paciencia. Si me escuchas y sigues mi voz, podrás disfrutar de mucha paz.

Discípulo:
2. ¿Qué haré pues?.

Jesucristo:
Atiende en todo a ti mismo, qué haces, qué dices y dirige toda tu intención a mi exclusivo beneplácito, y nada desees o busques fuera de Mí, no juzgues temerariamente los dichos o hechos ajenos ni te impliques en asuntos que no te hayan encomendado, con esto podrá ser poco o rara vez te desconciertes. Porque jamás sentir alguna confusión, o no sufrir molestia interna o externamente corresponde al estado de eterna quietud , no a esta vida. No vayas a considerar que encontraste la verdadera paz si no sientes alguna pesadumbre ni que todo está bien cuando tus adversarios no te causan molestias ni que todo es perfecto si todo se realiza conforme con tu voluntad. Ni te creas más grande que otro o estimes que eres especialmente elegido si sientes una gran devoción o dulzura, porque en estas cosas no se reconoce al verdadero amante del bien ni consiste en ellas el provecho y la perfección de las personas.

Discípulo:
3. ¿Entonces en qué, Señor?.

Jesucristo:
En ofrecerte de todo corazón a la voluntad de Dios, no buscando tu interés, ni poco ni mucho, ni en el tiempo ni en la eternidad, de manera que con la misma actitud permanezcas agradecido en lo próspero y en lo adverso pesándolo todo con la misma balanza. Si fueras tan firme y constante en la esperanza que incluso al quitársete la consolación interior, prepares tu corazón a soportar más todavía y no te justifiques como si no debieras padecer tanto, sino que consideres mi acierto y me alabes por Santo en todo lo que disponga entonces caminarás por la auténtica y recta vía de la paz y podrás tener esperanza cierta de ver con alegría nuevamente mi rostro. Si llegas al total rechazo de tu egoísmo sabrás entonces que gozarás de paz abundante según las posibilidades de tu destierro.


Capítulo XXVI
LA MENTE SE SUPERA MÁS
 CON LA ORACIÓN QUE CON LECTURAS.


Discípulo:
1. Señor, es actitud propia de la persona perfecta no relajar nunca el ánimo en su dirección al Cielo y entre muchas preocupaciones pasar sin preocupación no como un tonto sino por el privilegio de una mente liberada que no se adhiere malamente a nada creado.

2. Te ruego, piadosísimo Dios mío, que me preserves de la preocupaciones de esta vida, para que no me comprometa demasiado en ellas; para que no dominen mi voluntad las diversas necesidades naturales para que no quede dividido por todos los obstáculos y molestias en mi espíritu. No me refiero a las cosas que con tanto afecto ambiciona la vanidad sino a todas esas miserias propias de la condición humana que penosamente oprimen y retardan a tu servidor para impedir que obtenga, cuantas veces quiere, la libertad de espíritu.

3. Dios mío, bondad inefable, conviérteme en amargura todo placer inconveniente que me separa del eterno amor engañándome con la vista de algún bien inmediato. No me vaya vencer, Dios mío, la naturaleza; no me engañe el mundo y su gloria breve; no me derribe el demonio y su astucia. Dame fuerza para resistir, paciencia para tolerar, constancia para perseverar. Dame, en vez de todas las satisfacciones del mundo, la suavísima unción de tu Espíritu y en vez del amor deshonesto infúndeme el amor de tu Nombre. Porque las preocupaciones por el alimento, la bebida, la ropa y lo demás que se requiere para el sustento del cuerpo resultan pesadas para el Espíritu fervoroso. Concédeme que use con moderación de todo lo necesario y que no me ocupe de eso con exagerado interés. No es lícito abandonarlo todo porque las necesidades naturales deben ser satisfechas. Pero la ley santa prohibe buscar lo superfluo o lo excesivamente agradable, porque de otro modo la naturaleza se rebelaría contra el espíritu. En medio de estas cosas, ruego que tu mano me gobierne y enseñe para que en nada exceda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario