EL SACRAMENTO EUCARÍSTICO.
Capítulo
XII: GRAN CUIDADO EN PREPARARSE A LA COMUNIÓN DE CRISTO.
Jesucristo:
1. Yo soy amante de la pureza y quien otorga toda santidad. Yo busco el corazón puro y ese es el lugar de mi descanso. Prepárame una sala grande, bien amoblada y celebraré la Pascua contigo y mis discípulos (ver Lc 22,12). Si deseas que venga a ti y permanezca contigo libérate del fermento antiguo y limpia la habitación de tu corazón. Excluye todo el mundo y el tumulto de tus vicios manténte como una ave solitaria en el tejado y piensa en tus despropósitos con amargura en el alma (Sal 102,8; Is 38,15). Todo verdadero amante prepara un lugar óptimo y hermosísimo a su escogido amado porque en esto se reconoce el afecto de quien recibe a su amado.
2. Acepta sin embargo, que no puedes alcanzar esta preparación en mérito a tus acciones aunque te prepares durante un año entero y nada más tengas en mente. Pero sólo por mi piedad y gracia se te permite llegar a mi mesa como si un rico invitara a un mendigo a comer y él no tuviera otra cosa para pagar a sus beneficios que reconocer lo que es y agradecerlo. Haz lo que esté de tu parte, y hazlo cuidadosamente, no por costumbre ni por imposición; sino con respeto, reverencia y afecto recibe el Cuerpo de tu querido Señor Dios que se digna venir a ti. Yo soy quien llamé, Yo dispuse que así fuera, Yo supliré lo que te falta: ven y recíbeme.
3. Cuando te concedo el afecto de la devoción, agradece a tu Dios no porque te lo mereces sino porque tengo misericordia de ti. Si no tienes devoción y sientes gran aridez insiste en orar, gime, toca la puerta, no desistas hasta que logres recibir una pizca o gota de Gracia salvadora. Tú me necesitas, Yo no tengo necesidad de ti; Tú no vienes a santificarme sino que Yo vengo a santificarte y mejorarte. Tú vienes para ser santificado por Mí, uniéndote Conmigo para recibir nueva gracia y que de nuevo te animes a enmendarte. No vayas a despreciar estas gracias, más bien prepara con toda diligencia tu corazón y recibe dentro de ti a tu Amado.
4. Conviene, sin embargo, que no solamente te prepares a la devoción antes de la Comunión sino que te conserves con cuidado en ella luego de recibir el sacramento. No se exige después menor cuidado que anteriormente la devota preparación. Porque el buen cuidado que después se tiene es óptima preparación para conseguir mayores gracias. Al contrario, se indispone para ellas el que se entrega con exceso a las complacencias exteriores tan pronto como ha recibido la Comunión. Evita hablar demasiado, permanece en secreto y goza íntimamente de tu Dios. Tienes contigo a quien todo el mundo no puede quitarte. A mí debes entregarte totalmente, de manera que de ahora en adelante ya no vivas en ti sino en Mí, libre de otros cuidados.
Capítulo
XIII: PROFUNDO INTERÉS POR UNIRSE A CRISTO EN EL SACRAMENTO
Discípulo:
1. ¿Cómo lograré, Señor, encontrarte a Ti solo y abrirte a Ti mi corazón y gozar de Ti, como deseo íntimamente, para que ya nadie me desprecie ni nada creado me altere o atraiga sino que solamente Tú me hables, y yo a Ti como acostumbran conversar los amantes o se comunican los amigos entre sí?. Lo que yo pido, lo que deseo, es unirme contigo íntegramente, apartar mi corazón de todo lo creado y aprender a apreciar lo Eterno principalmente por la Sagrada Comunión y la frecuente celebración de tu Santa Cena. ¡Dios mío! ¿cuándo estaré todo unido a Ti, sumergido en Ti y olvidado totalmente de mi?. Tú en mí y yo en Ti: permite que así permanezcamos siempre unidos.
2. Verdaderamente, Tú eres mi Amado, escogido entre todos con quien me alegro de estar todos los días de mi vida. Verdaderamente, Tú eres Pacificador en quien reside la máxima paz y la auténtica tranquilidad; sin Ti, hay angustia, dolor e infinita miseria. Verdaderamente, Tú eres el Dios Escondido (Is 45,15) y no te juntas con los faltos de piedad sino que te comunicas con los humildes y sencillos. ¡Que bondadoso, Señor, es tu Espíritu que para demostrar tu dulzura con tus hijos quisiste alimentarlos con el Pan tan suave que desciende del cielo. Verdaderamente, no existe nación tan grande que tenga su Dios tan cerca de ella como Tú, Señor Dios, estás presente a todos tus fieles a quienes te engregas como alimento y gozo para diaria satisfacción y que dirijan su corazón al Cielo.
3. ¿Dónde existe un pueblo así como el pueblo cristiano?. O ¿qué persona del mundo tan querida como la persona de fe a la que viene el mismo Dios para que se nutra con su Cuerpo viviente?. ¡Gracia inexplicable!. ¡Condescendencia admirable!. ¡Amor inmenso exclusivamente reservado para los hijos de Dios!. Pero ¿cómo retribuiré al Señor por este favor, por este amor tan excelente?. No existe mejor manera de agradecerlo que entregarme de todo corazón a mi Dios y unirme íntimamente con Él. Cuando me haya unido perfectamente con Dios, entonces se alegrará todo mi ser. Entonces Él me dirá: si quieres estar conmigo Yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor, permanecer conmigo. Yo deseo con gusto estar contigo. Este es mi único anhelo; que mi corazón se una a Ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario